// 2017-04-30
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Venezuela en la mira del poder global
En casi un mes de marchas a favor y en contra del gobierno, donde ya suman 26 las víctimas fatales, la crisis política que sufre el país involucra a todos los latinoamericanos.


Hasta fines del siglo XX Venezuela era conocida por sus playas y sus Miss Universo. Aunque en los centros de poder mundial era codiciada por su petróleo. En 1989 un estallido popular conocido como “Caracazo” expresó el hartazgo del pueblo que sufría la implementación de un programa de ajustes macroeconómicos promovido por el FMI, dentro del modelo neoliberal, que generó un fuerte retroceso para las personas de menores ingresos. En 1992, el comandante Hugo Chávez encabezó un nuevo alzamiento contra el orden establecido que fracasó, pero abrió la posibilidad de que ganara las elecciones en 1998. En el 2002 un golpe de Estado intentó derrocar al ya presidente Chávez, pero la movilización popular lo impidió. Quince años después, Venezuela sigue en la mira del poder global.

Un conjunto de transformaciones que se apartaron del capitalismo neoliberal en simultáneo a un proceso de unidad latinoamericana, a partir de la llegada de Chávez al gobierno, logró que en menos de diez años millones de ciudadanos accedieran a bienes y servicios que les fueron históricamente negados por minorías privilegiadas, asociadas y dirigidas por actores foráneos.

El proceso iniciado en 1999 utilizó los ingresos de la explotación petrolera para otorgar a los venezolanos los derechos sociales básicos. Para esto, fue necesaria la recuperación para el pueblo de la empresa Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en el año 2003, instrumento clave en la redistribución de la riqueza petrolera, equivalente a casi la mitad de la recaudación fiscal. Antes, el modelo rentístico de factoría beneficiaba a una pequeña oligarquía. Hoy, este beneficio se ha expandido a toda la población y sobre todo a los sectores más vulnerables.

Este sistema autónomo permitió que entre 1999 y 2011 se dupliquen las reservas internacionales y se elimine la deuda externa. Permitió crear tres millones y medio de puestos de trabajo que, sumado a las políticas redistributivas, redujo notablemente la pobreza y la indigencia. El 50% de la población era pobre y el 20% indigente en 1999. En 2011, la pobreza cubría al 31,6% y la indigencia al 8,5%.

Sin embargo, y a pesar de estos logros, el proceso bolivariano ha padecido grandes crisis en los últimos años profundizada luego de la muerte de Chávez en 2013 y problemas como la inflación, el desabastecimiento de productos básicos y una creciente violencia política han puesto en duda su continuidad.

La mayoría de los ciudadanos, (sobre todo fuera de Venezuela, aunque también muchos dentro) ignora las maniobras de desestabilización del secretario general de la OEA, Luis Almagro (el gobierno venezolano ha anunciado que dejará el organismo), del opositor gobernador del Estado de Miranda Henrique Capriles, de los cancilleres y presidentes de la derecha latinoamericana y del gobierno de los Estados Unidos. Todos ellos, alentados por los medios masivos de comunicación asociados a los grandes intereses internacionales, quieren impedir a Nicolás Maduro seguir al frente de los venezolanos y provocar la desintegración del bloque regional.

Desintegrar el Mercosur

Durante varios años los Congresos de Brasil, Uruguay y Paraguay impidieron el ingreso de Venezuela al Mercosur. El último bastión era el Senado de Paraguay, pero la suspensión de ese país en el bloque luego del golpe de Estado parlamentario contra el presidente Fernando Lugo, dio la posibilidad de incorporación del país caribeño. Hoy, el reflujo conservador sostenido mediáticamente a nivel internacional, logró que Mauricio Macri triunfara electoralmente en Argentina en 2015 y que mediante un golpe de Estado derribaran a Dilma Rousseff en 2016, lo que colocó ilegítimamente a Michel Temer al mando de Brasil. Estos dos nuevos mandatarios en países muy importantes para el bloque no han hecho otra cosa desde que asumieron que hostigar, perseguir y operar en contra de la permanencia de Venezuela en el Mercosur y su misión parece ser la desintegración. ¿Por qué?

Tal vez porque la adhesión de Venezuela al Mercosur fue uno de los eventos más importantes ocurridos en las últimas décadas en la región, que significó la derrota de la diplomacia de los Estados Unidos, cuyo objetivo es aislar a dicho país y reconvertirlo en un Estado subordinado a sus intereses petroleros.  

Desde el punto de vista geopolítico, la inclusión formal de Venezuela en el Mercosur en 2012 fue la mayor derrota sufrida por la política estadounidense desde el fracaso del ALCA en 2005.

En este marco, no debe pasar inadvertida la declaración del jefe del Comando Sur de Estados Unidos., Almirante Kurt W. Tidd en su informe al Senado del pasado 6 de abril, cuando indicó que “la creciente crisis humanitaria en Venezuela podría eventualmente obligar a una respuesta regional”. Así el Comando Sur sugiere una intervención bélica en territorio venezolano, reforzando el acoso, el hostigamiento y la amenaza, tan característico de los Estados Unidos.

Tampoco debemos dejar de mencionar que en la reciente reunión entre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y de la Argentina, Mauricio Macri, manifestaron “su fuerte preocupación por la deteriorada situación en Venezuela y acordaron trabajar estrechamente para preservar las instituciones democráticas en ese país”. Ambos comparten críticas al gobierno de Nicolás Maduro. "Venezuela es un desastre", dijo Trump. "Eso no es una democracia", manifestó Macri.

También es importante marcar que Venezuela es la primera reserva de petróleo del mundo con casi 300.000 millones de barriles de crudo y una de las más grandes reservas de gas natural con casi 200 billones de pies cúbicos. Además posee hierro, bauxita, oro y otros minerales estratégicos.

La república bolivariana aporta al Mercosur la región del Caribe, que incluye la Cuenca del Orinoco (casi un millón de km2) que complementa a las otras dos grandes cuencas del Río de la Plata (tres millones de km2) y el Amazonas (seis millones de km2), inmensas reservas de agua dulce en el planeta.

Además cuenta con cerca de 30 millones de hectáreas aún disponibles para la producción de alimentos y aquí se evidencia la complementariedad con Argentina y Brasil, que son expertos en producción de alimentos y que poseen la tecnología y el conocimiento que Venezuela necesita.

Con la incorporación del país caribeño, el Mercosur tiene 290 millones de habitantes que, distribuidos en un territorio de casi 13 millones de km2, equivalen al 70% de la población de América del Sur.

Con casi el 83% del PBI de América del Sur, el bloque es la quinta potencia mundial, sólo superado por Estados Unidos, China, India y Japón. Logrando la asociación de las más grandes reservas de petróleo del mundo y una de las más grandes de gas, con los primeros productores de alimentos junto a la más grande reserva de biodiversidad y de agua dulce del planeta, podemos construir un destino independiente y venturoso. Todos estos elementos son estratégicos para el mundo actual, en plena crisis hídrica, energética y alimenticia. 

La restauración neoliberal quiere desintegrar el Mercosur y Venezuela es su principal obstáculo. Reforzar o debilitar la posibilidad de seguir tomando decisiones soberanas frente a los sectores de poder en el mundo es lo que está en juego. También los sueños de unidad e integración de Bolívar, Artigas y San Martín.


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