_

“En el piedemonte el agua baja cada vez más rápido” comentan los vecinos de El Challao, emblema del piedemonte mendocino. Que el agua baje es bastante natural. El piedemonte es una unidad ambiental, una bisagra entre la cordillera del oeste y la llanura de este. Se trata de una rampa de erosión que tiene una pendiente relativa de entre 5 y 7 grados, lo que sirve como un tobogán natural para el escurrimiento de agua de las zonas más altas a las zonas más bajas, explica la profesora de Geografía de la UNCuyo María Natalia Pucciarelli.
El piedemonte fue invadido prácticamente desde hace 20 años a la fecha, con crecimientos urbanos completamente desregulados y sistemáticos. “Piedemonte es naturalmente una zona de protección ambiental de las crecidas que tenía la ciudad de Mendoza fundada inicialmente, que ha ido extendiéndose, con mucha mayor intensidad hacia el oeste desde hace mucho, pero aún más desde hace 20 años a la fecha” repasa Pucciarelli.
El decreto del gobernador Cornejo que declara la emergencia ambiental en esa zona y prohíbe el avance nuevos desarrollos inmobiliarios, al menos por un año, puso en foco los aspectos que durante décadas han sido descuidados y han resultado en que el piedemonte sea una zona de riesgo. Se trata de un terreno que cuenta con una vegetación nativa particular, que cumple una tarea de freno e infiltración de aguas de las torrenciales lluvias de verano y recarga de acuíferos y refugio de fauna autóctona.
“El hombre desde hace 20 años a la fecha ha ido modificando de manera sistemática esta zona. Inicialmente fueron puntuales asentamientos dispersos. El piedemonte es un área, desde el principio, considerada ambientalmente crítica, marginal de Mendoza. Es visto por grandes emprendedores inmobiliarios para ocupar el piedemonte de forma generalizada y consolidada en departamentos del gran Mendoza. Luján y Las Heras son pioneros del avance de manera progresiva de la urbanización” indica la profesora de Geografía.
María Natalia Pucciarelli profundiza: “Se van localizando barrios, algunos de ellos tiene aprobación de los municipios y otros se instalan bajo la figura de condominio. No tienen ninguna de las obra de Hidráulica e Irrigación necesarias como defensa aluvional. Estamos ubicando barrios en zonas aluvionales y cauces sin defensa aluvional. La urbanización se viene dando desde hace décadas. La situación clave está en que ninguno de los municipios apostó por un control eficiente de la zona”
“Los mendocinos se olvidaron del aluvión de 1970, como si el piedemonte se hubiera convertido de repente en una zona segura. Muchas veces los municipios, con muy poca memoria, avalaron el asentamiento de emprendimientos inmobiliarios, y si ni lo avalaron, hicieron la vista gorda. La mayoría de los barrios del piedemonte no tienen obras de contención aluvional hacia el oeste” destaca Puciarelli.
Lo dramático de la construcción urbana que arrasa con vegetación, suelos, cauces naturales, al impermeabilizar, asfaltar, modificar el escenario natural del ecosistema, no sólo expone a riesgos a quienes se asientan en el piedemonte, sino que incrementa los riesgos para quienes habitan el llano mendocino.
“Toda esa agua de precipitaciones de verano que se concentra va aparar hacia el este con velocidad y fuerza mucho mayor que la natural por la dinámica del asfalto. Muchos cauces naturales han sido rellenados, en el caso del barrio La Bastilla, en El Challao, que está modificando el curso de los uadis, los ríos que están normalmente secos, y que se alimentan del agua de las lluvias. Ante un curso aluvional importante hay zonas que pueden sufrir grandes impactos, principalmente en zonas deprimidas de la Ciudad y de Las Heras” advierte la geógrafa.
Si bien el riesgo aluvional es el eje del decreto y el principal riesgo de la urbanización de la zona, Pucciarelli deja constancia del riesgo de incendios forestales, mucho más presente y vigente que el aluvional, ya que ocurre mucho más seguido. “Casi todos los veranos hay incendios en el piedemonte, es un riesgo no menor. Se da por esta mala planificación, porque los organismo no actúan de manera conjunta, no hay capacitación de instituciones encargadas del manejo ambiental del piedemonte” señala la profesora Pucciarelli.
Otros aspectos no considerados y que deberían evaluarse durante este tiempo de suspensión de permisos de desarrollos inmobiliarios tiene que ver con el riesgo propia de la zona sísmica sobre la que está ubicada Mendoza. Junto con ello, Pucciarelli da cuenta de la flora autóctona arrasada por el avance urbano: “La vegetación natural es de crecimiento súper lento”.
“El desarrollo del suelo en las condiciones climáticas de Mendoza es demasiado lento, un centímetro de desarrollo de suelo por año. El piedemonte es un ecosistema súper frágil. Tenemos que cuidarlo, no sólo por el riesgo aluvional, porque la vegetación natural que es la protectora, la estamos asfaltando” manifiesta la profesora de Biogeografía y Ecología de la UNCuyo.
¿Qué llevó a esto? “La falta de visión de conjunto y planificación desemboca en la situación de riesgo que hoy registra la zona pedemontana. Hace falta una visión de sistema, que los municipios trabajen mancomunadamente” expresa la docente. ¿Qué hace falta? “Hace falta una visión del piedemonte como sistema complejo, con una dinámica particular vinculada con la inclinación. Hace falta análisis de cuencas, dónde y con qué condiciones y características instalar un barrio. Hay que disminuir lo máximo posible las calles asfaltadas. No impermeabilizar el piedemonte. Los lotes deberían ser grandes y no haber urbanización continua. Hay que delimitar cuencas orográficas, porque se sabe que zonas son propensas a los aluviones y crecidas” enumera María Natalia Pucciarelli.
La tarea actualmente ha sido encargada al Instituto Nacional de Agua, según el anuncio oficial del gobierno provincial. Para Pucciarelli no es suficiente. “Hidráulica, Irrigación, los municipios, la Dirección de Recursos Naturales Renovables, el gobierno provincial, deben trabajar juntos para hacer un plan de manejo ambiental. Hay que regular todo: prácticas deportivas, urbanización, qué pasa con el fuego. Estamos perdiendo la protección que nos brinda la naturaleza respecto a lo aluvional, las plantas, la capacidad de infiltración del suelo, suelo con aporte de materia orgánica, perdiendo ejemplares de fauna nativa. La dinámica climática mendocina es una dinámica propicia a la generación de aluviones. Si no trabajamos como sociedad y tomamos conciencia, vamos a seguir estando en un problema, pero no vamos a solucionar nada. Hay que trabajarlo de fondo y multidisciplinariamente” concluye la profesora de Geografía María Natalia Pucciarelli.