_

En el año 2016, como ya es tradición, el prestigioso diccionario Oxford otorgaba el honorífico título de “palabra del año”. En esta ocasión, tal distinción recayó en el término al término posverdad, definiendo a esta como “el fenómeno que se produce cuando los hechos objetivos, tienen menos influencia en definir la opinión pública, que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”.
El concepto se pone de moda con el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales, y el triunfo del Brexit en el referéndum en Gran Bretaña sobre la permanencia o no en la Unión Europea. Una vez demostrada su eficacia en ambos casos, el término ha tomado carta de naturaleza, y se usa, con el mayor de los descaros, en las campañas electorales, y en la prensa al servicio de una causa.
Con el aumento de la pobreza, y el aumento excepcional del tamaño de la brecha entre ricos y pobres (hablamos de lo que es el mundo capitalista a partir de la crisis financieras de 2008), se produce al tiempo un notable sentimiento de disconformidad en la clase media, un resentimiento superior al que cabría pensar como habitual, y una exaltación de emociones, que afecta a temas tan delicadamente humanitarios como la postura ante la emigración, y una abierta desatención, cuando no desprecio, sobre los políticos tradicionales.
Como apoyo clave cultural del fenómeno, nos encontramos con las redes sociales, en los que funciona una máxima que reza que “mi opinión vale más que los hechos”. Y a ese punto queríamos llegar desde el principio: los efectos de la posverdad, como algo que supera los dictados de los líderes de opinión.
Una de las ventajas que tuvo en España el 15M (se refiere al 15 de mayo de 2011, día de una multitudinaria protesta que dio lugar a un movimiento social y político a veces llamado “de los indignados”) y el origen del partido Podemos, fue el desparpajo con que se comunicaban y organizaban a través de las redes sociales. El fenómeno era relativamente nuevo, aunque ya se estuvo fraguando en Islandia, y también en la Primavera Arabe. Esto parece que sorprendió a contrapié la estrategia tradicional de los partidos de corte clásico, pero tardaron muy poco en hacerse con los servicios de numerosos efectivos que troleaban noticias, o desmembraban grupos y plataformas. Impusieron la más antigua de las posverdades: una mentira repetida incesantemente se convierte en una verdad aceptada, y a esa labor se dedicaron, para desmontar los ejércitos de activistas en red que ya funcionaban.
En la Argentina, fue más sencillo. La oferta preelectoral que llevó a cabo Durán Barba ya contaba con esos equipos preparados, y supieron usarlos sin escrúpulos. Si prestamos algo de atención, lo que el principio parecían quejidos agónicos y desesperados (¡Se robaron todo!), pasaron a ser eslóganes que funcionaban por sí solos. Al día de la fecha, la presencia en las cárceles de opositores al macrismo es puramente testimonial. Sin embargo, ya nos han contado que tener cuentas offshore, no tiene por qué llamar la atención de nadie…
Los medios de comunicación tradicionales trabajan, como todos sabemos bien, a favor de la política oficial. Imaginemos que no fuera así. Cuando Trump entendió que la prensa especializada en electoralismo le dejaba de lado, empezó una campaña de difamación hasta poner en solfa la honestidad de esos medios. Lanzó noticias falsas, que luego se dedicó a denunciar, para desprestigiar a los medios a los que previamente había facilitado las primicias. Si era una cuestión de dinero, ganaba Trump, todos lo sabíamos.
En el caso argentino no sabemos si sería tan fácil. A pesar de contar con un numeroso equipo de profesionales, incluyendo a las primeras figuras del periodismo, empiezan a ser costumbre las críticas a las políticas del oficialismo. Cada vez es menos frecuente, y por tanto se hace más difícil, el halago sistemático, la venta del personaje simpático y bailarín, que tan bien caía a la gente. Parece que algunas ratas empiezan a pensar en abandonar el barco. Ojalá en su caída al agua, los medios nos traigan noticias del ARA. San Juan, y empiecen a hacer su trabajo de informar y, en su defecto, hacer seriamente investigación.