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Brasil arde. Y tal vez arderá aún más. La derecha rancia, disfrazada de moderna, creíble y atildada, llena de “sujetos demócratas”, la mar de “amables”, “genuinos” y “honestos”, ha forzado circuitos legislativos y judiciales para cobrar venganza sobre el hombre que mejor representa a la clase trabajadora, al pueblo favelero y al campesinado pobre de un país que siempre se ha encargado de pisotear y desdecir los derechos de todos los que no “rankean” en la clase media o alta. Hoy, para un grueso importante de legisladores y para la corte suprema de justicia brasileña, Lula da Silva debe estar preso.
Las empresas transnacionales de comunicación más importantes de Brasil (en manos de un grupo mínimo de personas) se han encargado de enjuagar la cabeza de millones de brasileños, haciendo que un grueso importante de la sociedad odie a Lula, avalando y suavizando mediáticamente todo ataque contra su persona, desde los huevos que le arrojaron a su bus de campaña, hasta las amenazas directas de golpe de estado perpetradas por los más dictatoriales generales de las fuerzas armadas brasileñas.
Es que las cuatro principales empresas multimedios que operan en Brasil concentran una audiencia nacional que va más allá del 80% de la audiencia total del país. Imaginen entonces la opinión pública uni-direccionada que este porcentaje de expansión puede formar…
"Brasil tiene el peor de los escenarios posibles en relación con la concentración de los medios de comunicación de entre todos los países estudiados hasta este momento. Es un dato alarmante", dice el Licenciado André Pasti, que es parte del colectivo “Intervozes” y además es el coordinador en Brasil del proyecto “Observatorio de la Propiedad de los Medios”, una investigación internacional sobre medios concentrados que realizó la ONG “Periodistas Sin Fronteras”, dictaminando que el país hermano está entre los más complicados en el planeta en este sentido. Y no suspiren aliviados en un ejercicio de egoísmo transnacional, porque Argentina, damas y caballeros, está detrás del huracán monopólico verde-amarelo, pero no por mucho, enseguidita, ni tan lejos, ahí nomás…
Ochenta por ciento
Volvamos a Brasil. Imaginemos la adversidad comunicacional para mostrar otra realidad que la implantada por las corporaciones en un país en el que el 80% de la gente consume las 24 horas, los siete días, el mismo discurso emanado desde la millonaria usina que tiene un solo objetivo: perpetuar neoliberalismo, concentrar más poder.
Los medios masivos de comunicación son indispensables para que la concentración suceda, en tanto cuidan sus propios negocios multimillonarios practicados por fuera de sus empresas mediáticas. De hecho, 21 de los 26 principales medios de comunicación del Brasil tienen intereses en otros sectores económicos, en los ítems más importantes de la economía del país, como el financiero, el minero, el inmobiliario y los agro-negocios. Como verán, los multimedios del planeta podrán acusarnos a las personas con pensamientos progresistas de ser discontinuados y anticuados, pero los que practican las más viejas prácticas (casi feudales) son ellos. Por eso lo que se muestra al 80% de la población desde sus propios medios está narrado y conversado en monólogos que solo se hablan en la lengua del amo.
Dentro de este panorama empresarial-comunicacional, que viene delineando su excesiva concentración desde la década del cincuenta del siglo pasado, el cine del Brasil se las ha ingeniado para ofrecer discursos que visibilizan las desigualdades casi feudales que nuestros hermanos han vivido desde que su nación fue fundada. Tanto, pero tanto se las ha ingeniado el cine social brasileño para sortear la barrera de lo hegemónico, que hoy en día es reconocido como uno de los más importantes desde lo social en comparación con cualquiera de los movimientos más importantes de cualquier industria cinematográfica de cualquier parte del planeta. Es más, si lo ponemos en perspectiva, analizando cantidad de años de vigencia y de producciones ; y aceptación masiva y popular de estas producciones, probablemente el cine social de Brasil tenga mayor gravitación universal que los más grandes movimientos canonizados, como el Neorrealismo Italiano de los cincuenta y sesenta del siglo pasado.
El cine social de Brasil ha atravesado ya 50 años de una continuidad y vigencia asombrosas, y muchas veces (la mayoría) fue producido y financiado por los mismos capitales a los que critica y combate. Esto, que podría llegar a ser resaltado con sorna boba por algún post-moderno entusiasmado, no es otra cosa que la reafirmación de lo válido que suele ser a veces –en materia de producción artística- ir hasta el corazón del imperio para conseguir un apoyo de concreción, sin necesidad de sentir que uno ha perdido el control y el sentido de un proyecto social claro. Allí, como prueba fehaciente, están las películas del cine social brasileño que muestran detalles, pelos y señales de ese Brasil que hoy llega al límite real de hacer entrar a sus fuerzas de seguridad a los tiros a la favela para aniquilar masivamente gente pobre, o para asesinar a Marielle, o tuerce voluntades y encarcela a su líder social más importante, o precariza a millones de trabajadores sin que nadie se inmute, o destroza las economías regionales y condena a la gente del campo. Y así…
Para los que quieran ver el poder de este cine, vamos a recomendarles tres largometrajes en este artículo. Será solo un puntapié inicial, porque el lector, la lectora, puede seguir profundizando cuanto desee y encontrar más y más pistas cinematográficas que muestren el mapa completo de la desigualdad en Brasil que, en este sentido, es una cantera inagotable de ejemplos a través de sus films.
Vamos a por las recomendaciones, entonces:
“Dios y el Diablo en la Tierra del Sol” (1964)
Este impactante film en blanco y negro pertenece al genial Glauber Rocha, uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos, y no solo en el plano latinoamericano, sino en el mundo entero. Aquí, en su obra maestra, Rocha nos cuenta una historia desarrollada en los años 40 y narra las peripecias de Manuel (Geraldo del Rey) un vaquero gaucho que, cansado del maltrato que recibe de manos de su patrón, lo mata y huye con su esposa Rosa. El film se convierte en un árido “road movie rural” en el que Manuel y Rosa recorren las inmensidades norteñas del país más grande do mundo, combatiendo el terror físico, el político y el espiritual que parecieran haber poseído a Brasil en los años que transcurren entre la instauración de la Primera República y el Estado Novo. Solo por mencionar dos fanáticos mundialmente famosos de este film, hablemos de Quentin Tarantino y de Martin Scorsese, como para que se vayan dando una idea del valor global de la cinta. Ver esta película es entender muchas desigualdades históricas del Brasil y también es entender por qué en el norte profundo de nuestro país hermano, el pueblo aún reivindica a los “cangaceiros”, los bandidos rurales con una sensibilidad social notable y un sentido de clases carente entre las personas y corporaciones de la alcurnia brasileña.
Esta película fue motorizada por la productora independiente “Luiz Augusto Mendes Produções Cinematográficas”, pero financiada por el Banco Nacional de Minas Gerais y la multinacional “Copacabana Filmes”.
Fundacional, expresiva, bella e imperdible. Les dejamos un link para ver la película entera en youtube:
“Central do Brasil” (1998)
La segunda película que escogimos llegó a finales de siglo pasado a los cines de todo el planeta, está dirigida por Walter Salles, el hijo de uno de los banqueros más poderosos del Brasil, un estudiante de economía de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro que decidió patear el tablero por completo para dedicarse a filmar películas con un alto contenido social que no buscaban enmascarar nada de lo que el statu quo del poder perpetuaba en tanto injusticias y desigualdades.
Este film cuenta la historia de Dora, una profesora jubilada que –jaqueada por su jubilación magra- trabaja escribiendo cartas para los analfabetos en la estación central de ómnibus de Río de Janeiro. Su vida es fría, individualista, alienada. Hasta que conoce por una casualidad trágica a Josué, un niño que queda solo en la estación pues su madre muere en un accidente de tránsito. La primera reacción de Dora es vender al chico (sí, sí, leyeron bien), pero todo cambia cuando la mujer llega a ver qué es lo que está por hacer. Allí comienza una (¡otra!) road movie, una de las películas más conmovedoras que usted pueda sentarse a ver, ahora o en el futuro. Un clásico de siempre.
La película fue financiada por el gigante francés del cine “MACT Productions (Cineuropa)” y “Videofilmes”, la productora de los hermanos Salles que trabajó con las principales cadenas televisivas del Brasil y co-produjo otro de los grandes hitos del cine social de ese país: “Cidade de Deus”.
El retrato de la voracidad neoliberal que hace que los laburantes caguen a los laburantes, las mafias consolidadas con el poder, el Brasil de super-urbano y el gigantesco y rural. Todo está allí, encerrado en “Central do Brasil”, una historia de amor única.
Les dejamos un link para ver la película entera en youtube:
“Ônibus 174” (2002)
La tercera película es un documental que abre el siglo con una línea que muchos realizadores de cine con contenido social en Brasil iban a calcar a futuro, la estética que enfoca en primer plano a los “não somos ninguém” (no somos nadie), es decir a “los nadie” de Galeano, toda esa gente que –pareciera- no merece tener rostro ni nombre en una sociedad como la nuestra, pero que –cuando menos se los espera- irrumpen en la escena poniendo a la sociedad entera a bailar la danza propia.
Aquí tenemos dos directores llevando adelante esta película, uno de ellos es Felipe Lacerda, el menos conocido de ambos, un excelente productor y editor que tiene una currícula impecable en los últimos 20 años del mundo del cine brasileño. El otro es José Padilha, conocido en el planeta entero por ser el director de las dos impactantes y polémicas películas de la saga “Tropa de élite” y la serie “Narcos”.
Bien, quince años antes de ser la figura que hoy es, José capitaneó este documental en el que se muestra un suceso tan particular como fue el secuestro de un autobús, en el 2000, en Río de Janeiro, por parte de un “nadie”, un muchacho que –jugado por jugado-tomó por rehenes a todo el pasaje durante más de cinco horas. La televisión llega al lugar de los hechos y el acto desesperado del joven-nadie se convierte en un suceso nacional.
Hay una excelente reseña firmada por el usuario “Grandine” del portal FilmAffinity que señala aspectos que bien valen la pena copiar aquí, como para que nuestros lectores reconozcan el valor social que este documental tiene. Y dice: “Padilha es capaz de trazar un recorrido por las calles de Brasil para hacernos partícipes de la miseria y desolación que, en ocasiones, envuelve a las gentes que no han tenido la fortuna de desenvolverse en un entorno favorable. Diseccionando, el realizador brasileiro va recorriendo los distintos sectores que conviven en una misma ciudad, y nos muestra lo insostenible de una situación que no sólo ha sido creada por parte de un sector, sino extendida debido a la falta de receptibilidad de una población que cada vez atiende menos a todos aquellos que más lo necesitan”.
“Ônibus 174” recorrió el camino inverso que detectamos en las dos películas anteriores y que mencionamos para la media de las películas sociales de Brasil. Su financiación partió de la creación de una productora independiente, “Zazen Produções”, que hoy se ha convertido en una de las más grandes generadoras de contenidos de ficción del Brasil, proveyendo a gigantes multinacionales como HBO o Netflix.
Quienes quieran ver el documental entero pueden pasar por aquí y verlo, y quienes quieran primero ver el tráiler, véanlo aquí:
Afuera de este dossier quedan infinidad de filmes, como “Carandirú” de Héctor Babenco, “Estómago” de Marcos Jorge, o la más lejana “Rio 40 Graus” de Nelson Pereira dos Santos. E incluso ficciones televisivas masivas como la reciente “Magnífica 70” o la ya clásica “Cabocla”. La lista sería interminable, debe el lector buscar, porque hallará. Y todo le servirá para entender mejor a un poder que ha decidido encarcelar al líder social más importante de la región.
Para finalizar esta nota, el cortometraje que primero se pasó por la cabeza de quien escribe el artículo al enterarse del pedido refrendario de la corte suprema brasileña que manda a Lula a la cárcel: “La isla de las flores”, una obra maestra en 13 minutos. Que lo disfruten: