_

A raíz de la crisis económica que está viviendo nuestro país, hay un nuevo relato sobre las causas que la motivaron. Según esta versión, la crisis estaría originada en el aumento de la tasa de interés de referencia en los Estados Unidos y en las turbulencias de la economía mundial que a partir de allí produjo, y que sorprendió a nuestras autoridades.
Ese relato no es cierto. La crisis es consecuencia de la política económica instaurada a partir de diciembre del 2015 y no hubiera podido ser distinta; estaba anunciada desde el comienzo de la gestión, por lo cual no debería haber sorprendido a nadie.
Existen infinitos análisis y voces de alerta sobre el particular. Entre ellas podemos rescatar las trabajos de los profesores Mario Rapoport, que reseña la experiencia histórica de casos similares y de cómo han terminado, y de Alejandro Rofman, por su sencillez y claridad. También, por su rigor y persistencia, los artículos periodísticos de los economistas Alfredo Zaiat y Claudio Scaletta o el libro de este último, “La recaída neoliberal”, publicado el año pasado. Y son muchísimos más los que se deberían citar.
Inclusive desde esta modesta columna regional y limitándonos solo a algunas de las notas publicadas en los primeros meses del gobierno, hemos dicho:
“Entramos en un período de financiación “a la Ponzi”, donde deuda e intereses se pagan con nueva deuda hasta que revienta la burbuja. Y, entonces, la catarata de inversiones, el derrame de la riqueza y la alegría que iba a llegar el próximo semestre y que se pasó al 2017, si la política económica no cambia, se seguirá postergando hasta el nunca jamás.” (19 de junio de 2016)
“Se intensificó el atesoramiento de dólares y fuga de capitales; el nuevo gobierno inició con una emisión de deuda de 16.500 millones de dólares, unos 10.000 millones para pagar a los fondos buitres y el resto para incrementar las reservas del país. Pero resulta que “la formación de activos externos” (la forma elegante como oficialmente se denomina el atesoramiento en moneda extranjera y la fuga de capitales) crece a un promedio mensual de 1.418 millones de dólares, por lo que en menos de 5 meses se dilapidó el monto total de la nueva deuda. Lo grave de todo esto es el daño irreparable que se está realizando al país y sus consecuencias, que afecta a nuestro presente y futuro.” (24 de julio de 2016)
“…desde diciembre del 2015 volvemos a la historia pasada, con las “metas de inflación” en lugar de la convertibilidad o la “tablita” de Martínez de Hoz, pero con la misma concepción de integración al mundo y de libre mercado. Lamentablemente la historia nos recuerda lo que es de esperar para el futuro próximo.” (11 de setiembre de 2016)
“La política del endeudamiento externo (…) es la conocida bola de nieve, que ya explotó con la profunda crisis de 1982 y, de recuerdo fresco todavía, se repitió agravado en el año 2001. El panorama que se abre para la economía argentina con la política económica hoy aplicada, como lo muestra la experiencia del último medio siglo, puede calificarse como muy delicado.” (16 de octubre de 2016)
“Ahora, en 1916, vuelve la “bicicleta financiera”. El Banco Central está colocando las letras a corto plazo, los Lebac, a una elevada tasa (…) entran capitales especulativos, los denominado “golondrina” porque vienen y se van (…). En un mundo donde sobran capitales financieros y la tasa de interés es muy baja, la diferencia resulta muy atractiva y permite “planchar” el tipo de cambio. La deuda en Lebac ya es superior a la base monetaria. (…) El riesgo para el país, que aumenta en proporción al monto, es que esa enorme masa monetaria decida dejar la colocación en letras y se vuelque al dólar, generando una crisis cambiaria. Ya sabemos cómo termina.” (13 de noviembre de 2016).
Además de los trabajos académicos y notas periodísticas, los distintos indicadores económicos puestos al conocimiento público fueron muy claros. Están los informes periódicos de varias universidades argentinas y otras instituciones, que son de acceso libre. También los informes del Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Publicas (Ocepp), integrado por jóvenes economistas y que dirige Itaí Hagman, cuyas conclusiones son difundidas también por distintos periódicos, como “Ámbito Financiero” y “Página 12”.
El Ocepp elabora un índice de vulnerabilidad externa que es absolutamente objetivo: relaciona variables cuantitativas (elaboradas por el Indec o el Banco Central) tales como el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos, el monto de activos y pasivos externos del país, los pasivos externos de portafolio (a muy corto plazo), las reservas en moneda extranjera, las exportaciones e importaciones y los elementos que las componen, etc. Quien esté interesado en conocer más de este índice y de la evolución de sus componentes, así como los aspectos técnicos de su construcción, puede recurrir a la página “https//www.ocepp.com”, que es de acceso libre.
El índice de vulnerabilidad externa aumentó un 66% en el año 2016 y, comparado con diciembre del 2015, tuvo un aumento del 97% a diciembre del 2017, lo que empeoró este año ya que desde el 1° de enero se perdieron 12.000 millones de dólares de reservas, el tipo de cambio subió 35% y la tasa de interés de referencia en pesos oscila el 40%.
El índice a diciembre tiene un valor similar al alcanzado en diciembre de 1998. Hay que recordar que esa fecha fue el inicio de la crisis (en 1999 el PBI bajó 4%) y se intensificó el cogobierno del FMI con grandes créditos, “el blindaje” y luego el “Megacanje”. Hasta la gran crisis de diciembre del 2001.
No se puede hablar de “sorpresas”.