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Los pronósticos sombríos del actual sistema productivo y de comercialización ponen de relieve que la amenaza real del Covid-19 además de la pandemia e índice de letalidad, es la ineficiencia concreta de un sistema económico que genera beneficios de magnitud a un minúsculo sector de la sociedad, y no puede instrumentar barreras para bloquear un incidente de volumen a nivel mundial que amenaza las estructuras socio-demográficas de los países infectados por el virus.
China fue el primer país en el que el Coronavirus hizo su aparición, la estructura del poder político chino inicio la toma de decisiones políticas, económicas y sociales sin la presión de un empresariado propenso a evaluar la eventual pérdida de rentabilidad ante una paralización productiva de la economía, para acompañar o no la iniciativa oficial.
EE.UU. rechazo cualquier opción de suspender actividad empresarial y de unidades de comercialización, que solo cambio ante un evento inexorable como el crecimiento exponencial de contagios y una tasa incremental de muerte entre los infectados.
Un tercio de los trabajadores del mundo están en pleno aislamiento, sin concurrir a sus trabajos, que genera una reducción de demanda motorizada por la pérdida de ingresos. Es casi segura la posibilidad que muchos empleos se perderán, la pregunta es la calidad y el volumen de los trabajadores que quedaran fuera del mercado de laboral.
Argentina enfrenta la crisis sanitaria con medidas concretas en el plano de la salud pública, los ciudadanos en una alta proporción acompañan las decisiones del gobierno central, el antecedente de un escenario económico declinante e inestable resultado de la aplicación de una política económica neoliberal que dejo o intento dejar en manos del “mercado” muchas de las funciones básicas del estado-nación, no es la mejor plataforma para enfrentar los actuales acontecimientos.
La pobreza e informalidad laboral, el endeudamiento, la destrucción del entramado industrial y un pseudo-desprecio por la política, fueron las herramientas que propuso la gestión Macri para intentar doblegar a fuerzas políticas, sindicales y empresariales pymes que exponían sus reparos a la orientación de la administración de la cosa pública.
Mendoza en el periodo 2016-2019 recorrió un camino de inconsistencias económicas. Una deuda consolidada en crecimiento exponencial, desempleo y precarización laboral, volumen de ventas de supermercados y combustibles en retroceso, exportaciones erráticas a pesar de las continuas devaluaciones de la moneda local frente al dólar, fueron los eventos dominantes en dicho lapso de tiempo.
La provincia perdió posicionamiento relativo en la economía nacional, que se asocia a la ausencia de definición de un perfil económico–productivo. Es evidente que el estado de situación mendocino es un proceso que se inició antes del año 2015, no obstante, el modelo económico UCR-PRO agudizo el declive.
Las potenciales consecuencias económicas del Covid-19, no solo desnuda una administración provincial sin estrategia, además expone a la economía provincial a un proceso de deterioro estructural que demandara mucho esfuerzo y años para revertirlo.
La industria petrolera no encuentra freno a una desvalorización de sus activos, por lo tanto, el Proyecto Vaca Muerta que originaba una perspectiva económica positiva para la provincia, en el actual contexto ha perdido esa condición.
Las estructuras comerciales (mayorista y minorista) tendrán un acelerado deterioro con un importante número de quebrantos y expulsión de mano de obra. El turismo y las actividades anexas (básicamente gastronomía y hotelería), no podrán superar las vigentes restricciones a la movilización y concentración de ciudadanos, que se instrumentan en una importante porción del mundo.
La actividad económica provincial representada por el Producto Bruto Geográfico (PBG), en 2018 expone que el sector “Comercios, Restaurantes y Hoteles” represento el 22,2% del total general. En el caso del empleo, los rubros “Comercio al por mayor y por menor” y “Hoteles y restaurantes” representaban de forma conjunta en el tercer trimestre de 2019 el 21,6% de los asalariados registrado del sector privado, según el Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial del Ministerio de Trabajo de la Nación.
Las actividades profesionales independientes y la mano de obra informal, verán reducidas sus opciones de prestaciones laborales, con la consiguiente caída de sus ingresos.
Es esperable que en el mediano plazo el impacto del desempleo y la reducción de ingresos incorpore paulatinamente un deterioro en la oferta en salud y educación del ámbito privado (prepagas y colegios). El estado provincial tendrá la necesidad de instrumentar un programa de infraestructura física y operativa para asistir a un sector de la sociedad cuyas demandas mutan de lo privado a lo público.
La deuda en moneda extranjera que registra la provincia es otro ítem de análisis toda vez que los vencimientos del presente año tienen bajas o nulas posibilidades de afrontarse por el drenaje de fondos destinados a la pandemia y una recaudación tributaria en caída libre por la inexistencia de operaciones comerciales.
El contexto futuro de la economía provincial se complejiza no solo por las consecuencias directas e indirectas del Coronavirus, sino por una estructura socio-productiva que deberá adaptarse a un escenario económico totalmente diferente al conocido hasta solo tres meses.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha empeorado sus pronósticos con respecto a la economía mundial, considerando que ya está en una recesión "mucho peor" que la de 2008.
Salud, trabajo y educación, son los desafíos post-Covid 19, Mendoza y su dirigencia política, económica y social deberán extremar sus capacidades de liderazgo para amortiguar un impacto que será recordado por volumen y la velocidad de los acontecimientos.