Argentina // 2022-05-04
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Hablemos de Dolarización: qué consecuencias tendría la “nueva” idea con la que insiste el liberalismo argentino
Javier Milei, José Luis Espert y hasta algunos referentes de Juntos por el Cambio insisten con una idea que ya se esgrimió en otros momentos de la historia Argentina ¿Cómo les fue a los países que dolarizaron? ¿Qué consecuencias tendría en Argentina?


La crisis económica abre las puertas a que aparezcan figuras outsiders de la política que en tiempos de estabilidad no tendrían mucha cabida. Más allá del fenómeno sociológico que significan estas nuevas derechas y ultra derechas que aparecieron en todo el mundo y un panorama en el que Argentina no es una excepción –y que amerita una nota particular para entenderlas-, sus ideas económicas y el “cómo afrontar la crisis” tienen un plafón conocido.

“Volver a Alberdi” señalan con liviandad -sin explicitar del todo lo que eso significa-, recortar derechos laborales y conquistas que valieron casi un siglo de luchas son algunos de los principios que se esgrimen una y otra vez. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, uno de los leit motiv de estas fuerzas es “hay que dolarizar la Argentina”.

La idea está tan instalada en la agenda diaria que el pasado martes 3 de mayo, mientras comentaba el partido entre Villarreal y Liverpool por UEFA Champions League, el ex jugador de la Selección Argentina, Sergio Agüero, lanzó el comentario “deberían desaparecer los pesos, tendríamos que cobrar todos en dólares”. La idea suena sencilla y hasta “bonita”, pero te invitamos a indagar con especialistas.

¿Qué significa esto? ¿Qué implicaciones tendría? Desde Babel propusimos a dos especialistas en materia económica analizar los pormenores asociados a esta idea. ¿Ya hay países que lo hayan hecho? ¿Son considerados potencias o economías emergentes?

Los entrevistados fueron el Dr. en Economía Francisco Cantamutto, quien es Investigador de CONICET, Doctor en Investigación en Ciencias Sociales, mención en Sociología (2015; FLACSO-México). Cantamutto se especializa en temas de economía política y procesos políticos de la Argentina. Ha publicado 5 libros en coautoría o como editor, 40 artículos en revistas científicas de América Latina y Europa, 20 capítulos de libros y anuarios. 

Por otro lado, Nicolás Aroma, quien es Coordinador del Centro de Economía y Finanzas de Mendoza. Especialista en Finanzas Públicas, Aroma también aporta a analizar este fenómeno “nuevo” que ofrece el liberalismo argentino.

¿Es realmente nueva la idea de dolarizar? ¿Cuáles serían sus efectos inmediatos?

Para empezar, cabe decir que no es una idea nueva y cada vez que Argentina afrontó una crisis económica en los últimos 40 años la idea parece retomar fuerzas. 

En ese sentido, Cantamutto cuenta que “fue una idea acercada a Menem durante la hiperinflación alfonsinista”. En tanto que advierte que “la salida fue la convertibilidad, cuando la convertibilidad entró en problemas, la idea se volvió a arrojar sobre la mesa, nuevamente de la mano de Menem”. 

Ante esto, Aroma señala que “en cuestiones instrumentales, hay que decir también que Argentina no ha tenido la experiencia de la dolarización. Por ahí se confunde esta situación con la época de la convertibilidad, que fue un intento cercano, pero no dolarizó la economía”.

El recordado “1 a 1, por un peso ‘igual’ a un dólar” no fue una experiencia de dolarización.
En tanto que explica que “lo que hizo la convertibilidad fue aplicar un sistema de caja de conversión donde el Banco Central restringía su política monetaria siempre que hubiera –simplificando- dólares en el Banco Central”.

Cantamutto añade que, tras la crisis de 2001, se volvió a arrojar el mismo tema sobre la mesa. “Pero ni en los ’80, ni en el 2002 hubo gran cantidad de empresarios que la apoyaran. No obstante, la amenaza de la dolarización funcionaba como ‘el cuco’ o ‘el miedo’ que permitiera validar la alternativa. En un caso la convertibilidad y en otro la devaluación como una salida más progresiva que la alternativa de dolarizar”, resumió.

El investigador del CONICET advierte que “en los hechos esta idea no cuenta con experiencias de países del tamaño de Argentina que se hayan dolarizado. En la región, Panamá, Ecuador y El Salvador son economías muchísimo más chicas que la Argentina”. 

¿Qué implicaría dolarizar la economía? Algo más allá de la moneda en curso

No se trata de dolarizar y ¡pum! De pronto en la Argentina todos ganamos en dólares, recuperamos el poder adquisitivo y todo se da como por arte de magia. Los especialistas advierten que hay que tener en cuenta cómo sería “la preparación” para dolarizar el país.

“Más allá del tamaño relativo, lo primero que tienen que hacer estas economías es crear una onda de precios en la cual se liberaliza el tipo de cambio, lo que genera una devaluación, se aumenta el precio de los servicios de algunos tipos de bienes y los salarios se atrasan”, advierte Cantamutto.

En la misma línea, Aroma añade que “lo primero que hay que decir es que luce muy difícil en un país que no genera dólares, su estructura productiva no genera dólares y que tampoco los tiene hoy en el Banco Central”. En tanto que asegura que “es importante evaluar en el momento en que esa medida se propone. Lo único que tiene Argentina en dólares es una enorme deuda con acreedores privados y con los organismos multilaterales. Tiene la deuda dolarizada, pero no tiene la capacidad para respaldar con su producción una moneda que claramente no va a poder manejar. Y eso es atarse a una moneda de una economía que es 70 veces la de la Argentina. Ahí radican las dificultades”.

En ese sentido, Cantamutto apunta que “este canje al tipo de precio dólar significa congelar la estructura de precios relativos. En todos estos casos, la dolarización se hace tras una devaluación y lo que hace es congelar un atraso de los salarios”. 

Según analiza el especialista, para convalidar las reservas que tiene el Banco Central y así respaldar con dólares los pesos que circulan habría que hacer una devaluación que llevara al dólar a más de 300 o 350 pesos sin que los salarios lo alcanzaran. “El efecto inmediato de esto sería una brutal devastación de las condiciones de vida de la población”, asegura. Mientras que agrega, “sería un aumento enorme de la pobreza, la indigencia y una caída enorme de los salarios”.

Probablemente, los precios “podrían fijarse” tras la devaluación, pero eso no significa que no vaya a haber inflación. En estos momentos, Estados Unidos, que es el país que emite el dólar, está teniendo una devaluación que es la más alta en los últimos 40 años. 

“Esa inflación, en dólares sería importada para la Argentina, que no podría tomar ninguna medida y tendría no una inflación en pesos, sino en dólares, una moneda que no controla ni maneja. Las consecuencias podrían ser devastadoras porque el Estado tendría menos herramientas para atenderla”, asegura.

El gran problema: la inflación

Cuando Cristina Fernández dejó la presidencia en 2015, la inflación rondaba el 15% y las cifras no hacían más que generar dudas con un “INDEC intervenido”.

Tras eso, las gestiones de Mauricio Macri y Alberto Fernández y sus respectivos ministros de economía vieron como crecía y crecía la inflación. Con cuatro de los últimos cinco años que reflejaron una inflación por encima de 50%, el problema parece ser difícil de erradicar.

“Es un problema que salta a la luz más allá de cualquier grieta y está afectando nuestras condiciones de vida y está generando una situación sociopolítica que ha sido vista en otras oportunidades. En el año ’75 tras el Rodrigazo y las hiperinflaciones del ’89 y ’90, generaron un agotamiento en la población que, a posteriori, pudo aceptar soluciones de ‘orden’ incluso si venían desde un orden conservador”, apunta Cantamutto en este sentido.

En ese marco, el economista señala que las respuestas que aportan estos sectores suelen ser “programas económicos regresivos y retardatarios que afectan a la industria nacional, pero que detienen a esta verdadera pandemia que es la inflación, entonces son toleradas o aceptadas por una parte de la población, que de otra manera no lo aceptarían. En este sentido, lo que generan es una especie de consenso negativo”. 

Mientras que apunta que el crecimiento de estos discursos se da “es parte del plafón de ideas delirantes como la dolarización y otras por el estilo que son normalmente fogueadas por los ultraliberales de turno”.

¿Qué tipo de crisis vivimos en los ‘90? “Argentina en aquella época de los ’90 entra en una crisis muy fuerte cuando no puede, luego de la crisis del Tequila en el ’94, tener capacidad de reacción fiscal y monetaria para hacer frente a la situación de crisis. Eliminar una de las herramientas para actuar es muy peligroso”, explica Aroma. 

El gobierno de Alberto Fernández, bajo la gestión económica de Martín Guzmán busca reducir gradualmente la inflación –hasta lo denominó “Guerra contra la inflación” el propio presidente-, pero no está logrando su cometido. El problema central en estos dos años fue resolver la deuda enorme que el gobierno de Mauricio Macri les heredó y que parecía ser una bomba de tiempo difícil de desactivar. 

Los salarios dolarizados y “la competitividad”

Una de las frases más recordadas del Mauricio Macri empresario, casi un lustro antes de dedicarse a la política fue “hay que bajar los costos y los salarios son un costo”.

La mentada dolarización de los salarios y de la vida cotidiana en Argentina debería venir aparejada de una fuerte pérdida del poder adquisitvo. ¿Por qué? Porque un país dolarizado pasa a ser caro para las inversiones extranjeras.

“Para lograr competitividad, se puede lograr a través de la inversión y que incremente la productividad. Algo que el empresariado tiende a rechazar, porque prefiere colocar parte de la ganancia en inmuebles en otros países, en dólares o en títulos públicos”, advierte Cantamutto.

En tanto que subraya que “o puede ser espuria, que se logra devaluando y retrasando las condiciones de vida. Para ganar competitividad por esta vía, la devaluación es una forma y si después de devaluar se congelan los salarios dolarizados, se gana competitividad mediante arrasar las condiciones de vida”.

“De una sacudida” gran parte de la población caería en la pobreza y la indigencia –incluso acelerando los perjuicios que provoca la inflación-. De esta manera, asegura Nicolás Aroma, “lo que se está eliminando al dolarizar la economía es justamente la posibilidad de aplicar políticas sociales a un sector muy importante de la población que está por debajo de la línea de pobreza. Entonces, si uno no puede aplicar un sistema de contención social, que inclusive ahora es insuficiente, queda en evidencia que el proceso de dolarización no es viable”. 

El proceso de dolarización ¿Cómo se hace?

La dolarización “a lo Kun Agüero” no existe. Argentina, ni ningún país que no sea Estados Unidos, tiene la capacidad de emitir dólares. Por tal motivo, no se puede hacer de forma tan liviana.

“Una dolarización significa cambiar toda la moneda en curso por los dólares. Estados Unidos ha dejado en claro a lo largo de las últimas 3 décadas que no apoyaría a la Argentina a la hora de ofrecer un respaldo para conseguir dólares. De manera tal que los dólares que la Argentina tuviera se los tendría que conseguir no solo mediante el comercio, sino evitando que se vayan con los pagos de deuda”, explica Cantamutto.

Por ese motivo, y ante los compromisos de deuda que Argentina debe afrontar, el economista explica que “esto generaría una escasez de dólares circulando en la economía que por supuesto afectaría generando una mayor recesión. Aclaro esto porque se debería venir una devaluación”. 

¿Cómo se cambia a dólares? “En este momento debería hacerse a 200 pesos, pero debería llevarse a 350 o 400 para que pudiera ser contenido por las reservas del mercado Banco Central. Imaginen una devaluación de este tipo para poder respaldar la medida”, agrega Cantamutto.

En una línea similar a la que desarrolla Cantamutto se expresa Aroma para añadir que “lo que hace es terminar o darle un golpe muy fuerte a la industria nacional. La producción nacional tendría el mismo derrotero que en los años ’90, lo que fue un vaciamiento muy fuerte de todo el sector industrial”.

“Lo que haría un proceso de dolarización en la Argentina es una profundización de la desigualdad. Un shock redistributivo regresivo, porque implicaría básicamente eliminar todo tipo de herramientas para contener socialmente a una parte de la población que ya vive en condiciones de pobreza o indigencia”, sostiene el especialista en finanzas públicas. 

Las economías dolarizadas

En América Latina hubo tres experiencias de dolarización: Ecuador, El Salvador y Panamá. Más allá de que ninguna es siquiera mencionada cuando se habla de “economías emergentes” o ejemplos a imitar, la experiencia argentina no sería particularmente comparable con países tan pequeños.

“En Ecuador la dolarización permitió una reducción de la inflación, que sin embargo nunca llegó a cero. Pero al mismo tiempo, lo que produjo fue una consolidación de las condiciones de vida deterioradas de la población ecuatoriana que no han mejorado a lo largo de las últimas dos décadas”, señala Cantamutto.

Mientras que asegura que, por otro lado, “no han logrado terminar con el déficit fiscal y Ecuador terminó en una espiral de endeudamiento de la que no ha podido salir. Ha tenido una gran cantidad de episodios de reestructuración y crisis de deuda a lo largo de los últimos años, iguales o peores a los de Argentina”.

En ese sentido, Aroma analiza que “en términos de pobreza y redistribución de la riqueza, esto también es una locura. Al eliminar las herramientas fiscales y monetarias que puede tener un estado soberano con la emisión de su propia moneda, esto queda totalmente imposibilitado”.

Finalmente, Cantamutto apunta que “estamos en una crisis estructural. En los últimos 10 años la Argentina prácticamente no creció y ha tenido índices de inflación muy elevados, los cuales complican severamente nuestra vida normal”. 

Los cambios de rumbo político no lograron solucionar este problema de larga data. “Una apuesta realmente distinta no sería dolarizar, que es convalidar los intereses del sector concentrado de la economía por la fuerza, sino buscar alternativas que cambien las raíces de la dependencia estructural de esta crisis”, sentencia Cantamutto.


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