Argentina // 2020-02-14
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Las mujeres Moro, abriendo caminos por la verdad y la justicia
Un esbozo del recorrido físico e institucional hecho por Penélope y Melody Moro y por su madre, Raquel Rocchietti, para develar las causas que condujeron a la muerte del periodista Sebastián Moro.


Desde hace semanas me hacen cosquillas las yemas de los dedos por escribir acerca del caso de Sebastián Moro. Le doy vueltas a cómo abordar una nota sobre él. Qué decir de Sebastián Moro que ya no se haya dicho. Qué aportar sobre su trayectoria, su pluma, su compromiso.

Qué otro reconocimiento podría hacerse de Sebastián Moro más que el que, mal y tarde, hoy enarbolamos como consigna, en un contexto en el que hemos naturalizado una dictadura en un país de este lado del mundo en pleno 2020.

Le doy vueltas a cómo escribir un artículo sobre la muerte de Sebastián Moro. Y en ese rebusque me atrevo a escribirlo así: en primera persona. Y me nace, se me atropellan los dedos, por escribir sobre otras Moro.

Porque la vigencia del reclamo de verdad y justicia por Sebastián, a casi tres meses de su deceso, se debe a que las mujeres Moro, en medio de un dolor inmenso, no han tenido respiro en la lucha por esclarecer las causas de la muerte de su hermano e hijo.

Las hermanas Penélope y Melody Moro, junto a su mamá Raquel Rocchietti, llevan adelante un reclamo sostenido solicitando que se investiguen fehacientemente los hechos que desencadenaron el fallecimiento de Sebastián.

Los kilómetros de distancia, los kilómetros de espera, los comenzaron a recorrer junto con el advenimiento del golpe de estado en Bolivia el 10 de noviembre de 2019. Esa mañana se enteraron que Sebastián habría sufrido un Accidente Cerebro Vascular en su casa en El Alto, la noche anterior.

“Perdimos comunicación con Sebastián desde el sábado a la noche hasta el domingo. Nos comunicamos con un allegado para que lo contactara. Lo encontró en su habitación, en estado de semi inconciencia”, narra Penélope.

Quien socorrió a Sebastián les contó que estaba golpeado y les envió algunas fotos. Sebastián fue internado de urgencia en una clínica privada paceña. “Inmediatamente, nos movilizamos las mujeres de la familia para llegar a Bolivia”, repasa su hermana.

Esa misma noche, Penélope se alistó para viajar a La Paz. Arribó a la capital boliviana en pleno clima desestabilizador, el 11 de noviembre. Casi a hurtadillas, gestionado una mínima garantía con el todavía estado boliviano de derecho, logró llegar junto a su hermano.

“Al tener contacto con el cuerpo de Sebastián, constato los golpes y consulto con los médicos si tienen relación con el ACV, que fue la primera versión. Los médicos me dicen que no tienen relación con el ACV, que son producto de una agresión sufrida con anterioridad”, detalla Penélope.

En esa incertidumbre, pasó algunos días Penélope cuidando a su hermano. Poco después, llegaron a Bolivia Melody y Raquel. Padecieron la intranquilidad por la salud e integridad de Sebastián, en un contexto de instauración de golpe de estado, de extrema violencia.

Penélope recuerda: “Esa misma semana se dieron las masacres de Senkata y de Sacaba. Fue realmente muy difícil. Cuando yo llegué a La Paz, el país estaba tomado por la policía y el ejército”.

Violaciones sistemáticas, desaparición forzosa de personas, torturas, delitos sexuales y falta de garantías procesales de dichas masacres en El Alto, la de Senkata, y en Cochabamba, la de Sacaba, están documentados por la Delegación Argentina en Solidaridad con Bolivia.

Las mujeres Moro lidiaron con ese clima y caos que “fue tremendo y de muchísima violencia. Esta es una dictadura con un componente civil muy fuerte, con un alto grado de racismo y revanchismo, después de 14 años de conquistas para el pueblo y reconocimiento para los indígenas”, cuenta Penélope.

“No podíamos hacer denuncias en ese contexto, porque teníamos que garantizar la atención médica de Sebastián y proteger nuestra integridad. Teníamos que volver a la Argentina sanas y salvas”, explica.

El 16 de noviembre murió Sebastián, en La Paz, Bolivia, en pleno gobierno de facto. “Ni en pedo me quedó acá a vivir en dictadura”, me había dicho la noche del 9 de noviembre, previo al golpe que estalló a la mañana siguiente.

Las mujeres volvieron a Mendoza con sus cenizas, porque no hubo chances de otra forma. La cremación debería haberse realizado después de una autopsia, pero no se pudo. La familia estaba urgida por salir de Bolivia y retornar a Argentina.

El diagnóstico de presunto ACV de Sebastián tenía puntos flacos desde el comienzo, por eso ni bien llegadas a la provincia, consultaron con abogados especializados en delitos de lesa humanidad.

 “En la casa de Sebastián faltaban elementos que hacen a su labor periodística: su grabador, su anotador, el chaleco que lo identificaba como tal. Además, la puerta estaba abierta. Todo esto hace un cuadro que nos permite sospechar bastante de que se trate de un ACV aislado”, considera Rodolfo Yanzón, abogado de la causa proponiéndose armar un rompecabezas.

Penélope indica: “Con pruebas, con la historia clínica de Sebastián, con algunos testimonios, los abogados consideraron que se tenía que investigar y que no podía quedar silenciado. Además, un perito forense analizó las fotografías donde se muestran los golpes”.

Ese mismo forense “tomó contacto con miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense que concluyeron que la muerte de Sebastián es extremadamente dudosa y que amerita una investigación rigurosa”, remata Penélope.

Por eso, las mujeres Moro recorren por estos días la Capital Federal, manteniendo una serie de reuniones con autoridades y referentes políticos y sociales para vehiculizar, a nivel institucional, el reclamo por verdad y justicia para Seba.

Esta semana fueron recibidas por el Secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla,  y la Subsecretaria de Protección y Enlace Internacional, Andrea Pochak. A ellos les consultaron sobre las posibilidades para que desde nuestro país se lleve a cabo una acción penal de carácter institucional.

Sin embargo, las Moro asumen que “es todo muy complicado porque Bolivia no está funcionando por las vías del derecho. Hay una dictadura, no hay garantías para que se investigue o siquiera puedan accionar los abogados, por lo que la de Sebastián no es una causa que tenga novedades, está todo quieto”, manifiesta su hermana.

Asimismo, la muerte de Sebastián como el reclamo para esclarecer tales motivos los plantearon y denunciaron en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la Defensoría por la libertad de expresión y los Derechos Humanos y en la Defensoría del pueblo de Bolivia, enumera Penélope.

El abogado Yanzón destaca: “Hemos realizado algunas gestiones para acceder a medidas que creemos que son necesarias, por ahora no es fácil hacerlo. Hemos pedido  los miembros de la CIDH algunas diligencias, porque hay personas que pueden ser testigos y tienen mucho miedo de ser agredidas”.

A la vez, las mujeres Moro han mantenida reuniones con el SIPREBA, el Sindicato de Prensa de Buenos Aires, con trabajadores de la TV Pública y de Página 12, diario para el cuál Sebastián se desempeñó como corresponsal. Las y los trabajadores de prensa, tras reunirse con ellas, se han solidarizado con el reclamo de la familia.

Este jueves, junto a las Madres de Plaza de Mayo, marcharon juntas para desenmascarar las causas de la muerte de Seba. “Se está generando empatía con la historia de Sebastián”, expresa Penélope luego de compartir con las Madres el reclamo por su hermano.

En este devenir en búsqueda de verdad y justicia, Penélope, Melody y Raquel han conocido a la familia de Facundo Molares, un reportero gráfico argentino que se encuentra detenido en una cárcel de El Alto acusado de sedición mientras ejercía su tarea, por el gobierno inconstitucional de Bolivia.

Junto a la familia de Facundo, aúnan el reclamo de libertad para uno y de verdad y justicia para el otro. Con ellos, junto a otros organismos, han conformado una coordinadora en solidaridad con Facundo Molares.

Este mediodía marchan desde el Obelisco, pasando por la Embajada de Bolivia en la Argentina, hasta la Cancillería, “para que los casos de Sebastián y Facundo sean atendidos y el estado nacional tome cartas en el asunto, tratándose de dos periodistas argentinos”, manifiesta Penélope.

“Porque no queremos que ningún periodista más comprometido con su labor termine muerto, termine secuestrado, termine precarizado, por tomar la responsabilidad de ejercer la información como un derecho humano y no como una mera mercancía”, concluye.

Pero antes, como al pasar, mientras dialogamos, Penélope dice: “Mi corazón se ha quedado en Bolivia”, y eso me resuena, me conmueve. Porque lo dice entera y valiente. Porque hoy reclamamos verdad y justicia por Sebastián, porque casi nos olvidamos, y sin embargo  las mujeres Moro nos lo han hecho vigente, necesario.


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