Cultura // 2020-07-07
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UN CACHO DE CULTURA
El universo en un cajón
Los museos, esos lugares físicos mayormente visitados por turistas, son lugares que sabemos que están, aunque no los frecuentemos. Sin embargo, muchos de nosotros nunca hemos pisado un museo, pero tenemos una pequeña idea de lo que es o de lo que representa.

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El cajón sorpresa

Estos lugares esconden una magia especial, a pesar de ello puede que pensemos que son aburridos, o tediosos. La realidad es que existen museos de todo tipo, desde historia natural, folklore, pictóricos, hasta museos subacuáticos, del pelo, del sexo y del alambre, básicamente cualquier cosa que haga el hombre puede considerarse pieza de museo aunque  este no sea creado con tal fin. Pero podemos reflexionar un poco sobre esto, y darnos cuenta de cómo todos, o por lo menos la mayoría de nosotros, compartimos a los museos.

Observemos nuestros hogares, nuestras cosas, ¿Qué objetos guardan una historia especial? O ¿Qué objeto tenemos por el solo hecho de que perteneció a un ser querido? También podemos tener objetos “raros” que encontramos por ahí, o que compramos en algún local o nos fue regalado. En fin, tenemos miles de objetos, pero solo algunos trascienden, esos que jamás tiraríamos, que no importa que estén en un cajón o guardados por algún lugar de la casa, sabemos que están y eso nos tranquiliza.

¿Por qué conservamos objetos que no suman ni restan en nuestro día a día?
Cada uno de estos cachivaches poseen una historia, y nosotros le damos un valor; ese valor es tal que muchas veces no posee un precio monetario, simplemente lo que nos aporta es tan significativo que no se le puede poner números.

Este recopilado de objetos, de historias, anécdotas ,guardados en nuestras casas, forman una pequeña parte de lo que somos, o de lo que fuimos, son recordatorios de nuestra vida, estos nos ayudaron o influyeron de alguna manera en  la formación de nuestra personalidad, de nuestro carácter, de la manera en que vemos la vida. Son  objetos que a veces nos recuerdan una parte de nosotros a la que no queremos volver, y la dejamos ahí, como una sombra del pasado, que sigue siendo parte del presente, solo que ha mutado. 

Ahora, traslademos esta dinámica a la humanidad, imaginemos a esta forma de actuar individual que poseemos, como una manera de actuar colectiva ¿Cuál sería el producto de esto? Los museos. 

Los museos guardan esos recuerdos, esas sombras del pasado que nos acompañan en el presente, nos ayudan a entender de dónde venimos, también celebran lo que somos ahora en este instante, los museos son nuestros cajones mundiales, todos sabemos que en  ellos se conservan cosas importantes, a lo mejor no sabemos que específicamente, pero ahí están y eso nos reconforta, son vienes que por lo que nos aportan no les podemos poner un valor monetario, es decir. ¿Qué precio tiene una vasija creada por los mayas en el 200 D.C? o sin irnos tan atrás ¿Qué precio tiene el Obelisco de Buenos Aires? Si bien estos dos ejemplos comprenden distintos periodos, representan diferentes culturas, y como objetos también son singulares; los dos contribuyen a una parte de nuestra evolución.

¿Porque visitamos los museos de otros lugares más que los locales?

Somos chismosos, nos encanta saber del otro. Puede sonar fuerte, y despertar incomodidad; pero, trasladémoslo en lo personal, a la vida cotidiana, cuando visitamos la casa de un amigo, o un conocido por primera vez, siempre vamos a observar los objetos que tiene, tanto decorativos como de uso diario, ¿Esto quiere decir que lo vamos a juzgar? Claro que no, todos tenemos una vida distinta, sin embargo, observamos estas viviendas con ojos de curioso, lo más probable es que encontremos algún objeto que nos llame la atención, un cubierto, un imán o  un mantel, y preguntemos sobre su historia o simplemente digamos,-Me encanta esto, o que lindo que se ve esto-. Bueno eso mismo es lo que acontece con los museos de otros lugares entramos con ojos de curioso, observamos lo que hay, nos puede gustar o no y nos vamos. En cambio, en nuestros museos locales, esta curiosidad no posee la misma intensidad, así como en nuestras casas vemos ese objeto considerado “novedoso” que antes nos llamaba la atención, como uno más de la decoración, y sin embargo, le resulta atractivo al que visita nuestra casa por primera vez.

Puede que no nos gusten los museos, que no sepamos nada sobre los objetos que allí se encuentran, solo sabemos que están ahí, que forman parte de nuestra historia y punto. Pero cuando leemos en las noticias que uno de estos objetos fue dañado o robado, algo dentro de nosotros se incomoda ¿Por qué? Porque están profanando los objetos de nuestro cajón, de ese cajón increíble pero olvidado que tenemos en nuestras casas, ese que posee una parte de nuestra esencia. Gracias a estos cajones nos podemos cuestionar ¿Quiénes somos? ¿Cómo somos? ¿Hemos cambiado o solo repetimos las cosas de otra manera? 

En fin, a veces los museos entran en un cajón, y nuestro cajón se vuelve un museo.


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