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En su discurso el 1 de mayo, el gobernador Rodolfo Suárez manifestó el interés estratégico y económico que tendría para la provincia la reactivación de la mina Potasio Río Colorado, proyecto abandonado por la brasileña Vale, en el sur provincial.
El portazo de Vale, las resoluciones más o menos encaminadas por las distintas gestiones de gobierno para concretar la explotación minera, la volatilidad del precio de commodoties como las sales de potasio, entre otros aspectos, proponen revalorizar la decisión en torno a una de las cartas económicas que Suárez apunta a jugar en este 2020.
En los 70, buscando petróleo, YPF dio con un yacimiento de sales de potasio. Eso fue Potasio Río Colorado. Que fue, en su momento, cedido a mineros nacionales, quienes tempranamente se interesaron en la explotación de ese yacimiento de cloruro de sodio y cloruro de potasio, infructíferamente.
La minera Río Tinto, una gigante angloaustraliana, desarrolló el proyecto en Malargüe, mucho tiempo después. En noviembre de 2007, llevó a debate su propuesta de explotación minera allí, con sendos estudios de impacto ambiental, habiendo ya contados repudios de otras provincias, potenciales afectadas aguas abajo: La Pampa, Río Negro y el extremo sur de Buenos Aires.
Estos repudios se sustentaron en que a lo largo de la cuenca del Río Colorado, se utiliza su agua para riego de alrededor de 150.000 hectáreas de cultivos. Asimismo, abastece de agua potable de red a los centros urbanos de la provincia de La Pampa, como así también en torno a la cuenca hídrica se han enarbolado proyectos de acueductos para Bahía Blanca.
El Ejecutivo provincial debatió el proyecto, tuvo en consideración algunos aspectos remarcados por organismos provinciales y nacionales en materia de riesgo ambiental, dando lugar a ciertos planteos hechos por asociaciones ambientalistas.
Los ambientalistas hicieron notar el alto riesgo de contaminación con cloruro de sodio de las aguas del río Colorado, lo que podría hacerla no apta para riego, ya que el proyecto original preveía dejar una torta de 120 millones de toneladas de sal, en una meseta muy cercana al río.
Río Tinto aceptó reformular el proyecto, añadió cambios, y pretendió disminuir el riesgo para la calidad de agua del río, con lo que el Ejecutivo provincial aprobó la iniciativa minera. Recordemos que estamos transitando por estos días los prolegómenos de la crisis financiera de 2008.
Y es que en 2008, Río Tinto vendió el proyecto a la brasileña Vale, en un momento de fuerte especulación respecto al precio del potasio. En ese entonces, por unos pocos meses, el precio de la tonelada del cloruro de potasio se disparó: pasó de valer 200 a 900 dólares.
Cuando la legislatura aprobó el acta-acuerdo económica y el directorio de Vale llevó adelante la inversión, en agosto de 2010, el commodity constituido por el cloruro de potasio había perdido enorme rentabilidad: cotizaba apenas 350 dólares la tonelada.
“En el momento en que Vale decidió invertir, la rentabilidad ya estaba en veremos. Decidió hacer un inversión millonaria guiándose por precios máximos en los picos de las cotizaciones”, expone Marcelo Giraud, geógrafo, ambientalista y estudioso del truncado proyecto Vale.
Entre diciembre de 2012 y enero de 2013, Vale abandonó el proyecto Potasio Río Colorado, dejando en banda a unos 4.000 trabajadores de la construcción. Este punto es destacable, ya que todavía ni siquiera estaba ocupando a trabajadores afectados a la minera, que entre toda la cadena de producción no alcanzaba a los 1.000 empleos.
Vale buscaba maximizar la rentabilidad a largo plazo, vieron mejores posibilidades en otro lado, y como no logro beneficios estrafalarios, se fueron; explica Giraud. Y enumera las insólitas demandas y favores económicos que la minera brasileña pretendía de los gobiernos.
“Pretendían un dólar paralelo :que el gobierno les permitiera hacer inversiones de capital ingresando los dólares con una cotización más alta que el oficial; pretendían que el gobierno presionara a los propietarios de tierras en Neuquén para que prácticamente le regalaran la tierra en vez de negociar con los dueños”, cuenta el geógrafo.
Si bien Vale se quejaba, escudándose en el bajo precio del cloruro de sodio, ese año, 2012, había repartido a sus accionistas 6.000 millones de dólares de ganancia: el equivalente a un mes entero de exportaciones argentinas o dos presupuestos anuales completos de la provincia de Mendoza.
“Dos meses más tarde, Vale le decía a los trabajadores en la provincia que no tenían plata para pagar los sueldos adeudados y le pedían al estado mendocino que se hiciera cargo del descalabro socio-laboral que estaba provocando”, narra Giraud.
Durante el primer año del gobierno de Alfredo Cornejo, el subsecretario de Energía y Minería Emilio Guiñazú anunció que gestionaría con Vale la búsqueda de inversores. A esa altura, Vale ya tenía la mina parada y sin operar una buena cantidad de año.
De hecho, era viable aplicar sobra la empresa brasileña una cláusula del Código Minero que establece que luego de 4 años de no operar una mina, la concesión caduca directamente. “Por eso el gobierno ha podido negociar fuerte con Vale, quitándole la concesión, que permite que la minera resigne lo ya invertido y que el gobierno salga a buscar nuevos inversores”, resume Giraud.
Ahora bien: ¿es viable y rentable reactivarla? “Hay una sobrecapacidad de producción del cloruro de potasio actualmente en el mundo, que ya la había hace cuatro años atrás y la hay ahora. Por lo que el precio del cloruro de potasio no ha repuntado”, dice el ambientalista.
“Durante todo el gobierno de Cornejo, el cloruro de potasio estuvo rondado los 215 dólares. Durante el año pasado, el potasio repuntó un poco subiendo a 260 dólares, y hoy está cotizando en 245 dólares la tonelada”, repasa el investigador.
A lo que agrega: “Los pronósticos del propio Banco Mundial señalan que a lo largo de toda esta década, a valores constantes, la tonelada de cloruro de potasio se mantendría en la franja de los 250 dólares, por muchos años más, incluso hasta 2030. Hay minas de potasio que están paradas por el bajo precio y cierta rigidez en la demanda”.
Desde el Ejecutivo provincial se mueven y gestionan en torno a Potasio Río Colorado. Ya hubo misiones a China, justamente en busca de inversores que puedan estar interesados en terminar la construcción de un proyecto más pequeño que el llevado adelante por Vale.
El cloruro de potasio se utiliza como fertilizante. Brasil, con sus millones de hectáreas en pleno mato grosso de monocultivo de soja, es uno los principales consumidores del producto. El producto que no deja de ser un commodity, con precio volátil pero con pronóstico a la baja.
En Mendoza, incluso, se ha considerado la incorporación de una fase de industrialización, a fin de generar valor agregado a la explotación de la sal de potasio. Marcelo Giraud advierte otro aspecto que resta conveniencia económica al proyecto: la localización de la mina que encarece el costo de transporte.
“Siguen siendo expresiones de buenas intenciones, dudo que pueda llegar a concretarse, a corto plazo, un reinicio de la obra”, considera el miembro de las asambleas mendocinas por el agua pura. A la vez advierte un aspecto no menor en materia ambiental: la demanda de gas que una explotación así requiere.
Giraud indica: “Esta mina requiere colosales cantidades de gas. Cuando se planteó el proyecto original en 2008, el consumo de gas de un año de Vale equivalía a todo el consumo residencial mendocino de un año. Utilizaría un millón de metros cúbicos por día”.
“¿Vale la pena destinar semejante volumen de un recurso no renovable, un bien común, como es nuestro gas, a un proyecto de este tipo?”, pregunta Marcelo Giraud sin desatender un tema clave en la propuesta de reactivar la explotación minera hecha por el gobernador Suárez.