Columnistas // 2018-02-19
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El modelo macrista de obra pública
SOS-Obras, zozobra
Cortoplacismo, insustentabilidad e improvisación son características del modelo que lleva adelante Cambiemos en materia de infraestructura. La implementación de ese modelo es una temática de la que no se habla, bajo un aparente consenso de que de la obra que se está ejecutando no se debe discutir.

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Existe la imperiosa necesidad de abrir un amplio debate sobre el modo en el que el oficialismo encara la obra pública. El gobierno nacional, las provincias y los municipios gobernados por Cambiemos ejecutan con frenesí obras cuya manifestación más evidente es la generación de colapsos del tránsito y la parálisis de las actividades económicas, sociales y culturales en amplias zonas, muchas veces durante largos periodos.

Al respecto, parece haber un consenso tácito acerca de que la obra que se está ejecutando es obra que no se debe cuestionar. Lo políticamente correcto en estos tiempos parece ser quedarse callado ante los hechos consumados. Es la actitud que asumen muchos de los referentes de la oposición, organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación, el poder judicial y los organismos de control. Estoy en contra de la clausura de cualquier debate por lo que considero –aunque pueda parecer políticamente incorrecto y reprochable- que si no se abre la discusión y no se reformulan los criterios que se vienen aplicando las consecuencias del modelo macrista en materia de obras de infraestructura serán muy graves y producirán efectos negativos permanentes.

Durante los más de dos años de gobierno macrista vemos que, lo que en lo concerniente a la obra pública, se repite de manera idéntica el mismo patrón de actuación en el Área Metropolitana de Mendoza (AMM), en la CABA, en la provincia de Buenos Aires y en las capitales de provincias gobernadas por Cambiemos. En todos lados se impone la misma impronta de “hacer obras para que se noten” mientras se dejan de encarar obras de infraestructura necesarias para el desarrollo en diversos campos de la vida nacional. No es mi intención hacer un catálogo de obras, pero digamos en términos generales que abundan las remodelaciones de plazas, calles, parques y espacios públicos de distinta naturaleza y escasean las escuelas, rutas, establecimientos sanitarios, construcción de viviendas populares, obras de generación energética, parques industriales y de servicios, infraestructuras para el desarrollo económico de determinadas áreas, por mencionar solo algunos ejemplos.

El otro patrón general que se ha instalado con el gobierno de Cambiemos es de naturaleza geográfica, ya que las obras que se concretan se localizan en los centros de los centros urbanos, dejándose en situación de abandono a las periferias urbanas y a las áreas semiurbanas y rurales.

Pienso que no está mal en sí mismo que el criterio predominante sea el de “hacer obras para que se noten”. Lo que creo incorrecto es que se concreten sin una previa evaluación de las prioridades públicas que deben determinar qué, cuándo y dónde se ejecutará, sin la adecuada planificación que debe contemplar el antes, el durante y el después de la ejecución, sin que se garantice la utilidad o funcionalidad de las infraestructuras, y sin que se respete la legislación vigente en materia ambiental, administrativa y de ordenamiento territorial.

Recientemente, el gobierno de la provincia de Mendoza anunció que comenzará la obra de remodelación de la Costanera a partir del próximo mes de marzo. Es una obra importante que, como ocurre con otras que el actual gobierno ha encarado, genera expectativas en la población. Sin embargo, hay en el gobierno de Cornejo y en las gestiones municipales de sus intendentes aliados un modo de concebir las prioridades y los modos de hacer las cosas prototípico del macrismo. Si el gobierno encara la obra del mismo modo que lo ha hecho con otras que se están ejecutando en el AMM, los gravísimos problemas de circulación se verán agravados por tratarse de una arteria troncal en el eje norte-sur del área más poblada de la provincia. Pero ese no es el único inconveniente que se preanuncia, como ocurre con cada obra que se encara en esta y en las otras provincias argentinas.

Un caso de referencia: el “Metrobus” de Guaymallén

En una visita que realicé semanas atrás a la obra del “Metrobus” sobre el carril Godoy Cruz, en Guaymallén, he quedado alarmado. Recorrimos la zona con el concejal Luis Francisco e integrantes de su equipo de trabajo, quienes me invitaron a observar de manera directa los problemas de una obra que se está realizando con recursos del Presupuesto Nacional.

El gobierno de Cornejo realizó el anuncio de la llegada del Metrobus a Mendoza como un hito histórico y con un despliegue publicitario acorde a la trascendencia de esta obra que ha sido representativa de la impronta de la “era macrista” en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En realidad, la obra no se denomina Metrobus sino "Recuperación y ordenamiento del espacio público del Carril Godoy Cruz". Comprende la más importante arteria de salida de la Ciudad de Mendoza en dirección oeste-este hacia Guaymallén, comunicando a populosos barrios de San José, Villa Nueva y Buena Nueva.

En la nutrida agenda publicitaria del gobierno provincial ya se olvidó esta novedad del macrismo-cornejismo y, por lo tanto, nada se dice de la obra por estos días. El motivo de la omisión es sencillo: en la primera etapa de ejecución –que comprende trabajos entre las avenidas Costanera y Mitre- se ha concretado tan solo el 30% en el tiempo previsto para la finalización de esa etapa. Los efectos desastrosos del brutal retraso se manifiestan para los vecinos frentistas en la imposibilidad de circulación vehicular en la zona, el dificultoso tránsito peatonal, por el cierre de comercios, por los problemas de inseguridad en una zona que se ha transformado en tierra de nadie. Además hay afectados que no son frentistas del carril Godoy Cruz. Como, por ejemplo, quienes asisten a las escuelas y centros sanitarios de la zona que han sufrido y seguirán sufriendo las dificultades para el acceso y los cortes de servicios públicos esenciales como consecuencia de la realización de los trabajos.

¿Cómo llegaron el gobierno de Mendoza y la municipalidad de Guaymallén a generar esta situación? Los concejales justicialistas de Guaymallén han señalado las claves del desaguisado al advertir y denunciar que la obra fue comenzada y se está realizando sin contar con la correspondiente evaluación de impacto ambiental y territorial, sin que los vecinos frentistas y de calles aledañas tuvieran instancias institucionales para manifestar sus objeciones o sugerencias, con una información sobre el comienzo, los plazos y las características de la obra absolutamente insuficiente, imprecisa y, en muchos aspectos, falaz.

Pero también han surgido fuertes críticas a la funcionalidad de la obra. Por un lado, se puede visualizar que el carril exclusivo para ómnibus –elemento vital del Metrobus- deja espacios mínimos para la circulación de otros vehículos y exiguas plazas destinadas a estacionamiento. Muy bonito todo, pero absolutamente disfuncional. Por otro lado, son numerosísimos los inmuebles –correspondientes a viviendas y comercios- que han quedado por debajo de los niveles de las nuevas veredas con los consecuentes riesgos de inundación. En síntesis: planificación deficiente, evaluación inexistente y ejecución deficitaria es el combo explosivo que los gobiernos nacional, provincial y municipal han generado bajo la común impronta de Cambiemos.

El muy publicitado Metrobus se está transformando en un monumento a la improvisación, la ineficacia y, muy probablemente, la corrupción. Por eso, entre otras acciones, hemos propiciado desde el Congreso Nacional que el Poder Ejecutivo Nacional realice una auditoría integral de las obras licitadas por el municipio. Una medida que no sería necesaria si se hubiera hecho lo que había que hacer antes de encarar la obra.

Muy cerquita de allí, en el mismo departamento de Guaymallén, se verifica otro caso de similar tenor pero que involucra la autorización a privados para el establecimiento, en un área contigua al Shopping, de una ampliación para un mercado mayorista de materiales. Obviando la evaluación de impacto ambiental y territorial previa, y sin cumplir la obligatoria instancia de participación de los vecinos, el municipio de Guaymallén autorizó el comienzo de las obras en abierta violación de la normativa ambiental. Con conocimiento de causa estoy en condiciones de afirmar que el mismo patrón se repite en distintas obras de diversas ciudades gobernadas por Cambiemos.

Debo destacar que en estos casos testigos he mencionado situaciones que se relacionan con el incumplimiento de la planificación y las evaluaciones necesarias y exigidas por la ley. Pero podríamos ir más allá y preguntarnos el por qué de esa obra en lugar de otras. La respuesta parece ser que en la definición del modelo Cambiemos de obras de infraestructura decidieron en Buenos Aires que había que llevar el Metrobus a áreas metropolitanas del interior del país. Una buena idea que, en todo caso, debería haber sido contrastada con otras posibles obras en el marco de un plan de desarrollo pensado en Mendoza y evaluado de acuerdo a las necesidades y prioridades de Mendoza. Con conocimiento de causa puedo afirmar que eso no se hizo.

Un modelo plagado de atrocidades

El modelo de Cambiemos para las obras de infraestructura pública responde a criterios uniformes que intentaré traducir en un catálogo de 11 preceptos de la obra pública macrista que los funcionarios nacionales sostienen a rajatabla y sus pares de las provincias y municipios nunca osan cuestionar:

1-“Las obras son para los amigos. Opositores de verdad, abstenerse”: el criterio de asignación de los recursos para las obras es de naturaleza político-partidaria. La concentración de obras en los municipios oficialistas es escandalosa. Como en el AMM predominan los municipios gobernados por Cambiemos los matices no se perciben fácilmente, como ocurre en el conurbano bonaerense. Pero basta con comparar en Mendoza las obras en Luján y Maipú para convencerse que no hay criterios equitativos. El desfinanciamiento del Fondo Federal Solidario (o Fondo de la Soja, que cuenta con un criterio de distribución equitativa por el régimen de coparticipación) ha consolidado la desigualdad.

2-“Las obras se hacen donde se ven, es decir donde hay más votos”: es evidente la concentración de las obras en las áreas urbanas sobre los núcleos más céntricos. No es casual que allí es donde se haya gestado el triunfo del macrismo en el 2015 y el 2017.“Las obras no son las que querés sino las que decide Macri”: todo está enlatado, los programas no dan demasiado margen a innovaciones. Si querés una escuela, tenés el asfalto de una calle; si querés un centro de salud, te dan un Metrobus. Los financiamientos internacionales, por ejemplo del BID, cuentan con las mismas restricciones.

3-“Si querés hacer una obra, que sea de embellecimiento y ornato. ¡Y que sea ya!”: crece el contraste entre las obras que se concretan –una gran cantidad vinculadas con el embellecimiento y el ornato- con el agravamiento de las condiciones productivas de la economía o el deterioro social que amplios sectores de la sociedad sufren. Estamos en la era del cortoplacismo de la obra pública macrista. Lo que determina, por ejemplo, la priorización de la remodelación de la Costanera en el AMM por sobre los indispensables anillos de circunvalación es el inmediatismo en concretar obras para que se vean.

4-“Si necesitás una obra de envergadura o ubicada lejos de donde viven los votantes, te ofrecemos un PPP (participación público privada). Para ello tenés dos opciones: o esperás a que llegue la lluvia de inversiones o te recomendamos con algún pariente o amigo del presidente”. Intentaré mayor desarrollo de esta genialidad jurídico-financiera en una próxima nota.

5-“Está bueno que en tu provincia o municipio tengan un plan, pero la obra que se hace es la que decide y como la decide el gobierno nacional”: el gobierno de Macri dejó de lado la ejecución del Plan de Ordenamiento Territorial que se trabajó y consensuó con las provincias. En Mendoza, el Plan de Desarrollo Provincial, definido en el marco de la ley de Ordenamiento Territorial y Usos del Suelo, ha sido archivado por el actual gobierno. Además, se ha aprobado un plan de ordenamiento territorial absolutamente inaplicable por su carácter abstracto y violatorio de los procedimientos que la propia ley establece. Cualquier parecido entre lo que se hace y lo que se ha planificado es una imposible pura coincidencia…

6-“Si les preguntan si hicieron la evaluación de impacto ambiental y territorial se lo mandamos a Bergman. Descubrió cómo resolver ese tipo de problemas rezando”: es sistemático el incumplimiento de las evaluaciones de impacto ambiental.

7-“Ni la justicia ni los organismos de control y fiscalización pondrán palos en la rueda del progreso. Tampoco las ONGs ambientalistas”: la cooptación de amplios sectores del poder judicial y las políticas de “meter miedo” a los que no se alinean con el gobierno generan una desprotección creciente de los ciudadanos frente a decisiones arbitrarias e ilegales del gobierno.

8-“Si los vecinos reclaman audiencias públicas, ofrézcanles diálogo y consenso. Cuando la obra esté terminada se habrán olvidado de esas extravagancias”: las audiencias públicas y otros procedimientos legales de participación y control ciudadano se han convertido en rarezas.

9-“Si alguien reclama por los daños causados por las obras afirmen que no hay peor daño que no hacerla”: los medios de comunicación cumplen un rol disciplinador en tal sentido.

10-“Si el que pide una obra es un opositor que responde a un gobernador peronista, llamen a Pichetto. Él garantizará que a cambio de las obras que nunca realizaremos tengamos los votos necesarios contra los jubilados, los trabajadores, etc.”: la negociación de votos por obras va tornando cada vez más en una extorsión lisa y llana. Las obras comprometidas a esos gobernadores casi nunca aparecen.

Empecé esta nota marcando la importancia del debate en torno al modelo macrista de obras públicas. Espero que alguien del oficialismo se anime a tomar el guante. Tendrá que asumir el desafío de probar que esos “preceptos” no existen en la realidad y que, por lo tanto, son falaces. Les aseguro, estimados y respetados lectores y lectoras, que de haber algún valiente dispuesto a debatir no le resultará fácil la tarea.

  


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