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Cristina pensará en los platos para poner la mesa navideña. Una vez más, notará que contó uno de más, Florencia no está. La familia de Carla Anabella Oviedo tiene que explicarles hoy a sus tres hijos que mamá no va a volver, que no podrá contar con ellos hasta diez mientras esperan a Papá Noel nunca más.
Sabrina Vanesa Ovalle no tendrá oportunidad de brindar con sus seres queridos por el inicio del nuevo año. Valentina Gallina vio a su madre morir en 2008 a manos de su pareja y sufrió la misma suerte a causa de su novio a principios de 2020. Tenía diecinueve años y un compromiso para luchar contra la violencia de género.
Florencia Coria terminó el 2019 internada de urgencia con el 90% de su cuerpo quemado por su expareja Cristian Cabrera. Nunca se enteró de la pandemia.
Cristina y Ada Iglesias faltarán al festejo familiar este año, dos sillas faltarán en la mesa, dos regalos no estarán en el pino, dos deseos navideños se apagaron el 25 de marzo.
No solo las heridas del presente duelen, el pasado también arde, nunca deja de hacerlo. Los Aló, la familia de Candela Sol Rodríguez, los padres de María Soledad Morales, Susana Trimarco y Micaela, Mónica Cid, familiares de Wanda Taddei, la madre de Ángeles Rawson, amigas y amigos de Micaela García, los seres queridos de Lucía Pérez, la mamá de Lola Chomnalez, a todos y todas les falta un abrazo, hace mucho o poco. Todos sienten los brazos fríos, porque no están sus hijas, hermanas, nietas, amigas, porque estos son solo algunos nombres, porque desde 2008 hasta hoy, faltan 3542 sillas, abrazos, besos, y deseos festivos.
En la mayoría de los casos no hubo justicia, y hoy la comida sabe a nada, y las estrellitas de pirotecnia no iluminan como antes de que todas ellas desaparecieran. Porque hoy hay niños y niñas y adolescentes que no pueden mostrar a mamá sus regalos de navidad. Porque hoy en el pino hay una foto de alguien que está, pero no. Porque para algunas familias no se cuentan las navidades de la misma forma, y los años nuevos se son “uno más sin…” y una promesa de la búsqueda de justicia que, tarde o temprano, siempre llega.
Otro año se va, otras fiestas, feriados, domingos de fiaca y lunes de malos humores y semblantes arrugados. Otro año sin justicia para miles de familias, y llegan 365 días nuevos para reiterar el pedido por todas las niñas, mujeres y jóvenes que hoy no pueden sentarse a cenar con sus seres amados por culpa de un estado ausente y una sociedad machista que elige mirar al costado porque no le toca.
Por que nunca más haya que escuchar dichos terroríficos como los de Roberto Munives, Fernando Rivarola, Gustavo Cordera o Santiago Terán. Para que subir a un colectivo en la noche sea rutina y no una sentencia de muerte, y una minifalda sea una prenda, no una excusa para ser agredida.
Que el color de la ropa interior no condene a una joven y la zona por la que camina o su apariencia no la condene nunca más a ser objeto de un agresor, de un psicópata o sádico apañado por la justicia que se supone protectora de las jóvenes.
Que esta navidad el deseo general sea poder ser libres de camino a casa, no valientes. Que lo que esté envuelto bajo el pino sea justicia, respeto y los derechos que la sociedad le quitó a la mujer siglos atrás, y que hoy se lucha para recuperar.
Que las cartitas se inunden de pedidos para esas 3542 copas que hoy no van a poder brindar, con espumante o sidra sin alcohol.