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Vecinos, pequeños productores y técnicos ambientales advierten desde hace años sobre esta práctica irregular, que parece haberse vuelto rutina en algunas zonas de Corralitos, en el departamento de Guaymallén. “Se están regando alimentos que terminan en nuestras mesas con líquidos que claramente no son aptos para el consumo agrícola”, denuncia Carolina Rivas, ingeniera agrónoma y vecina de la zona.
Una práctica peligrosa y fuera de control
La situación se agrava por la falta de controles y de inversión en infraestructura cloacal. En muchas fincas, especialmente las de producción intensiva y a pequeña escala, se utilizan canales o napas que reciben residuos domésticos y líquidos cloacales sin tratamiento. Estos líquidos, ricos en materia orgánica y bacterias, son absorbidos por los cultivos y representan un grave riesgo sanitario.
Según datos de informes técnicos no oficiales, se han encontrado trazas de coliformes fecales y metales pesados en muestras tomadas en campos de Corralitos, aunque hasta el momento no se han realizado estudios oficiales ni se han tomado medidas concretas.
El riesgo oculto en la verdura que consumimos
Las hortalizas de hoja —como lechuga, acelga, espinaca y perejil— son las más afectadas por el riego con aguas contaminadas. Estas verduras, muchas veces consumidas crudas, pueden ser vehículos directos de enfermedades como gastroenteritis, hepatitis A y parásitos intestinales.
“En algunos casos, los productores lo hacen por desconocimiento. Pero también hay presión por reducir costos de agua y fertilizantes, y los líquidos cloacales cumplen un doble propósito: riegan y nutren. Es peligroso y, en muchos casos, ilegal”, explica Rivas.
El silencio de las autoridades y el reclamo de los vecinos
Vecinos de Corralitos afirman haber presentado denuncias ante la municipalidad y la Dirección de Recursos Hídricos, pero aseguran no haber recibido respuestas concretas. Mientras tanto, los canales siguen circulando aguas de dudosa procedencia.
“El agua huele mal, está turbia, y hay días que se ve claramente que no es solo agua de riego. Pero nadie hace nada”, sostiene Jorge Domínguez, frentista de una zona lindante a una finca hortícola.
Lo que se necesita: fiscalización, obras y educación
El problema no es solo de Corralitos: se repite en varios puntos del cinturón verde del Gran Mendoza. La solución requiere un enfoque integral que combine control estatal, obras de saneamiento y capacitación para productores.
Sin acceso a agua segura, no hay agricultura segura. Y sin agricultura segura, no hay salud.