Cultura // 2020-06-17
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Pandemia, Cultura y Salud
La pandemia ha dejado al desnudo varias realidades que permanecían ocultas.

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La salud de todos fue puesta en peligro y tuvimos que desandar, obligados, caminos de sueños incumplidos a escala global e injusticias cumplidas a escala local.

Las pantallas de televisión y las redes, visibilizaron la miseria, el hambre, el hacinamiento, la fragilidad de nuestros sistemas de salud y el peligro cierto de extinción del linaje humano. También se hizo evidente la miserabilidad del neoliberalismo imperante en el mundo, que contribuyó a la destrucción del Estado de Bienestar y a la protección igualitaria de la salud de los humanos. Con la pandemia, comenzó la etapa de desesperación para ganarle al virus antes de que nos pasara por encima como una topadora. 

¿Qué tienen en común las políticas culturales con las políticas de salud?

En principio, ambas tienden a garantizar el mejoramiento de la salud psicofísica de la población. El Dr. Ramón Carrillo, primer Ministro de Salud de la Argentina, dijo que la Salud  “es la ausencia de enfermedad”. Entonces, no hay nadie más sano que una persona que canta, baila, pinta, filma, escribe, maneja su cuerpo y sus relaciones sociales con soltura y alegría. Y esto es lo que hace la cultura. Le pone a la dureza de la vida y a la cotidianeidad llena de tensiones, ese otro momento extra cotidiano de la fiesta, del rito, del encuentro, del cultivo del intelecto y del espíritu, que nos permite una mejor calidad de vida. Y como dijimos en otra nota, la cultura ofrece una infinita cantidad de satisfactores de las necesidades humanas.

¿Qué otra cosa tienen en común las políticas culturales  con las políticas de salud?

La necesidad de infraestructura, de información, de estadísticas y de planificación estratégica. Difícilmente podríamos dar respuesta a las necesidades sanitarias de nuestra comunidad sin la red de centros de atención primaria de la salud, de hospitales de distinta complejidad, sin equipamientos y tecnologías de última  generación, sin insumos médicos, sin capacitación permanente, sin índices certeros, sin concursos para cubrir los cargos con profesionales idóneos. Observada la política cultural desde esta óptica, nos encontramos con paisajes devastados: ausencia de información y estadísticas a nivel provincial, cierre de salas de teatro y de cine, agonía de centros culturales comunitarios y  barriales, inexistencia de equipamientos adecuados, carencia de insumos, debilidad organizativa y falta de planificación.

Concursos, ¿qué concursos? Capacitación, ¿qué capacitación?

¿Esto qué implica?

Que desde la demanda potencial ciudadana no tenemos política cultural. A la demanda ciudadana de información, insumos, concursos y equipamiento cultural en las ciudades y pueblos de nuestro territorio desarticulado culturalmente, le podemos y le tenemos que  dar respuesta.

Algunas respuestas que hay que profundizar

Las políticas culturales nacionales puestas en marcha con el Bicentenario en 2010 iniciaron un camino virtuoso en este sentido. Se analizaron los espacios vacíos de infraestructura cultural y se comenzó a dar respuesta con la construcción de 200 Casas de la Historia y del Bicentenario en ciudades de todo el país.

El Gobierno Nacional, a 200 años de la Revolución de Mayo, puso en marcha diversas líneas de acción que consolidan el Proyecto de un país plural y con mayor inclusión social. La celebración del Bicentenario se constituyó como un momento de construcción colectiva que llevó a repensar el pasado, a comprender el presente y a proyectar, de manera concertada, un modelo de país a futuro. En ese marco, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, la Secretaría General de la Presidencia de la Nación, la (entonces) Secretaría de Cultura de la Nación, el Instituto Nacional del Teatro y el Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales se propusieron generar, en distintas localidades del país, espacios dedicados a la valoración histórica y cultural de los pueblos mediante la construcción, ampliación o refacción de Casas de la Historia y la Cultura del Bicentenario.

Las 120 Casas de la Historia y la Cultura del Bicentenario construidas hasta 2015, son lugares destinados al desarrollo de actividades culturales, educativas y recreativas y a la exposición permanente de diversos elementos que testimonien la historia, la actualidad y los proyectos culturales de cada comunidad. 

Se inscriben en una estrategia política, social y cultural destinada a consolidar las identidades regionales, respetuosas de las diversidades, fundadas en una democracia participativa, incluyente, pluralista e igualitaria.

Otro ejemplo de infraestructura cultural básica, distribuidas en el territorio nacional lo constituyen las Bibliotecas Populares. Una biblioteca popular es una asociación civil autónoma creada por la iniciativa de un grupo de vecinos de una comunidad. Ofrece servicios y espacios de consulta, expresión y desarrollo de actividades culturales, de la lectura y de extensión bibliotecaria en forma amplia, libre y pluralista. Las bibliotecas populares son dirigidas y sostenidas principalmente por sus socios y brindan información, educación, recreación y animación socio-cultural, por medio de una colección bibliográfica y multimedial general y abierta al público. En la Argentina hay más de 1000 bibliotecas populares nucleadas por la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares.

Competitividad y posicionamiento territorial

La competitividad de un territorio se mide por los siguientes  6 factores 

 la capacidad exportadora,
 la atracción de inversiones,
 las capacidades básicas relacionadas con la educación y los recursos humanos,
 los stocks (infraestructura edilicia, vial, energética e hídrica)
 los recursos naturales y
 los tejidos institucionales,
En función de ello, la verdadera transformación cultural y la recomposición del tejido social pos pandemia, claves para la competitividad de los territorios y el avance en esos 6 factores citados, se podrán concretar si logramos incorporar a la comunidad local, a través de sus organizaciones, a la planificación participativa y a la administración de cientos de centros culturales y otros tipos de espacios comunitarios: clubes sociales y deportivos, casas de la cultura, espacios de encuentro, salones multipropósito, carpas culturales, etc.

Para ello también habrá que poner en juego otras acciones por parte de la sociedad civil y del Estado, en todos sus estamentos: nacional, provincial y municipal. Urge un Plan de Capacitación y de Desarrollo Cultural, orientado a los dirigentes locales, para que puedan incorporar nuevas competencias, desarrollar el pensamiento estratégico y gestionar exitosamente los espacios socio – culturales.

Las políticas culturales deben dejar de ser eventistas y pasar a ser articuladoras de la comunidad. Deben comenzar a ser transversales a las de salud, educación, ambientales, seguridad y productivas, garantizando así un desarrollo a escala humana, que atienda tanto al crecimiento del producto como a la calidad de vida.

 


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