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Marcharon un 17. Marcharon las Madres y Abuelas, marcharon por la guerra, marcharon los trabajadores con los desocupados, marcharon las cacerolas de Barrio Norte, y ahora la contramarcha es un país en marcha.
El 30 de enero de 2016 Joseph Stiglitz "premio Nobel de economía" escribía en el diario Política Argentina sobre las consecuencias del plan económico de Mauricio Macri advirtiendo por un posible aumento de la desigualdad. (El gobierno tendrá que reaccionar rápido, intervenir para evitar los posibles efectos recesivos y el aumento de la desigualdad y la pobreza, o de lo contrario el proceso de desarrollo inclusivo se verá seriamente perjudicado).
A 15 meses de gobierno, y en medio del conflicto docente, las marchas se suceden semanalmente, el reclamo de las organizaciones sociales y ahora el paro general, mi general, el jueves próximo.
Pese a las metáforas belicistas y a la personalización de la puja en la figura de Baradel, el gobierno intenta explicar su postura frente a los maestros afirmando que es un intento desestabilizante. Pone en valor las palabras de Michelli (no pararemos hasta voltear este plan económico), y de Hebe (Macri sos la dictadura).
Entonces en cada horror dialéctico del presidente (sueldo de jubilados, caer en la escuela pública) sale un ejército comandado por cabo primero Peña a Twittear para aclarar la estúpida frase de Mauricio y contraatacar. El objetivo es que a través de las redes y medios tradicionales aparezcan victimizados ante el reclamo buscando instalar una división entre las bases y la dirigencia gremial.
Con el periodismo independiente fogonean diariamente la patria piquetera, estableciendo una división entre vagos y trabajadores. Piden medidas urgentes de desalojo en las rutas y calles. (¿Represión?)
Pero para no quedar atrás organizaron la contramarcha del 1A dónde defenderemos la vuelta al crédito internacional, la súper cosecha que no deja nada en retenciones, el achicamiento del estado gastador que genera déficit fiscal, la reducción del consumo espurio de carne, lácteos, harinas, y pescado. Basta de obras privadas con ruido de hormigoneras, montículos de arena, ripio y obreros maleducados que silban a las vecinas y escuchan cumbia mientras laburan.
Por los créditos hipotecarios que nos permitirán comprar casas, porque hay que encausar el trabajo y los sueldos desproporcionados que nos hacen menos competitivos, volviendo a la maravillosa flexibilización de los 90 que tantas satisfacciones nos dio.
Para defender la escuela privada, formadora de hombres probos como nuestro Presidente. Por poder seguir comprando en los outlet de Los Andes y Santiago, y esperar el segundo del segundo semestre tranquilos.
No hay contramarcha para un pueblo que marcha por sus derechos.