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Como mujeres nos hemos encontrado a lo largo de la historia en un confinamiento social donde nuestro silencio ha sido reconocido como un valor o una virtud que nos hace parecer más educadas y discretas.
El estado de reclusión o confinamiento modelado en un machismo tenaz nos ha ubicado en un lugar de sumisión, de silencio y de servicio, dejándonos detrás, en la sombra de cualquier “buen hombre” que nos habilita ser y pensar de acuerdo a sus imposiciones. Situaciones de violencia que se encarnan en múltiples escenarios: “Controla mis amistades, revisa mi teléfono, quiere que me vista solo para él, debo avisarle cada uno de mis movimientos, somos él y yo nadie más, utiliza palabras hirientes hacia mi, me golpea …un día me mató”.
Según el Observatorio “Ahora que si nos ven”, en lo que va de 2020 se registraron 69 femicidios, cinco de ellos los tres primeros días de marzo, es decir un asesinato cada 14 horas. Las cifras se incrementan constantemente.
La naturaleza del aislamiento decretado por el Estado para prevenir el avance del coronavirus, propicia un contexto en el cual las violencias estructurales se agravan en diferentes ámbitos de la vida social y en particular, el número de denuncias y de consultas por violencia de género se han disparado desde que comenzó la cuarentena en Argentina.
Es en el confinamiento y en el más profundo silencio donde se viven situaciones de violencia que afectan a miles de mujeres. El 75% de los casos de asesinatos se producen en contextos privados y el 83% de las víctimas tenían un vínculo previo con el agresor (ex parejas o parejas), según el último informe de Femicidios publicados por la Corte Suprema en 2018.
Claro está, que esta situación no puede ser apaleada por soluciones alcohólicas, cloro o altas temperaturas, no se trata de un virus que queda desintegrado ante estos factores.
La situación es alarmante, mujeres y niñes conviviendo con su agresor sin poder salir. El pedido de ayuda y el acompañamiento se dificultan en el aislamiento. La dependencia económica y el trabajo informal lo acentúan.
El aislamiento intrínseco a la violencia de género hoy pone en riesgo la vida de miles de mujeres en tiempo de cuarentena. Estar en contacto, generar redes, pedir ayuda y asesoramiento, dar señales “claves” para que alguien más denuncie, es una lucha crucial en este tiempo de pandemia.
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