Columnistas // 2017-01-15
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Las Brujas de Salem
Para la justicia argentina hay cosas que dan lo mismo. Mientras tanto, la persecución.


"Ahora bien, resulta que, en el punto en que se encuentra la institución destinada a reglar justicia, por una parte, y las instituciones calificadas para enunciar la verdad, por la otra, en el punto, más brevemente, en que se encuentran el tribunal y el sabio, donde se cruzan la institución judicial y el saber médico o científico en general, en ese punto se formulan enunciados que tienen el status de discursos verdaderos, que poseen efectos judiciales considerables y que tienen, sin embargo, la curiosa propiedad de ser ajenos a todas las reglas, aun las mas elementales, de formación de un discurso científico; de ser ajenos también a las reglas del derecho y, como los textos que les leí hace un momento, grotescos en sentido estricto", Michel Foucault, Los anormales, 2007.

En 1953, se estrena la obra de teatro Las Brujas de Salem (The Crucible) de Arthur Miller. El autor recrea un conflicto en el Estado de Massachusetts, en la aldea Salem, donde un grupo de mujeres a finales del siglo XVII son acusadas de brujería. La obra, no sólo describe el clima que se vivía en la época colonial norteamericana, sino también el momento que pasaba Estados Unidos, al momento de ser escrita.

Durante gran parte de la década del 50' del siglo pasado, el senador estadounidense Joseph Raymond MacCarthy, tuvo su momento de estrellato político al llevar adelante una cruzada que tenía por objetivo descubrir las actividades de miembros del partido comunista y delegados de la Unión Soviética dentro del territorio estadounidense. En plena guerra fría, con crecimiento de arsenales nucleares y conflictos bélicos en distintos continentes alimentados por ambas potencias para sostener su influencia, el sólo hecho de imaginar actividades comunistas dentro de EEUU, generaba la paranoia necesaria para mantener a gran parte de la población intranquila.

Miller, fue víctima de esta situación. Fue llamado a declarar al Senado estadounidense para denunciar sus actividades y además instigado a "delatar" a sus camaradas. Después de varios años de sostenerse en los medios de comunicación, el macartismo se transformó en todo el mundo en un sinónimo de persecución sin sentido.

En la actualidad, la institución científica mencionada por Foucault, es reemplazada por los medios de comunicación, que a diferencia del primero, no tiene un mandato de verdad. El sistema judicial utiliza como insumo artículos periodísticos, a pesar de la estructura y recursos investigativos con los que cuenta.

Hoy da lo mismo llevar adelante una causa como dólar futuro, que es claramente una acción de política de estado contra los funcionarios, en vez de investigar a quienes claramente se enriquecieron con otra decisión política.

A la vez, pareciera normal la presión judicial para obligar a determinadas personas a declarar en contra de otras. Sólo capitales que tienen posibilidades de ingresar y salir del país en un mismo día (especulativos) estarán tentados de aprovechar las altas tasas en pesos, obteniendo renta en dólares.

Quienes estuvieran interesados en inversiones a largo plazo, verían con inquietud el accionar de un sistema judicial que actúa arbitrariamente violando las mínimas garantías procesales. Quizás no están tan interesados en la opinión de Amnisty International, Human Rights Watch o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Si en cambio, le prestan atención a las Naciones Unidas y la OEA. ¿Qué pasaría si en nuestro país, capitales internacionales tuvieran un conflicto?; ¿cómo actuaría el sistema judicial con ellos?; ¿si el conflicto se internacionaliza, la Argentina cumpliría con las decisiones de organismos internacionales?; ¿por qué recibirían un trato similar al que tuvieron los Fondos Buitres?

Al decir de Foucault, nos estamos alejando de la verdad, para quedarnos con lo grotesco.


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