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Perdió la primaria por más de 15 puntos. Vio esfumarse el sueño de la reelección. Se enojó con quienes no lo votaron, los amenazó. Dejó subir el dólar y una nueva devaluación que “nos hará todavía más pobres”. Pidió disculpas. Buscó mostrarse medido, conciliador; presidente, más que candidato. Es Mauricio Macri. El presidente en su laberinto.
En sólo una semana el presidente dilapidó casi todo su capital político. Y buena parte de su legitimidad. El domingo pasado fue derrotado de manera tan contundente como inesperada por Alberto Fernández. Pero perdió mucho más después, cuando apareció desencajado, ganado por la frustración, tirando golpes al vacío como un niño caprichoso que busca adecuar la realidad a sus deseos.
Empujado por buena parte de sus aliados decidió dar un golpe de timón. El miércoles leyó un discurso conciliador con el que intentó bajar el tono del lunes de furia. A partir de allí empezó a anunciar medidas económicas para tratar de encauzar la crisis y llegar con la menor cantidad de sobresaltos posibles al traspaso de mando de diciembre próximo; y de ser posible, volver a tener chances en octubre próximo.
“Después del resultado del domingo Macri optó por su rol de candidato y no por su rol institucional. Recién empezó a revertir esto cuando el miércoles a la noche llamó y habló con Alberto Fernández, de quien obtuvo una respuesta a tono con la realidad”, explica a el antropólogo Alejandro Grimson.
“Todos los manuales dicen que el presidente debería poner un paréntesis al papel de candidato y abocarse a resolver la crisis”, apunta el politólogo Mario Riorda, para quien Macri debería evitar “la subjetivación de la crisis (esto me pasa a mí porque…) y la multiplicación de vocerías (ministros, Carrió, etcétera) para llevar él mismo certidumbre ante una crisis que no sólo es económica sino también política”.
Antídoto y veneno
Al igual que ocurrió hace cuatro meses cuando su imagen estaba en un piso histórico que le impedía ilusionarse con la reelección, Macri acudió a una serie de medidas que buscan preservar el poder adquisitivo de los asalariados, asistir a los más necesitados y socorrer a las pequeñas y medianas empresas.
Desde el congelamiento de tarifas y los productos esenciales anunciados en abril pasado a la suba del mínimo no imponible, los bonos para los trabajadores del sector público y privado y la eliminación del IVA hasta fin de año sobre 13 productos de la canasta básica post primarias, el gobierno repite el libreto para subsistir y sumar chances en el escenario electoral, en ese orden.
El problema del presidente, antes y ahora, es el mismo. Son medidas en las que no cree (y que suele denostar por “populistas”), están concebidas como parches y no como parte de un programa económico y se aplican desde la debilidad, con la autoridad disminuida, no solo ante la población sino también frente a los tan invocados “mercados”.
En este escenario florecen las paradojas. El gobierno propone medidas que son un antídoto a sus propias políticas. El peronismo cuida más la institucionalidad que algunos aliados del presidente. Las declaraciones de Alberto Fernández del jueves a la mañana ayudaron a aplacar la suba del dólar. Las arengas conspirativas de Elisa Carrió, con el fraude tramado por los narcos como parte del menú, a incrementar la incertidumbre.
En palabras de Riorda: “El problema no son los dichos de Carrió sino la adhesión de Cambiemos”. Lo que está por verse es cuál de los “dos Macri” prevalecerá: si el del lunes o el del miércoles. El que dijo “esto es lo que les va a pasar si no me votan en octubre” o el que llamó a Alberto Fernández y dejó de lado el discurso del miedo.
Ya no sos mi Margarita…
“El humor social comenzó a cambiar antes del 11 de agosto y la fórmula Fernández-Fernández le vio viabilidad a esa necesidad de cambio”, explica Grimson, para quien “lo que se vio el domingo fue una derrota de la política económica pero también de cómo se contaron las cosas”.
“Macri justificó el malestar de la sociedad porque pidió subir el Aconcagua, pero lo que en realidad había dicho hasta ahora era otra cosa, pedía subir cerros menores, y ese desfasaje entre lo dicho y lo hecho también se le facturó”, asegura el autor de “¿Qué es el peronismo?”.
Todo parece indicar que el presidente creyó en su propio guion. Abusando, incluso, de la sobreactuación. Si una victoria del Frente de Todos convertía automáticamente a la Argentina en Venezuela cuando ese triunfo se produjera la frágil economía nacional estallaría. Y eso fue lo pasó. Algo así como pegarse un tiro en el pie.
La suba del dólar a partir del lunes 12 (que el gobierno entrevió como un escarmiento por “haber votado mal”) forzó una nueva devaluación y Macri quedó contra las cuerdas, ya que la situación social puede tornar insostenible cuando se traslade a los precios.
“El gobierno hizo campaña confrontando con el kirchnerismo, con una forma estigmatizada de lo que supuestamente es el kirchnerismo, y ahí también se equivocó porque Alberto Fernández tiene otras formas, entabla otro tipo de diálogos, con otros actores”, señala Grimson, lo que terminó por descolocar al oficialismo.
Voto miedo / voto pudor
La distancia entre el discurso oficial y lo que pasaba en la calle sorprendió a Juntos por el Cambio. El oficialismo no registró que profundizar la grieta (o el odio, como se quiera) puede ser útil para destruir desde la oposición pero difícilmente lo sea para construir mayorías después de cuatro años en que la situación económico-social empeoró.
A favor de Macri puede decirse que esto recién se hizo patente en la soledad del cuarto oscuro, lejos de la mirada vergonzante de los medios y del discurso oficial. Marcelo Bermolén, director del Observatorio de Calidad Institucional de la Universidad Austral, describió esta situación al analizar el papel de los encuestadores en la elección del domingo.
“Buena parte del desacierto (de las encuestadoras) se puede explicar en la existencia del denominado voto ‘pudor’. La demonización de un candidato por parte de los medios masivos de comunicación, encolumnados detrás de la figura del candidato oficial, provoca que el votante no esté dispuesto a revelar su simpatía con el candidato cuestionado y prefiera callar o mentir al respecto”, explica Bermolén.
El experto agrega a esto que “el uso y abuso de las redes sociales -incluso dentro de la denominada veda electoral- no tuvieron para la alianza que encabeza el actual mandatario la incidencia esperada, en tanto la subestimación del ciudadano puede constituirse en un factor adicional de rechazo, si se repiten ciertas técnicas y se usan discursos poco realistas”.
Post PASO
“La gente se pregunta si la suba del dólar, si el descalabro que generó no el resultado de la elección sino la propia política del gobierno paró acá o va a seguir, porque lo que sucedió esta semana ya tiene como consecuencia más pobreza y más hambre”, advierte Grimson.
Para el analista “el gobierno tiene todas las herramientas para que esta situación de incertidumbre y deterioro económico que vimos a partir del resultado de las PASO se detenga. No hay fundamentos para que todo esto siga una semana más”.
Cuál de los dos Macri, el presidente o el candidato, prevalezca las próximas semanas dará un indicio de lo que puede pasar hasta fin de año. En el terreno económico y también en el político, incluso en el oficialismo.
Dirigentes como Horacio Rodríguez Larreta, e incluso la propia María Eugenia Vidal, aun perdiendo en la provincia de Buenos Aires, pueden aspirar a un lugar en la política argentina que seguramente el presidente tendrá vedado.
“No es lo mismo para el Pro –ensaya Grimson- entregar el gobierno con un país estallado que hacerlo dentro de los tiempos constitucionales, aún en una situación crítica como la que va a dejar. Juntos para el Cambio está lejos de pulverizarse por la derrota electoral. Sólo el egocentrismo (presidencial) puede llevar a querer que se incendie todo”.
Grietas
“El gobierno apostó por la grieta, por profundizar una política de odio para obtener un puñado más de votos, en una política no sólo no le dio resultados sino que debilita la cultura democrática del país”, señala Grimson.
Para el especialista “hay un cuarto de la población fuertemente antiperonista que tiene una posición cerrada que le impide entender las razones por las que el peronismo gana las elecciones, del mismo modo en que las pierde. Hay muchas dificultades para asimilar esto”.
Si Macri opta este camino y dirige su discurso hacia este segmento de la sociedad (en modo Carrió) difícilmente pueda lograr más votos de los que obtuvo el domingo pasado. Tampoco, por ese camino, logrará mayor gobernabilidad, profundizará la crisis y el futuro será todavía más incierto.
En cambio, si predomina el equilibrio que dijo recuperar el miércoles y logra salir del laberinto en el que lo metió su propio relato, la realidad puede ser otra. Es muy probable que no le alcance para ser reelecto. Pero tendrá otra perspectiva. Para sí, para su espacio político y para toda la Argentina.