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El papa Francisco autorizó en junio la publicación del decreto que “reconoce el martirio en odio de la fe padecido por monseñor Enrique Angelelli, los padres Carlos Murias y Gabriel Longueville, y el laico Wenceslao Pedernera”.
El próximo cuatro y cinco de agosto se realizará la beatificación de todos ellos en Catedral y Punta de los Llanos, La Rioja.
Como no podía ser diferente, el diario La Nación publicó una editorial en su sitio web, en la cual básicamente, dice que Angelelli no es merecedor de tal reconocimiento por parte de la Iglesia Católica.
Además, afirma, a pesar de que los juicios de lesa humanidad dicen lo contrario, que Monseñor Angelelli murió a causa de un accidente vial causado por él mismo y no por las patrullas militares que lo perseguían el 4 de agosto de 1976.
Es necesario transcribir aquí la cita textual del diario La Nación porque no tiene desperdicio: “En julio de 2014, el Tribunal Oral Federal en lo Criminal de La Rioja, considerando que se trataría de un crimen de lesa humanidad, arribó a la conclusión opuesta, lo cual no sorprende, dado que responde a la concepción imperante -en ese entonces y actualmente- respecto de que tales delitos pueden ser juzgados al margen de lo que fija el derecho penal y constitucional. Se condenó así a prisión perpetua al general Luciano Benjamín Menéndez y al comodoro Luis Estrella por el "crimen" (sic) de monseñor Angelelli, imputándolos como autores "mediatos", una construcción jurídica de la que se ha hecho abuso en esta clase de juicios. En ese caso, permitió condenar a superiores jerárquicos de un crimen nunca probado, y en el que no existen autores "inmediatos". La sentencia dio por cierto que el vuelco del auto en el que viajaba Angelelli tuvo su origen en la maniobra intencional de otro vehículo que cumplía órdenes impartidas por los jefes militares”.
La editorial continúa, argumentando los motivos por los cuales Angelelli no debería ser considerado mártir: “El obispo riojano tenía una activa y probada vinculación con la organización terrorista Montoneros. En la foto que acompaña este texto se lo ve oficiando misa con el cartel de esa agrupación a sus espaldas, mientras en sus homilías se pronunciaba a favor de la subversión y proponía armar a los jóvenes”.
Y continúa: “Con una beatificación o la canonización, la Iglesia proclama la ejemplaridad cristiana de la vida de una persona y autoriza su culto. Nunca se debe proponer un modelo violento y sectario. Es bien sabido cuán rigurosos son los procesos de beatificación, cuán exhaustivas y engorrosas las presentaciones de pruebas para avalar una solicitud. Esa rigurosidad no se aplicó a este caso”.
Luego de 42 años de la muerte del obispo riojano en manos de la dictadura cívico- militar de Rafael Videla, y luego de las condenas efectuadas en los juicios de lesa humanidad, (o “aquel modelo imperante”, que no es otro que el de juicios con debido proceso a los genocidas), La Nación se convierte en juez y a la vez en autoridad eclesiástica al cuestionar la beatificación de Monseñor Angelelli dictada por el Papa Franciscoi.
Sin muchas vueltas, el obispo de la Rioja, Marcelo Daniel Colombo, escribió una carta que tituló: "Consideraciones sobre manifestaciones periodísticas agraviantes". En esta nota, muestra su sorpresa e indignación al leer la editorial de La Nación “que ensuciaba con arteras consideraciones no sólo la vida, sino también la muerte y lo que ha constituido el juicio a sus responsables y el proceso canónico establecido para la verificación de las virtudes y la muerte martirial del prelado riojano”.
“Sin ningún fundamento, con afirmaciones altisonantes, carentes de sustento salvo el odio y la búsqueda permanente del descrédito de la Iglesia, el autor anónimo de este editorial que atribuiremos por tanto al mismo diario en la persona de su director, menosprecia el rigor jurídico de la justicia humana que en sucesivas intervenciones, primero en La Rioja a partir de la actuación ejemplar del doctor Aldo Morales y años después de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indultos, en la justicia federal, tuvieron a su cargo el estudio de las circunstancias y los autores del atentado que terminó con la vida de Mons. Angelelli”.
“Más tarde, en el mismo escrito, el diario cuestiona la ecuanimidad y el rigor del análisis teológico y canónico que precedió a la declaración del martirio. Parece que el diario La Nación todo lo sabe y todo lo juzga porque es la medida absoluta de la objetividad y la independencia periodística al punto de “tener la justa” inclusive en materia canónica. Las mismas falacias de “El Sol”, aquel pasquín riojano de los años ´70, que atacaba a la Iglesia en la persona de su obispo y celebraba impúdicamente su muerte, aparecen redivivas en el editorial de ayer”.
“Enrique Angelelli, pastor de tierra adentro, molestó y molesta a los poderosos. Su palabra sencilla y sincera, nacida del Evangelio, preocupaba y preocupa a quienes quieren disciplinar a la Iglesia de Jesucristo para que responda a sus intereses y tranquilice sus conciencias, de quienes entonces pretendieron acallar la voz del pastor y ahora ensucian su memoria y buscan paralizar las energías de una Iglesia en salida, dispuesta a caminar con paso firme, sin negar sus errores y fragilidades, para llegar a todos los hombres y mujeres, especialmente los más pobres y excluidos”.
“Con frecuencia semanal leemos en ese y otros diarios algún editorial cuestionando a la Iglesia en la persona de sus pastores. Ciertamente puede haber motivos válidos para ello en más de una ocasión pero a partir de la inusitada violencia y la frecuencia, podríamos preguntarles con respeto y firmeza, ¿No será mucho, señores? ¿Tanto les molestamos? ¿No deberían ocuparse de los problemas reales del país, de las víctimas de los que juegan con la especulación financiera y nos despojan del futuro? ¿No deberían preocuparles las cortinas de humo que desde los espacios de poder económico y político, cada día nos apartan de la realidad para enfrascarnos en nuevas y más cínicas grietas que debilitan a este alicaído cuerpo social? Ojalá este periodismo recupere la cordura y la objetividad.
“Con toda serenidad, más allá de estas palabras que me veo obligado a pronunciar para poner de manifiesto los ataques de quienes nos dicen cómo tenemos que vivir y apacentar al rebaño de Dios”, finalizó Colombo.