Salsa criolla // 2017-03-26
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El 2000 nos encontrará...
/ por Bairoleto


El 24 de marzo de 1976 fue el comienzo de una larga noche de siete años en la que la sociedad argentina fue sistemáticamente agredida y violentada con el objetivo de disciplinarla para que no volviera a pensar en deseos de independencia,  justicia,  solidaridad o inclusión. Los dueños de la Argentina empuñaron el arma de las FFAA para refundar la nación que ellos anhelaban.


La clase trabajadora fue la más castigada por la violencia del terrorismo de Estado. Cuando se trata del horror de un genocidio planificado y aplicado sistemáticamente sobre toda la sociedad,  no corresponde discriminar por la condición de las víctimas, todas cargan con el peso de la tragedia. Sin embargo, es importante el cuadro de distribución que elaboró la Conadep en el informe Nunca Más: El 30,2 % de los detenidos desaparecidos denunciados en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas son obreros, y el 17,9 %, empleados (del 21 % que representan los estudiantes, uno de cada tres trabajaba). Los profesionales fueron el 10,7%, el 5,7% docentes, el 5,0% autónomos y varios, el 3,8% amas de casa, el 2,5% conscriptos y personal subalterno de fuerzas de seguridad, el 1,6% fueron periodistas, el 1,3% artistas, y el 0,3% religiosos. El 81% de los desaparecidos tenían entre 16 y 35 años de edad. La dictadura se propuso eliminar a una generación entera.


A esto se sumó el desmantelamiento de la industria nacional, que fue el soporte del modelo de sustitución de importaciones,  y que continuó en la destrucción del sistema público de educación, de salud, de seguridad social y de obra pública.


Igual que hoy: el estado comenzó a ser destruido desde el estado mismo, o peor, fue moldeado de acuerdo a los intereses de una minoría que ejercía el poder. Aquellos intereses estaban vinculados al valor financiero del capital y a los excedentes que generaban los sectores privilegiados de la actividad agropecuaria.

 

Igual que hoy, el empobrecimiento sistemático del salario de los trabajadores del estado iba a engrosar los bolsillos de los formadores de precios vía golpes inflacionarios, y las políticas de apertura económica para la importación que no tenía la industria nacional ya que contaban con ventajas comparativas inalcanzables.

 

Esto llevó al enriquecimiento de una burguesía prevendaria que usó los mecanismos del estado en beneficio propio y en sindicalistas que entregaron su base social en la mesa de negociación a espaldas de los trabajadores.

 

Al igual que hoy, contaron con medios, periodistas y comunicadores que nos vendieron la irrealidad de lo que pasaba.


Por lo tanto, al igual que ayer, hoy es necesario continuar reflexionando sobre lo que pasó y en las complicidades que lo hicieron posible, en los beneficiarios,  en las víctimas, en los procesos culturales que siguieron en los 90,  el “sálvese quien pueda” y el individualismo.
 

Debemos cuidar a las nuevas generaciones que reciben la información enlatada ya que para la prensa afín es más importante destacar las palabras de Bonafini contra Carlotto, que reflexionar sobre la linealidad de los procesos históricos. Por supuesto no podemos esperar una reflexión del 24 de Marzo por parte de periodistas como Eduardo Feinmann, Fernández Díaz o Tato Young.

 

Con todo esto queda claro que el golpe cívico militar de 1976 marca un antes y un después en la historia Argentina que cumplió con el objetivo más valorado por los mentores: dividir al pueblo Argentino hasta nuestros días.
 


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