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Tras la aprobación, la semana pasada en el Senado nacional, de cambios en la ley contra la violencia hacia las mujeres, la docente, abogada y especialista en criminología Claudia Cesaroni afirmó que incluir al acoso callejero entre los delitos del Código Penal "no resuelve el problema", y puso como ejemplo la tipificación del “feminicidio” como delito, que no logró frenar los crímenes de género.
Consideró que “es un error pensar que las conductas sociales se resuelven con algún tipo de punitivismo”, y que ese tipo de normas “no hacen más que darle más poder a las policías en la calle”. De tal manera, “lo que se pretende resolver no se resuelve y decanta siempre en un mayor control de las fuerzas de seguridad en el espacio público”, dijo en esta entrevista con Va Con Firma.
Tras remarcar que “todas las mujeres” y cualquier persona tienen “derecho a circular por la calle sin que nadie nos comente nada sobre nuestra forma” de hacerlo, dijo que “la pregunta es cómo hacer” para lograrlo, y propuso “un laburo más lento, cultural", para "desnaturalizar" ciertas conductas. Aclaró que la discusión es sobre “una frase o una mirada”, algo totalmente diferente de “las exhibiciones obscenas”, que son un delito y ya están penalizadas.
Cesaroni es autora de los libros "La vida como castigo" (2010), donde recupera el testimonio de jóvenes condenados a prisión perpetua, y "Masacre en el Pabellón 7mo." (2013), sobre la matanza de 68 presos en la cárcel de Devoto en 1978. Al argumentar contra la baja de la edad de punibilidad, elogió que Neuquén se oponga a tal medida, y destacó que “es la única provincia que se ha expresado así”.
-Esta semana el Senado sancionó una ley que modifica la actual ley 26485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, e incorpora en el texto el acoso callejero como una de las formas de violencia. Además, hay un proyecto que tiene media sanción que busca incorporar el acoso callejero como delito en el Código Penal. ¿Qué opinión te merecen estas iniciativas?
-Una cuestión es el error, para mí, de pensar que las conductas sociales se resuelven con algún tipo de punitivismo. La segunda cuestión es que todo ese tipo de modificaciones no hacen más que darle más poder a las policías o a las fuerzas de seguridad en la calle, y son también profundamente clasistas, porque seguramente el texto dirá que es una multa convertible en otra cosa para el que no pueda pagar, como en días de arresto o trabajo comunitario. Me parece que en este caso, como en tantos otros, lo que se pretende resolver no se resuelve y decanta siempre en un mayor control de las fuerzas de seguridad en el espacio público. No es el tipo de ciudad en el que a mí me gusta vivir ni en el que quiero que las pibas y los pibes crezcan. Me parece que hay que hacer un laburo más lento, cultural. Lo que sancionaron en el Senado dice que es acoso lo gestual, lo no verbal. O sea, una mirada. ¿Cómo lo medís? Obviamente hay miradas que son molestas en la calle, pero ¿cuál es el límite de la penalización de lo que el otro haga?
-Lo cierto es que el acoso de algunos varones hacia algunas mujeres existe. ¿Cómo se puede trabajar entonces para que deje de ocurrir?
-La discusión es la definición de lo que significa acoso. El debate empezó por la diferencia entre el piropo y el acoso. Quiero ser clara con esto: las exhibiciones obscenas ya están penalizadas en el Código Penal, son un delito. No estamos hablando de eso. Estamos hablando de una frase, o una mirada. No es lo mismo que una exhibición obscena. Y me parece que establecer una multa o convertir eso en un delito no lo resuelve. La policía termina seleccionando a quién va a llevar ante un fiscal, y a mí me paree que hay otras cosas más importantes que hacer. Estoy absolutamente convencida de que todas las mujeres y todos los seres humanos en general tienen derecho a circular por la calle sin que nadie nos comente nada sobre nuestra forma de circular. Nada. Ahora: la pregunta es cómo hacer para que eso no suceda. Yo creo que la mejor manera es que las mujeres nos plantemos, cosa que hacemos muchas veces. Pararse y decir "no me interesa tu opinión". Y ya está, no pasa nada. Hay un avance cultural que se da naturalmente por ejemplo en los lugares de trabajo, de estudio, donde los chistes ya tienen mucho menos éxito que cuando yo era joven, hace 40 años. Una parte tiene que ver con desnaturalizar lo que hasta determinado momento nos parecía natural. Por ejemplo, cuando decimos "este gobierno es autista". ¿Viste que hay una cosa de decir autista, o "esto es un cáncer", y nadie se daba cuenta que eso afectaba a las personas que tenían algún familiar autista o con cáncer hasta que alguien dijo "por qué usamos como insulto una enfermedad?". Entonces, empieza a dejar de hacerse. Me parece que en lugar de penalizar ese tipo de cosas hay que modificarlas haciendo más poderosas, más fuertes o con más capacidad de defensa a las que les molestan.
-Además de empoderar a las víctimas del acoso, ¿crees que desde el Estado se deben llevar adelante acciones para evitar que ocurra? Por ejemplo, el trabajo que hace la dirección provincial de Masculinidades en Neuquén.
-Me parece buenísimo que el Estado en todas sus instituciones, y en lo posible en las no penales, trabaje en desnaturalizar conductas de varones y de mujeres que a veces criamos a nuestros hijos de modo machista. Yo soy docente de una escuela secundaria y siempre hago la misma pregunta: "¿en tu casa, quién levanta los platos, quién pone la mesa?". Eso me sirve para trabajar meses sobre discriminación y machismo. Y quienes organizan la vida de esa manera son también las mujeres. Me parece que en todos los ámbitos del Estado, en la propia escuela, tratamos de construir relaciones equitativas en las cosas cotidianas. No toleramos ninguna observación sobre el aspecto físico y sin embargo muchas veces nosotras les decimos a las nenas "qué linda que viniste hoy", como un elogio, y tiene que ver con resaltar un aspecto físico. Está tan metido en nuestra cultura que todos hacemos eso todo el tiempo, hasta con nuestros hijos. La glorificación de la belleza.
-En Neuquén, una organización feminista presentó a principio de mes un proyecto en la Legislatura que busca prevenir el acoso callejero y sancionar a quienes lo cometan con multas que van de los 5.000 a los 12.000 pesos. ¿Cree que el punitivismo es propio de la sociedad actual, que es machista, y que el feminismo tendría que proponer otro tipo de soluciones?
-Hay diversos modos de posicionarse desde el feminismo. Yo me considero una militante -entre muchas otras cosas- feminista desde que tengo uso de razón, en mi modo de abordar la vida, en las cosas que he hecho, y estoy en contra de esa mirada. Y hay muchas otras mujeres que cuestionan eso. Yo no me siento ajena a los reclamos de las luchas del movimiento feminista y al mismo tiempo cuestiono y me voy a poner siempre en contra del punitivismo.
-¿Por qué cree que la primera medida que surge como solución es aumentar las penas?
-Bueno, eso no ocurre en este plano nada más y es una batalla perdida. El caso más terrible es el de los feminicidios. Como respuesta se incorporó como medida calificada el delito de “feminicidio”, y eso no operó en lo más mínimo como solución. Es lo que llamamos en criminología el "derecho penal simbólico". Es usar el derecho penal para que cumpla un efecto más simbólico que real porque no evita lo que decimos que va a evitar. Calma a la gente y hace que las víctimas se sienten más tranquilas pero evidentemente no resuelve nada, no terminaron las muertes de mujeres porque se incorporara la figura de “feminicidio” al Código Penal. El punto es que una parte importante de la sociedad piensa que amenazar con castigos evita que las situaciones sucedan y está hiperdemostrado que no es así. Es una especie de fantasía. Siempre doy el ejemplo de que, si fuera por eso, no debería haber crímenes en los países donde hay pena de muerte. Y eso no opera, no cumple esa función.
-En el mismo sentido se promueve la baja en la edad de imputabilidad de los menores, está pensada con el mismo espíritu.
-Exactamente. Y nosotros hablamos de punibilidad. Porque lo que se plantea es bajar la edad a partir de la cual a los pibitos se los introduce en un proceso penal. Si bien por suerte no hubo últimamente casos de chicos de 15 años involucrados en delitos graves, siempre aparecen este tipo de proyectos con la excusa de un hecho que haya pasado. En el caso de la baja, es un viejo proyecto que vuelve siempre cuando el gobierno está en una debacle terrible en términos económicos. Y respecto de este tema me interesa destacar que Neuquén tiene una posición en contra de la baja y es la única provincia que se ha expresado así. Pero lo único que está discutiéndose en el Senado y en Diputados son medidas punitivas. Los hinchas en el fútbol, el acoso. Yo todavía no entendí eso que votaron esta semana sobre la violencia política contra las mujeres como una especificidad dentro de las violencias. No lo entiendo. Lo que sí sé, porque trabajé como asesora, es que mientas las sesiones duren hasta las 5 de la madrugada, las mujeres tenemos dificultades para trabajar ahí, porque tenemos que ir a cuidar a los pibes. En lugar de sancionar una norma que es una declaración de nada, se podrían organizar horarios razonables para trabajar en las Legislaturas. Ayúdennos a crecer y a desarrollarnos en cosas que son mucho más fáciles que penalizar o que pensar siempre en lo punitivo. Cosas que tienen que ver con acompañar a las mujeres o a los más jóvenes en su desarrollo.