Columnistas // 2018-03-06
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Veo misiles en la 9 de julio
La renovación estética de las calles de la ciudad de Mendoza y algunos departamentos aledaños es un proceso que aparentemente no termina nunca. Siempre es buen momento para meter pico y pala mecánica en cuanta calle/plaza/avenida con alto tránsito y visibilidad se pueda, siempre que cumpla los requisitos para ser redituable desde la comunicación: o sea ser visto por muchos todo el tiempo.

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El telón de fondo en donde se apoya es el nuevo paradigma en el que lo más importante es ser visto haciendoque efectivamente hacerlo… y terminarlo. En esta lógica se comprende que el fin no es la obra o la necesidad de la obra, sino que sea percibida y refuerce la imagen del hacedor impenitente.

No se crea que este es otro ensayo infumable, bah puede ser infumable, pero en todo caso no es un ensayo sino un mero ejercicio de observación sistemática.

Las calles están siendo renovadas con una ornamentación que recuerda a la guerra fría por la proliferación de ojivas (en este caso pétreas) que asoman tímidamente de cuanta esquina superpoblada de autos y peatones haya. Ud. dirá que es un esfuerzo urbanístico inédito que merece cierto crédito y quizás tenga alguno, lo que si no se alcanza a entender (el infrascrito no alcanza a entender) es por qué se reducen las calzadas a la altura de las esquinas, porque estos obstáculos decorativos tan feos que nos predisponen a accidentes en horas de alto tránsito surgen como la parte visible de un iceberg, cuando no unas cuantas bochas armónicamente distribuidas al estilo Valle de la Luna. El fastidio de los transeúntes vendría a obrar como una especie de ayuda memoria de que “se está haciendo”.

No es nuestra intención polemizar con arquitectos o urbanistas, no tenemos las condiciones técnicas, y hasta puede que tengan chances de hacernos entrar en razones, pero difícilmente nos convenzan de lo que vemos no se parece a la estética de miles de ciudades que hemos visto en los programas de viajes que están tan en boga.

También es bueno que sepamos que una parte importante de este ambicioso plan de obras está financiado por el Plan de Renovación Urbanadel Ministerio del Interior, cuyo titular se esfuerza por cultivar una relación privilegiada con intendentes del palo o aliados.

Según nos informa la página oficial “El Plan se basa en una mirada ambiental que incorpora distintos aspectos de cada ciudad a la hora de planificar las obras: los orígenes (?), el devenir de su historia (?), el sistema hídrico y geográfico (?), el desarrollo de sus recursos, los sistemas simbólico-sociales, entre otros”. Algunos defensores del arbolado público ya han puesto la mira en que con estas obras, se está disminuyendo la irrigación a los forestales más añosos. Nada dice si ese devenir histórico se refiere a nuestra provincia o si hace alusión a la historia universal.

Otra curiosidad digna de mención, además de las ojivas y las bochas, resulta ser el eslogan de la cartera a cargo de Rogelio Frigerio: El Estado es estar. Tan superficial y vacuo como misterioso. Suena como una especie de trivia para completar por el interesado: Estado presente o ausente; Estado inteligente o bobo; Estado de bienestar o neoliberal. O quizás haga referencia al estado molecular de la materia...

Podríamos suponer que la larga mano (mecánica) de la renovación urbana habrá llegado con el mismo impulso a los barrios más poblados y segregados de la periferia, San Martín, Santa Rita, La Favorita y tantos más. La verdad es que No. A lo mejor no tienen historia, ni sistema hídrico-geográfico. Lo que sí tienen en todo caso es sistema simbólico-social.

Toda esta fatigosa descripción no tendría ningún sentido si no intentamos entender las intenciones de estos esfuerzos. En esta semana y preguntado sobre si le gustaría ser gobernador, el intendente Suárez contestó: "Por supuesto que me gustaría"; el fundamento de tales aspiraciones se lo dio el propio Cornejo: "La verdad es que la cantidad de obras que está haciendo es importante", y agregó que "Rodolfo sobresale en su gestión”.

En este caso lo que cabe preguntarse es si por la acción de quienes piensan las ciudades (y la provincia) a partir criterios más equitativos o por la dinámica propia de la política, la conjugación del verbo estarserá sinónimo de permanecer.


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