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A quince meses de asumir Mauricio Macri la presidencia de la nación, ¿es el peronismo una alternativa válida para la sociedad argentina?
Algunos creen que si, y que la unidad del peronismo es posible, pero en el fondo tienen la convicción de que están equivocados, porque la unidad formal de nada sirve. Sirve aquella que nace de la lucha por una comunión de ideas.
Es que el peronismo no debate a nivel nacional y menos en la provincia. Es el propio gobierno el que marca la agenda del peronismo, y hasta nos dice desde los medios hegemónicos cuánto mide tal o cual candidato, marcando a quién quiere enfrentar en la próxima elección legislativa.
Mientras tanto nadie debate, nadie pone en agenda interna la necesaria renovación, y lo peor, nadie se hace cargo de lo que pasó.
Y es casi lógico un partido adormecido durante 13 años sin propuestas ni debates. El último gran congreso nacional de PJ lo impulsó Duhalde en las elecciones del 2003 que llevaron a Néstor Kirchner a la presidencia.
Un sector está en la repetición mecánica de frases agotadas, frases que el soberano ya no cree, otros se diluyen en grupúsculos que amagan con un cambio, pero se agotan en sí mismos porque son justamente el pasado.
Ni que hablar de los que añoran la soberbia sectaria que los llevó a la declinación moral y al triunfalismo infantil, he allí el sustituto de aquello de “primero la patria, después el movimiento”.
Nadie es más ni menos peronista que otro. Pero es posible que en esta pérdida de rumbo muchos compañeros de lucha hayan comenzado a expresar una imagen, un estilo de peronismo que amenaza con diferenciarse definitivamente.
Párrafo aparte para los jóvenes: es tiempo de sanas rebeldías, la recreación de esperanzas, de audaces utopías, es momento de escuchar la voz del pueblo que siempre es (VOX DEI).
Y sobre todo recordar que el pueblo está esperando al peronismo como única alternativa a la patria neoliberal que propone Macri, pero teniendo en cuenta que nadie vota para atrás.