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El presidente Mauricio Macri jugó su bala de plata. Los anuncios económicos del miércoles pasado buscan atemperar los efectos del ajuste con la mirada puesta en las elecciones presidenciales de octubre. En la Casa Rosada saben que no hay margen para la reelección presidencial si no se logra, al menos, parar la sangría.
Los números están sobre la mesa: 4,7 % de inflación en marzo, 11,8 % en el último trimestre y 54,7 % en la medición interanual. En marzo, la caía del consumo de productos de la canasta básica fue del 8,7 %, la más pronunciada desde 2002, según un estudio privado. El peor escenario para cualquier oficialismo en campaña electoral.
Sobre este mapa talló la política. Con los indicadores sociales barranca abajo y la imagen presidencial dañada, gobernadores y operadores radicales presionaron a la Casa Rosada para cambiar el libreto. Y Macri, que no concibe otra alternativa que su reelección, aceptó mover las fichas.
El primer paso fue evitar que el radicalismo se vaya de la coalición de gobierno, objetivo que si bien aún no está garantizado logró disipar. Así, ofreció a la UCR compartir la fórmula presidencial de octubre próximo y discutir las medidas que finalmente se anunciaron el miércoles.
El congelamiento de precios de más de 60 productos esenciales por seis meses y de las tarifas del transporte y de los servicios públicos hasta fin de año; el lanzamiento de una red de descuentos que van desde medicamentos a indumentaria y productos para el hogar destinados a jubilados y beneficiarios de los programas sociales; el otorgamiento de líneas de créditos para alentar la reactivación económica; alivios impositivos para pymes y comerciantes; y un mayor control del estado sobre los formadores de precios, difícilmente formen parte del ideario oficial.
Es más, en la previa a los anuncios, desde la Casa Rosada no se cansaron de repetir, en “riguroso off”, que las medidas no son las que les gustaría tomar pero que no había otra alternativa. Y esto es cierto. Como también lo es que más que un parche, parecen ser parte de lo que haría cualquier gobierno que suceda al actual y busque reencauzar la situación.
El presidente intenta así ser su propio sucesor. Le quita argumentos a la oposición y se muestra capaz de apartarse de la ortodoxia. Macri después de Macri. Ahora deberá esperar que las medidas funcionen, algo incierto en el actual contexto. También convencer a la sociedad de que después de fin de año, cuando el príncipe se convierta en sapo y la carroza en calabaza, no volverá el ajuste permanente.
Pero este intento de construir un nuevo entramado de consensos y de actores sociales que le permita acceder a un segundo mandato también puede chocar con la propia impericia y con la subestimación de lo que ocurre en la calle. Algo de esto parece indicar el insólito video con que el presidente difundió los anuncios. Una visita “espontanea” a una familia porteña, con un dialogo tan “natural” como el que puede verse en cualquier material electoral, en la que pocos creyeron.
El día después
Las medidas fueron acordadas con los gobernadores de Cambiemos, entre ellos los tres que pertenecen al radicalismo: Alfredo Cornejo (Mendoza), Gerardo Morales (Jujuy) y Gustavo Valdez (Corrientes). De hecho fueron una condición, junto a la de tener un lugar en la fórmula presidencial, para garantizar la continuidad de una alianza que cada vez genera más dudas entre militantes y dirigentes partidarios.
Si las medidas no funcionan y Macri pierde definitivamente toda chance de ser reelecto, la UCR puede abandonar Cambiemos o, como mínima, quienes proponen un nuevo marco de alianzas, y otro programa, arrastrarán más adhesiones en su despegue. A estos últimos, los anuncios no parecen hacerles cambiar de opinión.
“Lo que la UCR reclama, o al menos debería reclamar, son cambios de fondo, una nueva filosofía de gobierno. Los anuncios son medidas paliativas para tratar de subsanar males que creó la propia política económica. Si da resultado, bienvenido sea, porque significa que va aliviar la situación de muchísima gente, pero nosotros lo que pedimos son cambios de fondo”, le dijo Ricardo Alfonsín a .
“Espero que los anuncios no sean electoralistas sino que generen cambios más profundos. No se puede corregir en seis meses lo que se lleva haciendo hace cuatro años”, disparó el ex candidato presidencial, quien reiteró que “lo que nosotros proponemos es ampliar el frente electoral que llevó a la UCR al gobierno en 2015, con nuevos actores y nuevas propuestas, porque lo que cambió fue la realidad”.
El dirigente tampoco se olvidó de la conducción del partido, a quien insiste en marcarle la cancha respecto al acuerdo con el macrismo: “Es muy sugestivo que todavía no se haya convocado a la Convención Nacional del partido. Tal vez los que creen que todo tiene que seguir igual no están tan seguros de que vayan a lograrlo y por eso no convocan”.
En el resto de la oposición la mirada no es muy diferente. “No se ven medidas que impulsen la reactivación y los ingresos siguen estando deprimidos por la inflación que hubo y que hay; tampoco hay recomposición de los salarios ni de jubilaciones y asignaciones”, dijo a Agustín Rossi, jefe de la bancada del Frente para la Victoria en la Cámara de Diputados.
El referente kirchnerista y precandidato presidencial también acotó que con el giro del miércoles pasado “Cambiemos quemó todos sus manuales de liberalismo, ninguna de estas medidas está inscripta en su manual”.
En tanto Sergio Massa, líder del Frente Renovador y precandidato de Alternativa Federal, aseguró que “finalmente el gobierno reconoce que lo que había que hacer no era acelerar, sino frenar y parar”, pero advirtió que “mientras la inflación y la política económica sigan igual la medidas serán pan para hoy y hambre para mañana”.
Además, fustigó al presidente al señalar que los anuncios “son la constatación del fracaso, la soberbia y la incapacidad de Macri”.
No solo del pan vive el hombre
El oficialismo, en tanto, está lejos de la euforia. Sabe que en el actual escenario de incertidumbre ninguna iniciativa económica del gobierno tiene garantía de éxito, ni siquiera el intento del Banco Central de fijar el precio del dólar hasta fin de año. Tampoco si los formadores de precios mantendrán su palabra o le soltarán definitivamente la mano al presidente.
“El gobierno evaluaba que la inflación iba a bajar en los primeros meses del año y no ocurrió, entonces se tomaron medidas para corregir eso, son las medidas que había que tomar, más allá de los juicios previos”, dijo a el diputado nacional Daniel Lipovetzky, una de las espadas del macrismo en el Congreso.
A la hora de explicar la filosofía de las medidas, el titular de la Comisión de Legislación General explicó que “la economía no es una ciencia exacta, había que tomar medidas para proteger a los sectores de la población más afectados por la inflación y eso se hizo. El congelamiento de precios siempre fracasó, por eso ahora se lanzó un acuerdo con los productores de alimentos”.
“El acuerdo es el camino para que no haya desabastecimiento; no tiene por qué haberlo, no hay justificación, por eso también queremos fortalecer el régimen de lealtad comercial, para que no haya ningún tipo de inconvenientes. Esas eran medidas que nos pedía la coyuntura y esas son las medidas que adoptamos”, insistió el legislador.
Sobre el impacto de la movida presidencial en el camino a las elecciones de octubre Lipovetzky pide “separar los anuncios de la especulación electoral”, ya que todavía “falta mucho para las elecciones”.
El legislador reconoce que la reelección de Macri, si se produce, no va a ser por los logros en materia económica. “Si bien la economía va a pesar en la campaña también va a haber otros temas por los que yo creo que la gente va a valorar lo hecho por el presidente y que van a estar presentes a la hora de elegir: el combate a la corrupción, la transparencia, una nueva forma de comunicar, la política de género y una ampliación de las políticas sociales”.
Preguntas, dudas, incertidumbres
Si Macri logrará construir un escenario electoral favorable se verá en los próximos dos meses, cuando las nuevas medidas demuestren si logran estabilizar el agitado frente económico y social, como también el político. A fines de junio, cuando se inscriban los candidatos que participarán de las PASO nacionales, el tablero tendrá piezas definitivas.
El gobierno sabe que las medidas anunciadas son de corto plazo. Hasta las elecciones, o hasta diciembre, en el mejor de los casos. El sentido común obliga a preguntarse qué pasará después. El propio presidente parece reconocerlo cuando califica a los anuncios como un “alivio”. Una forma no sólo de admitir el dolor, sino también de que este volverá.
El aumento de las tarifas de los servicios públicos y del transporte, lejos de terminar, se pospone, aunque esto va a depender en buena medida de lo que suceda en cada provincia. En cualquier caso los aumentos van a volver después de fin de año. Ese también fue el mensaje del gobierno.
Otra pregunta que subyace desde el miércoles, además de si los empresarios van a mantener su palabra, es cómo se aplica una política en la que no se cree. Qué efectividad pueden tener medidas que requieren un rol activo del Estado cuando la convicción oficial es que regula el mercado y que cualquier intervención estatal en ese sentido es distorsiva.
También hay interrogantes en el terreno simbólico. Si las medidas intentan emular lo que haría la oposición peronista por qué las toma un gobierno que hace profesión de fe del “antipopulismo”. Y más: qué es lo que somos si lo que tenemos que hacer es aquello que decimos que no se debe, eso mismo que hacen “los que nos llevaron a la situación actual”.
La identidad no es hija de la urgencia, o por lo menos es muy difícil que en estas condiciones ayude a superarla.