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Mientras el gobierno de Cambiemos a nivel nacional y provincial profundiza un gran giro económico y político, el peronismo, que intenta volver a ser una alternativa electoral transita un camino difícil. No puede, o no quiere, lograr ser esa fuerza mayoritaria que lo caracterizó en 1946 con Perón, en el 2003 con Néstor Kirchner y 2011 con Cristina. Ese peronismo supo ser el partido “atrapa todo”, comprendiendo las demandas de la sociedad y transformándolo en políticas públicas.
Es ahí donde comienzan las contradicciones en las provincias. En Mendoza algunos sectores intentan adueñarse torpemente de la figura de la expresidenta, sin comprender que dentro de su discurso ella misma afirma que se debe incluir a todos: "No quiero que digan ’Cristina conducción’, quiero que digan ’Cristina militante’”, “No quiero que confundan la militancia con algo partidario. La idea no es excluir a nadie sino incluir porque sin la unidad de los trabajadores, de los estudiantes, de los empresarios es imposible avanzar”.
Pero, desde el 2013 a la fecha el peronismo se volvió una minoría intensa, situación de la cual deberá salir urgente si quiere volver al gobierno. ¿Por qué? En los últimos dos años de kirchnerismo se atravesó un proceso en el cual en vez de interpelar e interpretar las nuevas demandas de los ciudadanos, se encerró en un círculo muy íntimo y excluyente, preocupados solo en tener razón. Pero en política no alcanza con eso, es necesario “construir mayorías”. De hecho, Cristina observando esta situación, afirma que se debe construir una nueva mayoría.
El problema es que al peronismo se le está dificultando incorporar nuevas demandas, corregir errores que se cometieron, pero sobre todo, no permite el recambio natural de liderazgos. Es un desafío, ya que muchos están cómodos dentro de la minoría intensa conservando cierto poder en la toma de decisiones, pero es allí donde se verá si dentro del peronismo la ley primera sigue siendo “primero la Patria, segundo el movimiento y por último los hombres”.
Para ello deberá combatir el germen del peronismo: el sectarismo, que históricamente lo llevo a su destrucción. Algunos (no la mayoría) caen en el dogmatismo ideológico, que es la previa al sectarismo, algo fuertemente criticado por el mismo Perón quien decía: "No se puede conducir con elementos sectarios, porque cuando llega un momento en que la conducción debe echar mano a un recurso extraordinario, el sectarismo dice: "No, ¡ésa es una herejía para el sectario!" o una “traición”. No lo dijo el Perón de los 70, sino en el del 45 en el clásico manual de "Conducción Política".
En Mendoza la tensión está dada por aquellos que creen tener la exclusiva representación de Cristina, y los únicos con capacidad de volver a gobernar, y por otro lado aquellos que con necedad reniegan de los grandes avances de los últimos 12 años. Ambas posiciones comparten el mismo germen: sectarismo, exclusión y minoría intensa.