Columnistas // 2018-07-08
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Un 9 de Julio en defensa propia
Este aniversario de la Declaración de la Independencia no será el Estado el intérprete de la historia. Será la ciudadanía la encargada de apoderarse del escenario; abandonar su lugar de público espectador y apropiarse del pasado para cambiar su presente.


El presidente de la Nación desistió de realizar un acto público para conmemorar el 9 de Julio, aniversario de la firma del Acta de Independencia de las Provincias Unidas de Sud América. De igual forma el mes pasado canceló los festejos del ‘Día de la Bandera’ y para al ’25 de Mayo’ sólo asistió a la ceremonia religiosa y luego saludó a una plaza vacía y vallada. ¿Razones? Según se dijo fue el temor a posibles manifestaciones de descontento popular y la recepción negativa de su imagen

Por su parte sindicatos, movimientos sociales, clubes de barrio, pymes, centros culturales, curas de opción por los pobres, actrices, actores y músicos tomaron la decisión de celebrar este nuevo aniversario movilizándose bajo las consignas “La Patria no se rinde” y “No al FMI”.

El 9 de julio de 1816 puede considerarse la fecha más ‘patria’ de todas esas que conforman el calendario cívico fundacional, si se permite esta rara ponderación. Tal vez porque evoca el momento de la definición entre continuar con la lealtad al orden imperial o avanzar en el camino de la insurrección.

Una definición que debía poner fin al regateo político con el que, desde antes de 1810, la elite criolla venía presionando para obtener un lugar menos marginal en la toma de decisiones y en el acceso a la riqueza metálica.El logro de estos dos objetivos no requería necesariamente de la ruptura con España. Negociar la desobediencia por mejores condiciones económicas y políticas era más oportuno que generalizar una revuelta capaz de abrir las puertas a una transformación no deseada. ¿Qué pasó en el transcurso de esos años? Entre otras cosas, la vuelta de Fernando VII al trono y la declaración de guerra a los americanos insurgentes.

Insurrección o lealtad, República o Monarquía, Federalismo o Centralismo recorrieron los debates de aquel Congreso histórico. No sin conflicto, no sin presiones. A pesar de todo, el camino de la emancipación quedó definitivamente consolidado.

La conmemoración del 9 de julio -en nuestra trayectoria como comunidad cultural y política- ha sido singular en más de una oportunidad y en ocasiones hasta contradictorio con lo acontecido.

Hasta los años de 1880 su celebración formó parte de festejos más amplios que atraían el entusiasmo popular con juegos, ferias, exhibiciones circenses, etcétera. Los colores y los símbolos –escudo y bandera- se usaban con cierto aire doméstico y la parte oficial de la fiesta -Te Deum, comitiva oficial y revista militar- se incluía en la celebración sin tapar los demás aspectos. Apartir de entonces, la presencia del Estado se hizo más notable y el ceremonial más solemne. Los entretenimientos y los juegos desaparecieron del escenario principal y la participación popular cedió terreno al espectáculo oficial. Los antiguos actores de entonces terminaron por convertirse sólo en público.

Los festejos del primer centenario en 1916, en una Argentina en crisis y una Europa en guerra, se organizaron con las armadas de Brasil, Uruguay y la propia evocando la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Los del Bicentenario se hicieron con la presencia del Rey de España como invitado especial, algo que sorprendió hasta al propio descendiente Borbón.

Si las fechas patrias son lugares de memoria colectivaque tienen por finalidadplasmar una determinada interpretación del pasado y darle direccionalidad al presente, ¿qué pasado leemos? y ¿qué futuro imaginamos? deberían ser preguntas necesarias.

En este nuevo clima político de la Argentina, la conmemoración no parece tener demasiada relevancia. Tal vez porque haya poco que resignificar de conceptos como independencia, soberanía, libertad e igualdad.

Este 9 de julio no será el Estado el intérprete de la historia. Será la ciudadanía la encargada de apoderarse del escenario; abandonar su lugar de público espectador y apropiarse del pasado para cambiar su presente. Será un 9 de julio en defensa propia.


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