Argentina // 2020-01-27
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Periodismo partidario: Un bien necesario

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Mucho se escucha, se lee y se dice sobre el desprecio, la bronca, el enojo y la descalificación que genera el/la periodista que manifiesta su postura y/o ideología y construye su discurso a partir de esas premisas. Entonces todo lo que dice pasa a estar impregnado de "tendenciosa subjetividad" y automáticamente adquiere el mote de “vendido/a”, “macrista”, “peronista”, “bostero”, “gallina”, solo por citar algunos ejemplos icónicos. Con este criterio, esas voces, esos escritos, esas personas, dejan de tener “autoridad moral” para hablar porque juegan para tal o cual y todo lo que digan es puesto en duda o directamente pasa a ser mentira a menos que quien lee o escucha piense lo mismo o esté marcado por la misma ideología.

Entonces... ¿Molesta que alguien manifieste postura o lo que enoja es que esa no sea “mi” postura? ¿Qué mejor que quien hable o escribe me diga de antemano para quien juega o cuales son sus ideales para que uno pueda atribuirle con más justeza a ese discurso el lugar que le corresponde? ¿Es acaso más creíble quien se autoproclama “objetivo” y dice no jugar para nadie y desde ese lugar nos cuenta su visión de la realidad pero sin decirnos que es justamente eso: su visión y no la realidad misma? Estas polémicas se desatan cada vez con más frecuencia en tiempos de posverdad porque constantemente necesitamos hacernos eco de las voces que reproducen nuestro sentido, nuestra manera de ver el mundo.

El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber definió a la posverdad como “leer de la realidad solo lo que le cuaja y  le cierra a lo que previamente uno cree”. Y va más allá todavía al afirmar que “hay como una conciencia de que uno ejerce esa operación pero no le importa”. Mientras tanto, la RAE describe posverdad como “la distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Lo que olvida esla Real Academia es aclarar que, sin distinción de edades, ideologías, formaciones, profesiones y roles  todos y todas recortamos siempre la realidad a nuestro antojo y reproducimos ese recorte como si fuera la totalidad. Sin embargo, le exigimos al otro/a -más si es periodista pero mucho más aún si quien toma la palabra está impregado/a de una selección de realidad diferente a la nuestra- que no lo haga y nos cuente “las cosas como son”.

José Luis Dader, doctor en ciencias de la información y Catedrático del área de periodismo en Madrid sostiene que esta profesión es “una ciencia que combina la recopilación, verificación, síntesis y clarificación de la información acreditada como relevante y cierta para servir desinteresadamente a los ciudadanos en su necesidad de seguimiento preciso de los asuntos de interés público”. Así las cosas,  no se puede dejar de lado que lo resaltado en negrita debe ser realizado (sí o sí) por una persona y que ese sujeto, ineludiblemente, pondrá su ojo a la hora de recoger, clasificar y transmitir esa información que él mismo ha considerado relevante. De esta manera se pone de manifiesto que la subjetividad es ineherente a cada relato con lo cual la objetividad no deja de ser una utopía romántica y, al mismo tiempo, se ratifica que el periodismo debe servir desinteresadamente.

En este contexto, ¿No es más saludable que quien comunica nos cuente a partir de qué mirada va a recortar la realidad y contárnosla? ¿No es más sano que nosotros mismos tengamos la capacidad de escuchar a otro que piense distinto y no por eso desacreditarlo automáticamente? Es necesario entender que no se puede juzgar la mirada del otro y mucho menos condenarla ya que estamos en una etapa que quizás modifique para siempre el rol de los medios de comunicación. Su función ya no es contar aquello que el ojo humano no alcanza a ver sino consolidar las ideas que los sectores hegemónicos quieren imponer como verdad absoluta. Y aquí es donde hay que estar muy alertas y diferenciar si el relato del/la periodista responde a convicciones genuinas o a intereses creados. Al primero hay que respetarlo aún en desacuerdo pero al segundo hay que denostarlo y  exponerlo de la manera más descarnada ya que solo es el sirviente de los sectores poderosos cuyo fin es vendernos realidades solo existentes en los discursos y en las redes sociales pero que difícilmente puedan anclarse en hechos concretos, palpables, empíricos y que solo persiguen estafarnos moral y económicamente. Ellos mienten adrede y su único fin es enriquecerse a costa de la manipulación de la información, por eso es imperioso que sepamos distinguirlo: El periodismo partidario, en tanto genuino, aporta transparencia a la comunicación, lo otro... lo otro es la práctica macabra y profesional de la mentira.


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