Columnistas // 2022-06-12
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La vida en Malvinas en los tiempos de Vernet
Cada 10 de junio en Argentina conmemoramos el Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico, con motivo de la creación, en el año 1829, de la Comandancia Político y Militar en las Islas Malvinas. Es importante destacar la vida cotidiana y la presencia del pueblo y del Estado argentino en Malvinas antes de la usurpación británica.


Durante la administración de Vernet en las Islas Malvinas, la población fija alcanzaba entre un centenar y un centenar y medio de personas, entre las cuales se incluían varones, mujeres y niños. Cuando arribaban naves comerciales, exploradoras, científicas o loberas la población podía llegar a trescientos individuos. Había pescadores, cazadores, científicos o comerciantes que vivían por temporadas o cortos espacios de tiempo. Habitaban las islas ciudadanos argentinos, ingleses, franceses, alemanes, norteamericanos y de otros países, incluyendo varios de Sudamérica. Convivían indios, gauchos, afrodescendientes y pobladores de origen europeo que se dedicaban a diversas tareas. 

Una de las actividades importantes era la producción ganadera, ya que se aprovechaba el ganado vacuno que vagaba salvaje por la isla. Otros se dedicaban a las construcciones de piedra -pues allí no hay madera-, a los tambos y la producción de queso y manteca, a las huertas y a distintos oficios, como zapateros, herreros y sastres. Los productos se vendían sobre todo en Buenos Aires y consistían en cueros vacunos o de lobos marinos, carne salada y grasa. Una parte de esta producción se exportaba a otros países. De los diarios y documentos que se conservan de la época se puede constatar una vida activa realizando tareas como construcción y reparación de viviendas, corrales y almacenes de abastecimiento de víveres y de pieles de lobo, elementos de labranza, ganadería y las actividades de pesca, caza de lobos, salazón de pescados, reparación de embarcaciones, entre otros. 

Además, el poblado en Malvinas tiene su intercambio con los habitantes al otro lado del mar, en la Patagonia. Se trata de distintos pueblos aborígenes porque Vernet comercia con onas y yaganes. De un lado se ofrece desde vacas y aguardiente hasta capas coloradas y abalorios; y la otra parte entrega cueros de guanacos, de toro, de lobo. Este vínculo comercial y social se realiza con amabilidad y cortesía. Incluso a veces había tiempo para sentarse junto al fuego a conversar como hermanos.  Estos pueblos están gobernados por una mujer anciana a quienes todos respetan y que ejerce su influencia en lo que hoy conocemos como Santa Cruz y Río Negro. Ella, conocida como ‘‘María Grande’’, es muy sana, ágil y tiene un vasto conocimiento sobre todo el territorio.

La vida cotidiana en el archipiélago se desarrollaba normalmente y sus habitantes se acostumbran al frío, la tranquilidad y el trabajo. Hacia 1829 llegó una memorable mujer que nos dejó su diario. Se llama María Sáez y es la esposa del primer Comandante Político y Militar de Malvinas. 

Luis Vernet fue nombrado el 10 de junio de 1829 para conducir los destinos de aquellas islas. Este acto es, en realidad, la culminación de un proceso que contiene una serie de acciones que comienzan en 1823 (a partir de concesiones de tierras y de explotación de recursos) y van consolidando gradualmente el involucramiento de la familia Vernet con Malvinas. Antes, el 6 de noviembre de 1820, el coronel de la Marina David Jewett, tomó posesión formal de las islas en nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Ese día se izó por primera vez la bandera argentina en las islas, la misma que poco antes Manuel Belgrano había levantado, el 27 de febrero de 1812, a orillas del Río Paraná. Pero antes, incluso, desde la Revolución de Mayo de 1810, las islas Malvinas, como parte integrante del territorio nacional, fueron objeto de actos administrativos y políticos en nombre del nuevo gobierno revolucionario.  

En el invierno de 1829, María Sáez de Vernet llegó a la isla Soledad a bordo del bergantín Betsy. María tiene 29 años, está casada con el comandante político y militar de las islas Malvinas, y tiene tres hijos. La cuarta nacerá en las islas y le pondrán el nombre de Matilde, aunque todos la llamarán ‘‘Malvina’’.  

Por el diario de María conocemos un pequeño manantial “probé de esta agua y me ha parecido la mejor que he tomado en mi vida”, el pastoreo de las ovejas, el trabajo de los peones que traen el ganado en pie y el pescadero, donde se realiza la salazón de pescado “este establecimiento dista media legua de casa”. El domingo 30 de agosto reviste especial importancia: “Muy buen día de Santa Rosa de Lima, y por lo que determina Vernet tomar hoy posición de las Islas en nombre del Gobierno de Bs. Ays. A las doce se reunieron los habitantes, se enarboló la bandera nacional, a cuyo tiempo se tiraron veintiún cañonazos, repitiéndose sin cesar el viva la patria. Puse a cada uno en el sombrero con cintas los dos colores que distinguen nuestra bandera. Se dio a conocer el Comandante”. El lunes 26 de octubre, luego de almorzar, María sale a caminar con Vernet y encuentra “las primeras flores de la primavera”, las cuales son “blancas y muy fragantes”. Luego consigue dar con “el sitio donde los españoles sacaban turba para quemar”. Otro día menciona que “Vernet ha fletado la goleta recién llegada, la que piensa mandar al Brasil cargada de cuero, carne salada y pescado’’.

El bergantín Betsy ha transportado a la familia Vernet, los muebles de su casa, ciudadanos alemanes e ingleses, provisiones, elementos y una majada de ovejas. Debe haber sido difícil organizar el viaje entre un centenar de cacerolas, medias de lana, camisetas, barriles de vinagre y barriles para carne salada, cocina, clavos, estufas, aceite, galones de ginebra, zapatos, galletas, yerba, azúcar, sillas, arañas de cristal, instrumentos quirúrgicos y hasta una biblioteca y un piano. La primera comida que consigna María en su diario es un asado con cuero “cuya vista estimuló mi apetito”.

En Malvinas, en poco tiempo, bajo la gestión de Vernet, se organiza una población que trabaja, produce y comercia los frutos de su esfuerzo. Los actos de la vida social también se evidencian en casamientos, nacimientos y fallecimientos a lo que dan sepultura en un cementerio. Se respetan las creencias religiosas, festividades y costumbres diversas de los distintos habitantes, en una sociedad plural y tolerante. Pero todos conviven bajo una identidad. Todos entienden que se trata de suelo argentino. Allí se celebran las fechas patrias del 25 de mayo y del 9 de julio y todos conviven bajo una bandera celeste y blanca. 

El desarrollo de la vida cotidiana en las islas Malvinas era muy similar al de cualquier otro lugar de la República Argentina en esa época. El pleno ejercicio de la soberanía fue interrumpido el 3 de enero de 1833, cuando fuerzas británicas asaltaron las islas, expulsaron a la población y a las autoridades argentinas allí establecidas y las reemplazaron por otras de origen británico, que, por ser una población implantada, no tiene derecho de autodeterminación. Es, en realidad, el pueblo argentino el que sufre, desde hace 189 años, la imposibilidad de ejercer su libre determinación en aquellos territorios ocupados por una potencia extranjera. 

La Argentina nunca consintió ni aceptó el despojo británico y mantiene su permanente e irrenunciable objetivo de recuperar por la vía pacífica el ejercicio pleno de la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Y así continuar la interrumpida misión de Luis Vernet y María Sáez, símbolo de la presencia del Estado y el pueblo argentino en aquellas islas cautivas. 


 


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