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Al cumplirse un nuevo aniversario del golpe cívico militar de 1976, la sociedad argentina camina el presente con fantasmas del pasado que no quieren irse.
En el mes de enero el servicio Penitenciario Federal envió a la justicia un listado de 1.111 internos a quienes sugirió se les permita acceder al programa de Asistencia de Personas Bajo Vigilancia electrónica u otras modalidades de egreso anticipado. En esta nómina se incluye a 96 condenados por crímenes de lesa humanidad, entre los que figuran Jorge “el tigre” Acosta, el “Turco Julián” (Julio Simón), el ex capellán Cristian Von Wernich y al que luego se sumó el ex capitán Alfredo Astiz. Otra vez los guardianes de la impunidad enfrentan al Nunca más.
Por si esto fuera poco se ha incrementado la presencia de las fuerzas de seguridad en las calles con el intento por bajar la tasa de delito y mejorar los índices en esa materia. Algo que hasta ahora no ha sucedido, aunque sí ha provocado varias muertes por “gatillo fácil”. Aun así, el gobierno nacional - a través del ministerio de Seguridad- intenta presentarlo como un cambio de paradigma acorde a las necesidades de estos nuevos tiempos.
En relación a esto último, la provincia de Neuquén en los próximos días recibirá a 400 gendarmes movilizados por el gobierno nacional con el fin de custodiar los pasos fronterizos de la zona andina. Aunque no se diga claramente, esta nueva militarización de la región se debe a que en el siglo XXI - como lo expresara el funcionario norteamericano Rex Tillerson en su gira por el Cono Sur en febrero de este año- la ‘seguridad continental’ reclama ejércitos globalizados y articulados en ‘misiones regionales cooperativas’ que enfrenten eficientemente la lucha contra el narcotráfico o entiendan en conflictos provocados por grupos radicalizados. ¿Una nueva/vieja doctrina de la seguridad nacional/continental?
Es sabido que en los años 70’ las dictaduras argentina y chilena incorporaron la doctrina del ‘enemigo interno’como fundamento del terrorismo estatal, pero ello no supuso el abandono del ‘enemigo externo’; es decir aquella perspectiva que consideraba el potencial expansionismo de los países vecinos como una amenaza a los intereses territoriales de la nación. El conflicto por la traza limítrofe del Canal Beagle (1977-1979) fue un claro ejemplo de esto. Mientras ambos regímenes se hermanaban en la estrategia exterminadora del Plan Cóndor, el integrismo territorial y la necesidad de consolidarse frente a sus respectivas sociedades, las terminó enfrentando.
En este contexto, la Gendarmería Nacional Argentina ocupó un lugar importante. El 16 de noviembre de 1979 en el estadio de River Plate, el teniente general Jorge Rafael Videla, el ministro de educación, Juan Llerena Amadeo y el Director de esa fuerza, el general Domingo Antonio Bussi despedían a un contingente de 5.000 estudiantes secundarios de la provincia de Buenos Aires que compartirían una estadía en escuelas de frontera. Era el lanzamiento del operativo Argentinos. Marchemos a la Frontera que buscaba promover la solidaridad social entre los jóvenes y afianzar la soberanía territorial.
Como indica el historiador Daniel Lvovich, este era un intento de encuadramiento y movilización de los sectores juveniles que a la vez pretendía cimentar un determinado sentido de ‘Nación’ basado en la integridad territorial. La fecha elegida para lanzar el operativo reforzaron ese contenido por tratarse del Centenario de la “Campaña al Desierto” de 1979. Las referencias ‘civilizatorias’ de la lucha contra el indígena y su paralelo con la ‘guerra antisubversiva’ desde ya no faltaron.
A 42 años de la instauración del Régimen Terrorista, los gobiernos de Argentina y Chile parecen acordar nuevamente que la frontera ya no los separa tanto si de vigilar al Estado de Derecho se trata. Ojala nos equivoquemos, pero pareciera que una versión reeditada de la doctrina de la seguridad nacional recorre nuevamente los Andes del Sur. Por eso lo viejo, lo nuevo, pero al fin y al cabo, lo mismo.