Columnistas // 2020-07-18
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Estados Unidos y China retoman la disputa estratégica
En un mundo conmocionado por la pandemia, se recrudece y toma nuevo impulso la disputa entre Estados Unidos y China.


La rivalidad no es solamente militar o ideológica, sino también comercial, tecnológica y estratégica. Está en juego la influencia sobre la comunidad internacional y el liderazgo del sistema internacional. Por lo tanto, tiene implicancias y consecuencias para el resto de los actores. 

Desde la asunción de Donald Trump hace más de tres años, Estados Unidos escaló sistemáticamente la confrontación con China. Primero con una guerra comercial a través de la imposición de aranceles y ahora con las denuncias sobre la responsabilidad de china en la pandemia que azota al planeta.

Una de las peleas más intensas es la que fue derivando hacia la empresa de tecnología china Huawei. Washington la acusa de realizar espionaje al servicio del gobierno chino y ha conseguido que algunos países se enfrenten a la compañía. Cuando estalló la peor pandemia del siglo, Estados Unidos (también) responsabilizó a China.

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ha ordenado que los equipos de Huawei sean completamente retirados de la red de 5G británica para 2027. El cambio de criterio llega a pesar de que en enero Londres había permitido la participación de Huawei. Interesante nueva aplicación de “libertad de mercado”, “libertad de empresa” y “libre competencia”.  

Esta decisión perjudicará a los consumidores impidiéndoles el acceso a nuevas tecnologías, lo que puede ralentizar el desarrollo digital de Reino Unido, aumentar sus costos y profundizar la brecha digital. En lugar de subir el nivel, el gobierno está bajándolo. 

Estados Unidos intentará también que otros países imiten al Reino Unido buscando expulsar a la empresa china de Europa. 

Luego de imponer sanciones a funcionarios chinos hace unos días, el gobierno de Estados Unidos rechazó los reclamos territoriales de Beijing sobre el Mar de la China Meridional, una región estratégica para la potencia asiática. Una zona que posee cientos de islas y preciados yacimientos de petróleo y gas. Alrededor del 30% del comercio global atraviesa el Mar de la China Meridional. 

“Lo dejamos bien en claro: Los reclamos que hace Beijing sobre recursos offshore de la mayor parte del mar de la China Meridional son completamente ilegales", anunció el secretario de Estado, Michael Pompeo. 

China necesita controlar este área para mantener su desarrollo en la región. Son territorios que pretenden también algunos de sus vecinos, varios de ellos aliados de Estados Unidos, que han “invitado” a las fuerzas militares de esa potencia a patrullar aquellas aguas.

En las últimas semanas, Estados Unidos ha acumulado sanciones económicas y políticas contra funcionarios chinos por la situación en el Tibet y la supuesta persecución de la minoría musulmana uigur, denuncias por la represión en Hong Kong y acusaciones por la presunta manipulación de la información durante el inicio de la pandemia en la ciudad de Wuhan.

Mientras tanto, en Estados Unidos se vive una crisis sanitaria y económica cada vez más grave y con elecciones presidenciales dentro de solo cuatro meses. Trump ha decidido, una vez más, basar su campaña electoral en ataques a la República Popular China. En ese marco, no sería de extrañar que se intensifique la violencia contra otros enemigos declarados de Washington: Irán y Venezuela entre los más obvios. Donald Trump buscará su reelección en noviembre: Esta elección del pueblo estadounidense tendrá implicancias enormes para el resto del mundo. 

Estados Unidos envió hace unas semanas los portaaviones Ronald Reagan y Nimitz a esa zona del Mar Meridional. También continuó vendiendo armas a Taiwán a pesar de la disputa de soberanía que la isla mantiene con China, lo que generó una enérgica respuesta diplomática del gobierno de Xi Jinping, acusando a Washington de provocar inestabilidad y tensión con sus acciones. 

En un momento en que el mundo sigue luchando contra el coronavirus y Estados Unidos está inmerso en un desastre sanitario, político y económico, la estrategia estadounidense será desviar la atención de su ineficaz gestión. 

El cerco militar que está construyendo Estados Unidos lleva a China a estrechar lazos con Rusia e Irán. Necesita una vía alternativa al Estrecho de Malaca para el comercio y provisión de recursos necesarios que den continuidad a su extraordinario desarrollo.

Mientras acrecienta y moderniza su flota naval para enfrentar riesgos en el mar, también consolida su alianza energética con Rusia. Esa combinación, de sostenerse en el mediano plazo, puede ser muy difícil de contrarrestar para los estadounidenses.  

En medio de esta confrontación, se conoció que la economía de China está creciendo nuevamente: Creció 3,2% en el período de abril a junio en comparación con el año anterior, según las estadísticas gubernamentales. También significa que evitó la recesión. En el primer trimestre, la economía de US$ 14 billones de dólares se contrajo un 6,8%, la primera vez que el país sufrió una contracción económica desde 1976.

Según las previsiones del Banco Mundial, este año China registrará un crecimiento de 1%, en contraste con la contracción de 6,1% en Estados Unidos, de 9,1% en la Zona Euro y de 6,1% en Japón. Incluso algunos analistas sostienen que China podría crecer hasta un 2,5% en este año de pandemia. 

Luego de la pandemia, China se encontrará un escalón más arriba que su oponente directo en la disputa estratégica. Al fin y al cabo, dicen, no es más que la historia del mundo presentada por el griego Tucídides, en la que una superpotencia hegemónica en declive, se enfrenta a otra emergente en ascenso. Tucídides se enfocó en la inevitable tensión causada por el rápido cambio en el balance del poder entre dos potencias rivales. En ese sentido, nunca antes hubo un cambio tan vertiginoso como el ascenso de China. ¿Podrá transitar el mundo este reajuste en forma pacífica?


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