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Este lunes toda la primaria en Mendoza regresó a la presencialidad. Cada escuela aplica los protocolos ya establecidos para Nivel Inicial y los primeros grados de primaria, que volvieron a las aulas tras las vacaciones de invierno, semanas atrás.
Todo esto fue dispuesto en un memorándum de la DGE, mientras se estima que en septiembre retornarán a las aulas el resto de los niveles: Secundaria, CEBJA y CENS.
El gobierno escolar definió un denominador común, en cuanto protocolo se refiere, para este regreso: se considera a cada sala, taller o grado como un agrupamiento único, es decir una burbuja, bajo estricto cumplimiento del protocolo sanitario actualizado, informa la DGE.
¿Cómo le ha caído a madres, padres y docentes este regreso, habida cuenta de la presencia de la variante Delta en Mendoza?
Consultamos a mamás, papás y maestros y maestras de escuelas diversas, tanto de la zona céntrica como de barrios de la periferia urbana, así como de escuelas públicas y privadas.
Paola cuenta su experiencia: “Mi hijo Benito va al jardín. Él está muy contento de conocer a sus nuevos compañeritos. Cumplen muy bien el protocolo”, detalla, al especificar que se trata de una institución que es estrictamente jardín de 4 y 5 años.
“Los niños entran de a uno, les ponen alcohol en gel, les toman la temperatura. Están muy contentos, los cuidan mucho, están con el barbijo, por hora va todo bien, pero si detectan un caso, así sea sospechoso, los aíslan”, comenta la mamá de Benito.
Darío es papá de un niño de 8 años. Para él, “esta decisión pone en riesgo la salud de mi hijo”, manifiesta con preocupación.
“Los directivos y maestras no nos dicen de qué manera han organizado la institución para recibir cursos de más de 30 chicos. Tenemos mucha preocupación de que nuestros hijos se puedan enfermar”, advierte Darío.
Paula tiene un hijo de seis años que asiste a una escuela privada en Maipú. Ella analiza que el niño “viene con trayectoria sumamente débil”, fruto de la escolaridad remota.
Por eso destaca que, desde la vuelta a la presencialidad, “ha tenido un avance increíble al estar en contacto con sus pares y docentes”. “Estoy a favor de la presencialidad por el vínculo social que representa”, señala la mamá.
Pero… Paula reclama: “La escuela debería contemplar otro tipo de organización para la entrada y salida, porque se aglomeran muchos padres y madres en veredas, sin distanciamiento, y entorpecen la circulación de los niños”.
Este aspecto también es advertido por docentes. Lucía es maestra de primaria y cuenta: “En la entrada y salida del establecimiento no se cumple con el distanciamiento ni con el uso de barbijos por parte de muchos padres”.
Además, para ella es complejo el abordaje a niños muy chicos para el cumplimiento de protocolos: “Los niños no entiende que tienen que quedarse sentados, mantener distancia, no prestarse los útiles o convidarse merienda”.
Por ello, refiere que “se ejerce mucha presión de los directivos a los docentes por el respeto al protocolo”, que muchas veces, a pesar de los esfuerzos, es difícil de aplicar.
Javier es maestro en séptimo grado de una escuela en un barrio popular de Las Heras y considera que el regreso a la presencialidad plena “ha sido caótico”.
“La escuela pone voluntad para cumplir los protocolos, pero no se pueden cumplir por una cuestión de espacio”, detalla Javier, que explica que, hoy por hoy, tiene a dos estudiantes sentados por banco.
Por otro lado, para Javier “se complica pedagógicamente, porque es una vuelta muy de golpe: los chicos vienen con muchas carencias”.
“Con las burbujas alternadas teníamos una educación más personalizada, para avanzar sobre los aspectos flojos del año anterior, pero ahora no resulta con el aula a pleno”, indica el docente.
Sobre el papel de los chicos en la escuela, el maestro dice: “Los niños están con barbijo, tienen mucha conciencia”. Pero lamenta que “a la hora de compartir el grado es una bomba de tiempo”.
Así, docentes destacan el cumplimiento de protocolos por parte de estudiantes, aun con las imposibilidades de infraestructura que los edificios poseen, en un esfuerzo que los trasciende.
Madres y padres se hayan mayoritariamente conformes y felices por el regreso de sus hijos e hijas a las aulas.
Pero también están atentos y preocupados por la velocidad de transmisión de la variante Delta, ya presente en Mendoza, y los riesgos que implica para niños y niñas, que aún no están vacunados.
La nota de color, y de estupidez social, como siempre, la dan los adultos que se amontonan, sin cumplir protocolos, en los ingresos y salidas de los colegios, anulando cualquier distanciamiento o cuidado que se ejerza en el interior de las escuelas.