_

La crisis que ha generado esta pandemia es grave y muy rápida. En poco tiempo ha desnudado que atravesamos, por lo menos desde los ’90 en adelante, una crisis civilizatoria. Algunos intelectuales por estos días plantean que una pandemia de estas características es el producto final del modelo de sociedad que se asentó hacia el siglo XVII. Una de las verdades que esta pandemia ha puesto sobre la mesa es que el acceso a la educación es desigual porque los estudiantes parten desde lugares distintos. Es en ese sentido que hay una brecha educativa porque hay desigualdades sociales.
¿Qué es la brecha educativa? Es la distancia que hay entre los estudiantes de acceder al sistema educativo y la educación. Está determinada por condicionantes materiales y objetivos (condiciones sociales), culturales y simbólicos, que tiene cada estudiante y entorno familiar. A mayor desigualdad social entre unos y otros, mayor es la brecha educativa. El “éxito” educativo depende entonces, en gran parte, de las posibilidades y del acceso. No es un hecho relacionado ni con el mérito individual como pretende instalar la corriente de la educación mercantilizada ni con las diferencias étnicas como desean explicar las corrientes reemergentes del determinismo biológico.
Ahora la brecha educativa se encontró con otra disparidad, que si bien ya existía no tenía tanto volumen: los entornos virtuales y el acceso a la conectividad.
La pandemia aceleró el uso de las plataformas, el trabajo en la virtualidad y el uso de redes digitales para comunicarse. Los centros educativos debido a la concentración de muchas personas en ambientes cerrados, cambiaron su actividad presencial por el trabajo en la virtualidad. Si previo a la pandemia el acceso a la educación era desigual, la escolaridad en la virtualidad ha sido para muchos estudiantes un imposible. Miles de estudiantes de todos los niveles y modalidades, han quedado afuera del sistema de aprendizaje on-line. Esto se debe a las condiciones desiguales por las que cada uno de ellos transita.
El uso de internet, las plataformas digitales y los dispositivos electrónicos (pc-notebooks-celulares) se han vuelto una necesidad para poder continuar con el proceso de aprendizaje en medio de la pandemia. Teniendo en cuenta que el Macrismo desfinanció la educación pública y no ejecutó los programas como por ejemplo Conectar Igualdad, al mismo tiempo que dejó tiradas en un depósito más de 100.000 netbooks que correspondían entregar a estudiantes en el marco de distintos programas educativos, hay por delante un desafío grande, pero al alcance de la mano.
El depósito donde el macrismo retuvo más de 100.000 netbooks
En este contexto y para los años venideros, una herramienta más para achicar la brecha educativa y asegurar el derecho social a la educación, es darle un marco legal al uso educativo de plataformas virtuales, garantizar el acceso a internet a cargo del Estado nacional y provinciales y reponer rápidamente los programas como Conectar Igualdad.
Al día de hoy, la mayoría de los problemas en torno a la educación a distancia, están relacionados en principio con la falta de conectividad y de acceso a internet y datos móviles, y en segundo lugar con los dispositivos tecnológicos con que cada estudiante debe contar.
Aquí no se trata de inventar la pólvora, sino retomar un no tan viejo sueño: el Plan Nacional de Telecomunicaciones “Argentina Conectada”, que el Estado argentino desarrolló del 2006 al 2015. Esa inversión en telecomunicaciones realizada por ARSAT desplegó en todo el territorio nacional 36.000 kilómetros de fibra óptica, llegando a las provincias, localidades, pueblos y parajes de nuestro país. El cambio de gestión a partir del 2015 revirtió las prioridades paralizando el desarrollo satelital propio, discontinuando las obras y ajustando la inversión en infraestructura. El tendido de la fibra óptica para el 2015 estaba muy avanzado tanto es así que, para el 2014, ya había completado casi un 80% del total de la obra.
El estado nacional y el provincial deben garantizar la conectividad gratuita para que en cada rincón de nuestro país cada chico y cada chica tengan acceso a la educación a distancia o pueda ser llevada a cabo la educación dual en aquellos lugares donde es necesario. El virus aceleró los cambios que el sistema educativo venía preparando lentamente entre resistencias e innovaciones. Garantizar el acceso gratuito a internet sólo se puede lograr si tenemos un Estado promotor de la inclusión.
Retomar entonces el plan nacional de telecomunicaciones en este momento tan particular es una herramienta para poder acortar la brecha educativa y favorecer la inclusión de generaciones futuras a nuevos modos de enseñar y aprender. Al mismo tiempo que es una forma de generar producción nacional, nuevos puestos de trabajo en el sector, desarrollo, capacitación e investigación tecnológica.
Las empresas ya fueron desarrolladas. La fibra óptica instalada. Sólo falta iluminar la obra.