Mendoza // 2018-08-15
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Visita de Verbitsky al ex D2
Apuntes del pasado para el presente y el futuro
Este martes, organismos de Derechos Humanos recibieron al periodista Horacio Verbitsky, apenas arribó a Mendoza, en el Espacio para la Memoria, donde funcionó el mayor centro clandestino de detención de la región cuyana durante la última dictadura cívico militar. Antes de recorrer las instalaciones que hoy dan testimonio del horror que no debiera repetirse nunca más, el referente mantuvo un diálogo con los militantes sobre desafíos a seguir para sumar a la ciudadanía en la lucha por la defensa de los derechos humanos. Hubo intercambio de experiencias y se refirió al fenómeno de la posverdad como “debilitado” por la verdad que surge del sufrimiento del pueblo causado por el macrismo.


Por estas horas, Horacio Verbitsky visita la provincia junto al polítologo Diego Sztulwark con el fin de presentar su último libro: “Vida de Perro. Balance político de un país intenso, del ’55 a Macri”. Este acto tuvo lugar en la Universidad Nacional de Cuyo ante un auditorio repleto. Pero antes mantuvo una charla abierta con integrantes de los organismos de  Derechos Humanos que lo invitaron a conocer las instalaciones del ex D2, recuperado desde hace tres años como Espacio para la Memoria. El periodista recorrió el sitio y en base a su experiencia propuso pasos a seguir en torno a la militancia contra la violencia de Estado. Este mediodía se reunirá con activistas y vecinas del Barrio Cano recientemente agredidas por grupos “pro vidas” y la policía del lugar. VCF estuvo presente en el primero de estos encuentros destinado a la militancia.

“Sabiendo que veníamos a Mendoza nos interesó encontrarnos con los compañeros para ponernos en situación de primera mano sobre lo que están viviendo en la provincia”, saludó, apenas llegado de Buenos Aires, el presidente del Cels a un pequeño auditorio que lo esperó en la sala del museo montado en lo que es hoy el Espacio para la Memoria.

Allí, de inmediato, contó que nunca había pisado ese lugar tan caro a la memoria y la justicia de los mendocinos, a pesar de tener una “entrañable” relación con la provincia, “estrecha y afectiva”, dijo, por haber vivido aquí en el año 1970cuando se desarrollaba periodísticamente en el antiguo El Diario. Rememoró que aquí ha ganado grandes amigos como el ex juez penal Horacio Báez y el ex camarista Juan Antonio González Macías, entre muchos otros más referentes con lo que aunó fuerzas y estrategias para denunciar la complicidad civil de la dictadura y otras violaciones a los derechos humanos.

El recuerdo a su amigo y compañero, el militante peronista, periodista y poeta Francisco “Paco” Urondo fue evocado desde el inicio de la charla con los militantes. “Aquí, en esta tierra fue asesinado y desaparecido por la policía en junio de 1976. Nunca olvidarlo”, apuntó.

Entre sus tantas vinculaciones con Mendoza, recordó su participación en la denuncia “a la mafia judicial que hasta poco años dominó la provincia”, dijo en referencia a los ex camaristas federales Otilio Roque Romano y Luis Francisco Miret, condenados en 2017 a prisión perpetua por comisión de delitos de lesa humanidad durante la última dictadura.

En este punto, recordó que fue en 2010 cuando viajó para ofrecer una charla en el Cine Universidad y algunos de sus amigos de la órbita de la Justicia dudaban de asistir por temor a represalias: “claro, en este entonces  Romano y Miret todavía eran amos y señores del sistema judicial en Mendoza. Algunos camaristas que asistieron fueron recusados. Imaginen el poder de estos personajes siniestros. Por supuesto que esas recusaciones no tenían asidero y fueron rechazadas”.

Para Verbitsky, reconocido por la calidad obsesiva y rigurosa de sus investigaciones, venir a Mendoza a denunciar lo que habían hecho estos ex jueces durante la dictadura cívico militar “era impensado” debido al poderío que ostentaron durante décadas continuadas.  

“Ya uno murió condenado (Miret) y el otro está preso en domiciliaria (Romano). Vaya si se ha logrado mucho. Hubo renovación, tampoco es para ilusionarse demasiado porque conocemos la llamada ´Justicia´, pero lo importante es que la podredumbre histórica se limpió y esto ha sido fruto de su lucha compañeros y compañeras”, señaló en su decir pausado al pequeño auditorio que lo asistía.

La experiencia de la reparación

Los integrantes de los organismos de Derechos Humanos que hoy hacen pie en el ex D2, le contaron al periodista cómo funciono dentro de ese edificio el infierno clandestino desde 1975 hasta entrada la democracia, y la batalla que dieron tiempo después para recuperarlo y transformarlo en Espacio para la Memoria. Esto ocurrió recién a finales del gobierno de Francisco Pérez, en 2015 bajo la Ley Nacional 26691.

Atento a esa experiencia, y con la suya a cuestas por haber sido parte del movimiento que pugnó en 2004 por refuncionalizar el mayor centro clandestino del país, la ex Esma, como Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos, el referente reconoció la tendencia de quienes militan en estos espacios al encierro y la endogamia: “por supuesto que tienen motivos para hacerlo, son sobrevivientes de lo peor de nuestra historia reciente, pero debemos abrir estos sitios ganados como centros de radiación para otras instituciones. Ese es el desafío”.


“Los policías que hay aquí trabajan son muy  jóvenes, ellos no son responsables de lo que se le hizo a la sociedad. Entonces lo que hay que salvar es la institución. Si se salva la institución, se salvan las personas.”

También recomendó a los militantes a “animarse” a ganar posiciones hegemónicas y sumar a otros sectores de la sociedad. “No podemos esperar una policía perfecta, pero a los jóvenes policías no tenemos que excluirlos, hay que enseñarles lo que hicieron otros en el pasado con su uniforme para que la historia no se repita.  La violencia que las fuerzas de seguridad reeditan está íntimamente vinculada con el pasado. Por eso ustedes, los organismo de Derechos Humanos, desde este espacio trasformado y en las calles, son un puente muy importante. Son la forma de avanzar y superar viejo hábitos, vicios, y dolores”, delineó.

“Contra la posverdad, la verdad”

Antes de comenzar la recorrida por las instalaciones de la parte del ex D2 que se ha mantenido como Museo de la Memoria y mantiene visibles los calabozos, baños y las salas de torturas  por donde pasaron cientos de presos y presas de toda la región cuyana, VCFconsultó a Horacio Verbistky sobre las estrategias que debe darse el periodismo comprometido con los derechos humanos bajo el imperio del fenómeno conocido como “la posverdad”:

“Contra la posverdad, la verdad. No hay otra”, respondió tajante uno de los máximos periodistas que tiene la Argentina. Y agregó: “La verdad termina siendo más fuerte. Mirá lo que está pasando en el país, la posverdad puede hacer muchas cosas pero el gobierno de Macri se está cayendo y eso es una realidad. A pesar de la mentira y los Durán Barba no pueden hacer mucho más porque hay una verdad que surge del sufrimiento de la sociedad. Tardará un poco más o un poco menos pero no tienen futuro, nosotros sí tenemos futuro”.

A continuación se le consultó si el “testimonio” como recurso periodístico mantiene el mismo valor que tuvo durante la dictadura cívico militar y antes, tal como supo imponer su máximo exponente, el periodista y amigo de Verbitsky, Rodolfo Walsh: “es fundamental, pero no es todo. Hay que contextualizarlo con otros elementos y documentos, con datos objetivos. Pero es vital en casos donde es la única fuente posible como en los campos de concentración de la dictadura y la violación de los derechos humanos”.

“¿Y en el presente?”, se le repreguntó: “en los casos de violaciones de ataques femicidas y violencia institucional. Existe jurídicamente la categoría del testimonio necesario que tiene presunción de legitimidad y hay que hacer uso de él para contar la verdad”, cerró.

Al fondo a la derecha, el infierno

Fernado Rule, Rosa Gómez y Queno París fueron víctimas del secuestro dictatorial dentro del mayor centro de exterminio de todo Cuyo (ex D2), y los responsables de guiar a Verbistky por esos oscuros pasillos, pasadizos, escaleras y subsuelos, que pese a tanto trabajo para refuncionalizarlos ni la obstinada memoria ha logrado iluminar. De los más de 200 desaparecidos que tiene Mendoza, se estima que al menos la mitad pasó por ese sitio, aun no pueden contabilizarse las muertes acaecidas allí dentro a partir de las torturas.

El caso de Rule, quien fue secuestrado en 1975 por su filiación en Montoneros, es paradigmático. Como electricista, antes de caer preso, las lamentables casualidades lo llevaron a ser parte del equipo de obreros, maquinistas y técnicos que trabajaron en la construcción de ese edificio, el Palacio Policial de Mendoza, desde 1974. Meses después  sufrió el cautiverio entre esas paredes de las que él ya conocía todos sus secretos.

En total son entre 13 y 12 calabozos donde se encerraba a las presas y presos políticos. Cada uno mide 1,80 metros de largo por 1,70 de ancho: “fueron condiciones de encierro absolutamente perversas, allí no cabe una persona acostada, teníamos que dormir en posición fetal o arrodillados”, contó Rule en el trayecto.

Recordó que mientras trabajaban en la obra, si bien él estaba encargado de la parte del montaje de las comunicaciones, se hizo un cuestionamiento a los responsables de la construcción porque esas medidas no cumplían con los estándares internacionales que ya en aquella época existían.

Esas celdas estaban preparadas para alojar transitoriamente a detenidos en algunas gestiones concretas como sucede hoy en Contraventores. Sin embargo, muchos de los privados de la libertad de la dictadura mendocina permanecieron en esos calabozos infrahumanos más de seis meses, como el caso de Rosa Gómez que padeció el cautiverio durante 9 meses.

“No teníamos nada para cubrirnos, en algún momento nos tiraron cinco hojas de diarios para poner en el piso porque era una mugre, hacíamos las necesidades ahí, no nos sacaban al baño más que una vez por semana”, recordó Rule durante el recorrido en el primer piso.

En el fondo del pasillo, donde termina la parte destinada al museo, comienzan unas particulares escaleras de pasillos muy holgados con baldosas superpuestas. Dan a dos subsuelos, en el primero se encuentra la llamada “sala de máquinas” donde hoy hay un moderno generador eléctrico.

Esa forma particular de los escalones permitió a los sobrevivientes identificarlas años después pese a haber tenido los ojos vendados durante todo el tiempo que duró su encierro. Caminar y descender sobre ellas es un ejercicio fuera de lo común, un movimiento que seguramente queda registrado en la memoria corporal y esto se convirtió en una prueba importante que fue vertida en los testimonios de los juicios de lesa cumplidos en Mendoza.


Las escalinatas, desciendían literalmente al más cruento de los infiernos. Hoy desembocan en una sala donde se aprecia simplemente un generador eléctrico. Fue precisamente en ese sitio donde se desarrolló Rule antes de su detención, montando lo que fue la central telefónica del palacio Policial. A los meses, junto con su captura, esa habitación se convirtió de manera clandestina en la “sala de los interrogatorios”, es decir, de una de las salas de torturas de las dos que existieron en el lugar.



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