Columnistas // 2017-10-29
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El reformismo de Macri
El “reformismo” del presidente implica una continua reforma neoliberal, de ajuste del Estado y subordinación al mercado, siguiendo los dictados de las potencias dominantes, del FMI y del Banco Mundial.


El presidente Macri, luego de las recientes elecciones de término medio, ha declarado que “se abre una etapa de reformismo permanente”.

En el lenguaje político y en la historia del siglo XX el término “reformismo” tiene un significado muy claro: es una de las dos corrientes principales del pensamiento socialista. Su origen se ha buscado en algunos escritos del mismo Engels, aunque uno de sus principales ideólogos es el creador del “revisionismo”, Eduardo Bernstein, quien sostenía que la tarea de la izquierda consistía en reformar al capitalismo y que la suma de esas reformas, ese cambio cuantitativo, iba a derivar por sí solo, danto un salto cualitativo, en el socialismo.

En realidad, desde sus comienzos los partidos socialistas plantearon como máximo objetivo la instalación de una sociedad igualitaria o socialista, aunque acompañaban también un programa mínimo, de reformas urgentes para mejorar la vida inmediata de los ciudadanos. Esta dualidad hizo que surgieran grupos internos que priorizaban el programa de máxima (“el socialismo ya”) o el de mínima, con sus reformas. En Italia se llamaron maximalistas y minimalistas, respectivamente; en Rusia fueron bolcheviques y mencheviques y, en general, revolucionarios o reformistas.

En 1919 se fundó la “Tercera Internacional” o Internacional Comunista (Komintern, según la abreviatura de su nombre en ruso) en disidencia con las opiniones reformista que eran mayoritarias dentro de la “Segunda Internacional Socialista”, conocida también como Socialdemocracia; a partir de entonces, el reformismo fue el pensamiento mayoritario de esta última.

El auge del reformismo tuvo lugar después de la segunda guerra, cuando los partidos socialistas tomaron el gobierno o fueron socios gubernamentales en muchos países europeos. A la socialdemocracia y su reformismo se le debe gran parte del mérito del éxito económico y social logrado durante la “época dorada del capitalismo” que va desde 1945 hasta los años ’70 del siglo XX.

Claro que el reformismo de la socialdemocracia no fue inmune a las modas ideológicas. Así, en la mitad del siglo XX fue penetrado por el keynesianismo y, en los últimos años del siglo XX y en el actual, por el neoliberalismo. Estos cambios hicieron que paulatinamente la socialdemocracia olvidara el objetivo de la instauración de una sociedad socialista para convertirse en el ala izquierda del capitalismo. Inclusive, en el gobierno de varios estados europeos terminó siendo la responsable de la aplicación del ajuste neoliberal, lo que llevó a su desprestigio y a la casi desaparición del escenario político mundial.

Se puede decir, como resumen, que el contagio neoliberal fue la causa de la decadencia de la socialdemocracia.

En América Latina los herederos del reformismo progresista, por sus propuestas y logros desde el gobierno, fueron los partidos populares como el PT en Brasil, Chávez de Venezuela, Correa en Ecuador y el peronismo de los Kirchner en Argentina.

Posiblemente no sea necesario aclarar que el “reformismo” de Macri no tiene nada que ver con el “reformismo” tradicional; es, precisamente, su contrario: para el actual gobierno implica una continua reforma neoliberal, al estilo de lo que se viene haciendo en Brasil, de ajuste del estado y subordinación al mercado, siguiendo los dictados de las potencias dominantes, del FMI y del Banco Mundial, que pretenden terminar con las reformas progresistas al capitalismo acumuladas en casi un siglo de lucha. 


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