Columnistas // 2017-12-17
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El Banco Central y la política monetaria
Si al vencimiento de las Lebacs los tenedores no lo renovaran y no vinieran nuevos inversores a reemplazarlo se produciría el caos económico: corrida al dólar e hiperinflación.


La base monetaria del país, que está conformada por el dinero en poder del público o de los bancos, a principios de este mes llegó a los 932 mil millones de pesos; a este ritmo de emisión es probable que a fin de año alcance al billón (un uno seguido de doce ceros). Como al asumir el gobierno la base era de 612 mil millones, el crecimiento monetario fue del orden del 53%; solamente en este año creció el 27%.

Este es el principal argumento que la ortodoxia monetarista tiene para culpar a la actual política económica de la inflación de este año, cercana al 25% (una emisión del 27% con un crecimiento económico del 2% da como resultado un aumento de los precios del 25%).

Para la heterodoxia económica la relación causal es distinta: la inflación está provocada por datos de la economía real y no de la monetaria. La inercia de una devaluación del 40% del año pasado, un ajuste de salarios por la pérdida de poder adquisitivo del orden del 25%, un ajuste en el precio de los combustibles del 35% y un aumento de tarifas de servicios públicos que oscila en el 100%, precios que repercuten en toda la cadena productiva, y un dólar que, aunque “planchado” aumentó un 9,17%, no pueden dar otro resultado que una inflación del 25% que, si no hubiera recesión, sería mucho mayor. La emisión monetaria lo que ha hecho es “validar o sancionar” ese aumento de precios porque, de lo contrario, habría iliquidez y una situación mucho peor.

En la actualidad, el 90% de los pagos mundiales es realizado mediante dinero bancario y el 10% con billetes y monedas. Según la mayoría de los economistas heterodoxos son las instituciones financieras las que crean el dinero en función de las necesidades solventes de la sociedad, con independencia de las disposiciones gubernamentales; si hay reglamentaciones respecto al efectivo mínimo, lo cubren a posteriori recurriendo al mercado interbancario o al Banco Central como prestamista en última instancia. Entonces, la cantidad de dinero es una variable que resulta del funcionamiento de la economía y no es un instrumento de gobierno.

En los últimos tiempos los bancos centrales descubrieron que no podían controlar la cantidad de dinero en circulación. Por esa razón, además de los economistas heterodoxos, algunos ortodoxos aceptaron el carácter endógena de la cantidad de dinero y desarrollaron la idea de las “metas de inflación”, que están de moda y que fueron adoptadas por el actual gobierno nacional. Como no puede controlar la cantidad de dinero, el Banco Central debe actuar sobre la tasa de interés, subiéndola para “enfriar” la economía si está recargada y con inflación o bajándola en el caso contrario. Esta política se complementa con el anuncio de las “metas” inflacionarias para que los agentes económicos sepan a qué atenerse.

En nuestro país el actual gobierno enunció al asumir sus metas de inflación: entre 20% y 25% para 2016; 12% a 17% para 2017; entre 8% y 12% para 2018 y del 3,5% al 6,5% para el año siguiente. En los dos primeros años la inflación real duplicó a la meta y muy pocos dudan que lo mismo ocurrirá en el futuro.

Ante las críticas por la situación monetaria las autoridades del Banco Central dijeron que “el Estado no maneja la cantidad de dinero”. Implícitamente está diciendo que lo que maneja es la tasa de interés. Sin embargo, el Banco Central, para regular la cantidad de dinero, ha emitido letras a corto plazo denominadas Lebac, cuyo monto ya superó el billón de pesos, sobrepasando la base monetaria. Y los intereses que genera va a engrosar el déficit cuasi-fiscal que hay que cubrir con más deuda.

Si al vencimiento de las Lebacs los tenedores no lo renovaran (y no vinieran nuevos inversores a reemplazarlo) se produciría el caos económico: corrida al dólar e hiperinflación. El Banco Central ahora está obligado seguir endeudándose y a pagar la tasa de interés que reclamen los inversores para quedarse, es decir que a la tasa la fija el mercado y no la autoridad monetaria. No es cierto que las recientes subas de las tasas de interés anunciadas por Sturzenegger “debido a que la inflación no baja” hayan sido decisiones autónomas del Banco Central, sino que han sido impuestas por el mercado; de lo contrario los acreedores no renovarían la deuda en Lebacs.

En resumen, el Banco Central actualmente, como consecuencia de la política seguida en estos dos años, no puede cumplir con su principal objetivo, el manejar la política monetaria del país ya que, según su propia confesión, no puede controlar la cantidad de dinero y, por otro lado, tampoco la tasa de interés, que se la fija el mercado.


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