Argentina // 2021-08-08
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¿Qué está pasando con el Río Paraná?
Se trata de la mayor bajante de los últimos 77 años y representa una tragedia ecológica.

Foto: Cap Net

Generalmente las civilizaciones se han asentado alrededor de los grandes ríos, debido a sus necesidades de agua, alimentos, transporte y comunicación. Así, por ejemplo, la civilización Egipcia se desarrolló en torno al río Nilo, la antigua Mesopotamia en los ríos Tigris y Éufrates, la China en torno al río Amarillo, la India a partir del Ganges y el Indo o algunas de las actuales capitales europeas que han crecido a orillas del Danubio.

Estas sociedades pasaron de ser neolíticas a transformarse en grandes ciudades, basando su economía en la agricultura y la ganadería. El uso de los ríos es central en la historia, ya que han influido en la agricultura, el transporte, la industria y los asentamientos humanos. La asociación entre los pueblos y el agua es evidente por la gran importancia estratégica, comercial y religiosa de ésta.

El río Paraná también cumple estas funciones en nuestro país. Se trata de un gran río que fluye a través de Brasil, Paraguay y Argentina. Tiene una longitud de 4880 km., lo que lo convierten en el segundo río más largo de Sudamérica y uno de los más largo del mundo. Sin embargo, hoy se encuentra en una situación crítica de desastre ecológico. Y la situación seguirá empeorando a menos que se reviertan los procesos de deforestación masiva en Brasil, Paraguay y Argentina, destinados plantar oleaginosas para exportación.

Las lluvias de Brasil alimentan la cuenca del Paraná, pero el mencionado país sufre la sequía más importante de los últimos 90 años. Dichas lluvias, que hacen caudaloso a nuestro río, son producto de los bosques y la humedad que produce la selva amazónica, a partir de procesos de evaporación y precipitación. Estas grandes masas de aire húmedo luego viajan hasta Paraguay y norte de la Argentina. Estas zonas, el amazonas de Brasil y el chaco argentino y paraguayo, están siendo arrasadas para la ampliación del agronegocio, a partir de la deforestación que, en muchos casos, se acelera con incendios, varios de los cuales son intencionales.  En lo que va del año se han detectado gran cantidad de incendios que arrasaron con más de 50 mil hectáreas en la zona. La intensa sequía, la deforestación en la cuenca y la reducción de los humedales profundizan los problemas y se retroalimentan en un círculo nefasto. 

A la expansión de la frontera agropecuaria, sin planificación territorial ni control gubernamental, cuya acción sobre los suelos provoca efectos nocivos para vida humana y para los ecosistemas, se suma la utilización de millones de litros de insecticidas y agro-tóxicos que se han vuelto de uso permanente en estas actividades. Las causas de la bajante se asocian a diversas políticas extractivas de las áreas agroindustriales, forestales, fluviales y mineras. Todo lo cual empeora los efectos del ya dañino cambio climático.

En ese marco, 26 de julio el gobierno nacional decretó la emergencia hídrica por 180 días para las provincias de Misiones, Chaco, Formosa, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. El Instituto Nacional del Agua proyecta que para finales de septiembre el Paraná, a la altura de Santa Fe, podría alcanzar los niveles más bajos de la historia, superando la marca de 1944.

Por otra parte, además de ser un desastre natural, se generan efectos económicos y trastornos en las poblaciones ribereñas y en las actividades productivas a lo largo de la cuenca. Los principales impactos se dan en la ganadería que se desarrolla en las islas, afectados por la baja disponibilidad de agua y pastos. También se ven afectadas las actividades como apicultura, pesca y el transporte fluvial de madera. A su vez se afectará el abastecimiento y calidad del agua potable y la generación de energía hidroeléctrica.

Estudian cómo impacta la bajante del río Paraná en el agro y el ambiente

Millones de hectáreas devastadas desde fines del siglo pasado han contribuido intensamente a agravar los efectos del cambio climático, transformando el ciclo natural del ecosistema y generando bajantes en el nivel del río Paraná. A su vez, se profundiza la situación con los continuos dragados realizados para reducir al máximo el costo de transporte y logística. Aunque la falta de agua también aumentó los costos de los agroexportadores en un 300 por ciento.

La bajante está complicando seriamente las operaciones de carga de los buques en las terminales portuarias del gran rosario, en Santa Fe, por donde sale el 70 por ciento de los granos y más del 90 por ciento de los aceites y harinas que exporta la Argentina. Para no encallar, los buques se trasladan obligadamente con menos carga en su viaje hacia el Atlántico, lo que se traduce en mayores costos logísticos y de transporte. El 70 por ciento de las divisas que ingresan al país se deben al complejo de la soja, el trigo y el maíz. Y si se limita o se traba esta vía también se frena el ingreso de divisas, perjudicando a la economía en su conjunto y a los mismos que, muchas veces, son parte de las causas de los problemas.

Las prácticas extractivas en los territorios, sin tener en cuenta el daño ambiental, pueden llevar a desastres irreversibles en los ecosistemas y en las actividades humanas. Es momento de elaborar y aplicar planes de ordenamiento territorial para determinar cómo, dónde y porqué realizar determinadas actividades productivas que tengan presente el cuidado del medio ambiente y la protección de recursos naturales.  


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