Columnistas // 2017-04-29
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Desconectar igualdad a bastonazos
La educación y los docentes bajo fuego macrista
El gobierno de Cambiemos ha intentado correr el foco del conflicto educativo, acusando a los maestros de “kirchneristas” indiferentes por la educación y anteponiendo la necesidad de una reforma educativa. Tanto esto último como la reapertura de paritarias, demandan no sólo de respuestas, sino también de instancias de diálogo de las que este gobierno carece.


La intransigencia del macrismo de no convocar a la paritaria nacional y de negarse con todas las letras y sin ningún rubor a mejorar los salarios docentes, lleva un saldo de al menos cuatro paros de 48 horas en menos de un mes, más de 15 días de huelga en Buenos Aires, la impactante manifestación masiva del 6 de mayo en las calles de todo el país y la reciente manifestación ultra pacífica frente al Congreso vapuleada  sin piedad por las fuerzas policiales. Para el gobierno, que no quiere ver la realidad, la culpa como siempre es de Cristina y de los docentes que no les importa la educación y menos aún trabajar.

Acusación facilista y recurrente: “el otro docente” es un demonio k

Esta lucha ha sido calificada por el gobierno nacional y los medios masivos como una operación “política”, y el adjetivo corto ha sido la letra k, un recurso tan falso como aburridamente repetitivo de la alianza en el poder. Si bien las organizaciones kirchneristas han acompañado esta causa digna y genuina, tal calificación no deja de ser un acto de picardía al estilo Durán Barba para bajarle el precio a una lucha que ha ido escalando en  fuerza y legitimidad.

La estigmatización encuentra cierta sustancia por la sencilla razón de que han sido sectores provenientes del kirchnerismo los que mejor expresan políticamente el descontento creciente por los bajos salarios, la caída de la productividad, la falta de empleo, los despidos, tarifazos, la inflación y la infinidad de estragos sociales provocados por la política económica de Cambiemos.

Sucede que el movimiento nacional que gobernó el país durante doce años puso en evidencia, ante los ojos de amplios sectores de la sociedad, no sólo discursiva sino también materialmente, dos hallazgos de la ciencia social. Por un lado, que la lucha política es un reflejo de lo que sucede en el plano económico; y que paradójicamente, esto no  puede ser registrado  por gran parte de la población porque los que ganan con este modelo  se encargan, con su potente arsenal ideológico (sobre todo medios masivos), de invisibilizarlo. La lucha estructural de los gobiernos kirchneristas, -y de las expresiones nacionales, populares, democráticas y latinoamericanas que gobernaron el país-, sin lugar a dudas, fue acrecentar la distribución de la riqueza. Es natural entonces su compromiso con las y los trabajadores y marginados como también su resistencia contra un gobierno que empobrece y excluye.

En el inventario de la “pesada herencia” habría que adicionar los cientos de establecimientos educativos construidos en diferentes puntos de nuestro territorio nacional, los “conectar igualdad” que hoy disfrutan miles de chicas y chicos, las bibliotecas, los libros, los equipos tecnológicos y los numerosos equipamientos científicos que  son muestras concretas de la importancia que el gobierno anterior le proporcionó a la comunidad educativa. Habría que contar además, lo que  “el mejor equipo en 50 años”  desmanteló  con sesgos revanchistas, como los programas socio-educativos, las becas o el respaldo a la ley de financiamiento educativo que dio apertura, entre otras cosas, a la primera paritaria docente nacional en año 2008.

Por ello, aunque insustancial y sesgada, no es raro que los intentos de estigmatización gubernamental y mediática hacia el movimiento docente, a través de la ligazón con el demonio  kirchnerista, encuentre algún asidero  en las conciencias más colonizadas. Luego, para una porción importante de la sociedad, si los docentes que reclaman son kirchneristas,-“que se identifiquen si son kirchneristas, como dijo la gobernadora Vidal”-, entonces buscan “desestabilizar”, inferencia peligrosa y antojadiza  endosada gratuitamente  a uno de los  movimientos sociales  más reivindicativo de los valores democráticos después del último golpe de estado.

Algunos no nos acostumbramos a las fabulaciones. Es baladí subrayar que ni el kirchnerismo ni los docentes, al margen de su pertenencia política, buscan desestabilizar. Si es cierto que ambos se encuentran en un reclamo unísono por salarios dignos.

¿Paritarias o reforma?

En principio, para poder discutir en términos institucionales la calidad de nuestra educación pública, necesitamos la convicción de nuestros gobernantes de que sea pública y de que no es un “gasto” para el Estado, sino una inversión. Necesitamos además, que ellos confíen en la calidad de lo público, que sepan que nadie “cae” allí, sino que los padres y madres junto a sus hijas e hijos eligen educarse en establecimientos públicos. Que la gratuidad y la calidad es codiciada afuera de nuestro país y ha dado, entre otros frutos, reconocidos profesionales y científicos, incluyendo premios Nobel.

Pero la evidencia de los hechos que transcurren en las aulas, al margen de las evaluaciones mal diseñadas y peor intencionadas que recientemente aplicó el gobierno, nos dicen que las nuevas generaciones y hasta los mismos educadores están demandando que se transforme la lógica escolar, desde lo pedagógico a lo curricular.

Una de las condiciones necesarias para mejorar la calidad de nuestra educación pasa inevitablemente por mejorar el salario docente, lo que naturalmente se traduce no sólo en mejoras de su propia calidad de vida y el de sus familias, sino también en la predisposición para ser guías en los procesos de aprendizaje. Es ridículo pensar en un programa de reforma educativa que no incluya a los docentes.

Una reforma requiere de la participación de múltiples sectores que componen el arco educativo y de una vasta diversidad de miradas especializadas, de la apertura del sistema pero además de un contexto que sea facilitador. No puede haber una reforma exitosa en el marco de una sociedad en retroceso. Los únicos cambios educativos de esta gestión  van en dirección a viejas formas de disciplinamiento y control. A nada de eso se parece lo que las niñas, niños y jóvenes de hoy demandamos.    

El estado debe cumplir con la ley y llamar a paritarias nacionales docentes. También entender y aceptar que tanto lo que acontece en términos salariales como adentro de las aulas, no se resuelve ni con imposiciones ni a bastonazos, sino con un diálogo empático, respetuoso, democrático y constructivo, en un marco de referencia de amor por lo público.

Querer disimular la inoperancia y  la falta de ideas estigmatizando,  reprimiendo  y  fogoneando la indignación social   contra  la comunidad educativa, no solo es un error y una simplificación irresponsable, sino una ceguera imperdonable que padecerán millones de argentinos. Hay otro camino sembrado de posibilidades, esperanzas y compromisos. Los docentes son parte sustancial de esa fuerza transformadora.


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