Columnistas // 2018-02-04
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¿Una nueva guerra fría?
El departamento de defensa de los Estados Unidos presentó su nueva estrategia de defensa. Se retoma el conflicto entre potencias como eje principal.


El sistema denominado como “guerra fría” fue el que se inició luego de finalizada la segunda guerra mundial, allá por 1945, marcado por la disputa de los dos triunfadores, esto es Estados Unidos (bloque capitalista) y la Unión Soviética (bloque comunista). Este era geopolíticamente un mundo “bipolar”, con dos polos de atracción e influencia en permanente tensión y competencia, pero sin llegar a la lucha armada entre ellos. La disputa era por la influencia ideológica, por la distribución del poder, en una carrera tecnológica y en escalada armamentista. Los conflictos armados se daban fuera de los territorios de estas potencias y por eso era una “guerra fría”.

Con la caída del muro de Berlín (1989), que era el símbolo de la “bipolaridad”, y la disolución de la Unión Soviética (1991), empieza a transitar el mundo una geopolítica de fuerte avance de los Estados Unidos y de la lógica capitalista que ese país propiciaba. Todos los mecanismos y resortes de la economía y la política mundial comienzan a soportar la presión e influencia de los vencedores de la guerra fría. Se trata de una clara hegemonía de esta potencia mundial, donde se consolida como número uno indiscutido. Se habla entonces de una época de “unipolaridad”, de “unilateralidad”, de “pensamiento único”. La economía de mercado, la lógica del modelo neoliberal y el estilo de vida norteamericano invaden el mundo en lo económico, político y cultural. Es la época del “Consenso de Washington”, de la globalización y del poder financiero manejado desde un centro de poder mundial indiscutido: los Estados Unidos.

Sin embargo, este orden “unipolar” ha comenzado a quebrarse. Una serie de cambios indican que estamos viviendo, tal vez, la transición desde un mundo “unipolar” a uno “multipolar”. Se trata de una nueva etapa de la historia del mundo y con un futuro abierto. Tiene dos protagonistas clave: China y Rusia.

Estados Unidos se atribuyó la jefatura universal luego de la disolución de la Unión Soviética y construyó la arquitectura del capitalismo financiero internacional, con sus organismos internacionales (FMI o BM) que se volvieron omnipresentes en la economía mundial y su brazo armado, la OTAN, en árbitro del poder militar del mundo.

Todo este orden de cosas de un mundo unipolar hoy está en disputa. Estados Unidos no puede aceptar que otras potencias le discutan su hegemonía militar, económica, política y diplomática.

Nueva estrategia de defensa

El 19 de enero del 2018, el jefe del Pentágono, James Mattis, presentó la versión desclasificada de la Estrategia de Defensa Nacional de Estados Unidos. La novedad es que ya no es el terrorismo la principal preocupación de seguridad nacional, sino “la competencia estratégica entre los Estados”. Allí identifican a Rusia y China como sus principales amenazas. Este es un giro estratégico-militar que modifica el enfoque que se tomó luego del 11 de septiembre de 2001.

Es la primera vez, en más de 15 años, que Estados Unidos reconoce que su interés radica en la necesidad de mantener la superioridad militar sobre Rusia y China. El documento declara que la nueva estrategia “articula el plan para competir, impedir y ganar” en ese ambiente cada vez más complejo. Además, deja en claro que “los costos de no implementar esta estrategia están claros, e implicarán una disminución de la influencia global de Estados Unidos, la erosión de la cohesión entre aliados y socios, así como la reducción del acceso a mercados, lo que contribuiría al declive en la prosperidad y el modo de vida estadounidense”.

En un segundo nivel de importancia, se encuentran Corea del Norte y la República Islámica de Irán. Más atrás aparece el Estado Islámico, como el actor no estatal más peligroso.

La lucha contra el terrorismo ya no es la principal preocupación de Estado Unidos, sino el crecimiento de Rusia y China, como principales potencias. Al estilo de la Guerra Fría, la administración de Donald Trump retoma el enfrentamiento entre potencias, como el conflicto principal.

Se acusa a China de utilizar una “economía depredadora” para “intimidar” a sus vecinos mientras “militariza” la zona del Mar de China Meridional, mientras que “Rusia ha violado las fronteras de las naciones cercanas y persigue el poder de veto sobre las decisiones económicas, diplomáticas y de seguridad de sus vecinos”.

Estados Unidos expresa su preocupación por el crecimiento militar de Beijing, pero además lo inquieta ver cómo crece su influencia política y económica global. También aparecen los temores de Estados Unidos sobre Rusia, dada la anexión de Crimea a su territorio, su participación exitosa en la guerra de Siria y su presunta intromisión en las elecciones presidenciales estadounidenses en 2016.

El imperio norteamericano ya no es invulnerable. Tiene competidores que le ponen límites y lo desafían constantemente.

Entonces amenaza, miente, se enfurece, invade.

Pero declina.



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