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En la Capitanía General de Chile la guerra de la independencia comenzó poco después de mayo de 1810. A pesar de haber creado una junta de gobierno independiente, el poder realista había conservado una fuerza importante.
España logró sofocar el movimiento revolucionario a partir de la Batalla de Rancagua en octubre de 1814 y se formó en Chile un gobierno con un Capitán General ibérico, Casimiro Marcó del Pont, nombrado en 1815.
Mientras tanto, en Mendoza, el Gobernador Intendente de Cuyo, General San Martín, organizaba el Ejército y el Cruce de los Andes. A mediados de enero de 1817 las tropas patriotas atravesaron la Cordillera de los Andes para cambiar la historia de un continente.
La Batalla de Chacabuco
Gracias a un aparato excepcional de inteligencia y a la maniobra de distracción en seis columnas, San Martín logró que las tropas realistas se dispersen a lo largo de la montaña del lado chileno, lo que les impidió reunirse en un punto determinado, que se tradujo en un error mortal. Cuando Marcó del Pont advirtió que el grueso del ejército patriota atravesaba por el Paso de los Patos y Uspallata, era demasiado tarde para reagrupar sus fuerzas.
Una vez que todas las columnas entraron a territorio chileno, se reunieron las fuerzas principales en el campamento de Curimón. El general San Martín había previsto la batalla principal en la Cuesta de Chacabuco, a unos 50 kilómetros de Santiago.
Los patriotas se dividen en dos columnas, al mando de Estanislao Soler y Bernardo O’Higgins, cuentan con un total de 3500 hombres. Los realistas sumaban 2500 soldados a cargo del brigadier Rafael Maroto. Las fuerzas españolas llegaron al anochecer y ocuparon la hacienda de Chacabuco.
En la madrugada del 12 de febrero de 1817 San Martín informó a los jefes la estrategia que ha concebido para la batalla. Se trata de una maniobra de “pinzas” o el llamado “envolvimiento”. Había preparado un ataque frontal de la columna de O’Higgins para “fijar” o “aferrar” en el terreno a los realistas mientras la segunda columna al mando de Soler realizaría el ataque “envolvente” sobre el flanco y la retaguardia. Bajo este plan, envió a O’Higgins por el Este con una fuerza más pequeña mientras Soler marchaba por la ruta más larga, por el Oeste.
Sin embargo, Maroto quería tomar la cuesta y para eso adelantó su ejército, y en ese momento aparece O’Higgins. Es decir, los realistas estaban varios kilómetros delante de lo que se esperaba. San Martín había dado instrucciones de no atacar hasta que no diera la vuelta Soler, pero este inconveniente hizo precipitar a O’Higgins que no cumplió la orden, poniendo en riesgo el éxito de la batalla. En la primera carga, O’Higgins fue derrotado y sus tropas se refugiaron detrás de un cerro, lo que obligó a Soler a ir en su auxilio. El riesgo era verdaderamente alto, incluso San Martín abandonó su puesto en la retaguardia y fue al frente de batalla junto a la caballería.
Los Granaderos a Caballo lograron romper la línea del ejército realista por el flanco izquierdo y O’Higgins, ya recuperado, atacó por el centro. Finalmente, los patriotas ganaron la batalla. Maroto intentó reorganizar sus fuerzas sin lograrlo y la batalla se definió en las primeras horas de la tarde. La infantería realista es perseguida por varios kilómetros y sus pérdidas fueron 450 muertos y 600 prisioneros, las de San Martín sufrieron solo 12 bajas y 120 heridos. Del total de la fuerza española llegaron a Santiago menos de 200 hombres. Fue una victoria absoluta.
El 14 de febrero de 1817 las tropas independentistas ingresaron triunfantes a Santiago, donde se formó un gobierno provisional, se reunió el cabildo y le ofrecieron el cargo de Director Supremo de Chile a San Martín. Don José decidió rechazarlo, recomendando a O’Higgins, quien finalmente tomó ese lugar. Los patriotas han trasladado su poder a Chile, cambiando la relación de fuerzas de la guerra.
Mientras tanto, terratenientes y comerciantes de Buenos Aires, al saber que San Martín había eliminado el peligro español sobre el Oeste, se desinteresaron de la independencia americana. Su único interés fue aplastar a los caudillos populares de las provincias y abrir el mercado interior para la invasión industrial británica, lo que llevará a la guerra civil que enfrentó a las provincias con Buenos Aires, más conocidas como la pelea entre “unitarios y federales”.
¡Venga esa mano blanca, mi general!
A fines de 1816 San Martín envió a Álvarez Condarco a Chile, con la misión de espiar a los realistas y memorizar los caminos para el cruce. Debía traer en su cabeza un mapa de los caminos. “Sin hacer ningún apunte, pero sin olvidarse ni de una piedra”, le dijo el general, y le prohibió hacer anotaciones porque si lo descubrían iban a matarlo.
Viajó a Santiago el 2 de diciembre con la instrucción de entregarle a Marcó del Pont el Acta de la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas. El Acta fue quemada en la plaza mayor y unas horas después le perdonaban la vida a Condarco, ordenándole regresar a Mendoza por el camino más corto, es decir por Uspallata. Así se cumplió la previsión de San Martín, que lo envió de ida por el camino más largo, y se aseguró conocer las características de ambos pasos. Gracias a la fabulosa memoria de Álvarez Condarco, se pudo elaborar un preciso mapa de cada uno de los pasos a Chile.
Al despedirlo, Marcó del Pont le dijo a Álvarez Condarco que él firmaba con la mano blanca, no como San Martín “que tenía su mano negra”. Esta expresión aludía con intención despectiva al color de la piel de San Martín, al que llamaba “El Cholo de Misiones”.
Luego de Chacabuco, Marcó del Pont intenta huir, pero fue capturado y llevado a Santiago. Al entrar al palacio de gobierno, San Martín con un gesto sonriente le extendió la mano derecha diciendo: “¡Venga esa mano blanca, mi general!”. Fue enviado a San Luis y posteriormente a Luján, donde murió prisionero en 1819.
Chacabuco representó un triunfo vital para la causa de la revolución americana y cambió la historia del continente. Los patriotas pudieron consolidarse y preparar el golpe final sobre Lima, el corazón del poder español en América.