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Parafraseando la hermosa frase de la canción de Pedro y Pablo, me preguntaba mientras la escuchaba adónde van a refugiarse los políticos cuando aparece una crisis como la que vive la provincia. Es que estamos muy acostumbrados a que la política no dé la cara frente a temas trascendentales como el aborto, la violencia de género, y en este caso, la preservación del ambiente.
También nos hemos acostumbrado a una política con escasas opciones, y siempre andamos eligiendo al “menos peor”. Si seguimos en esa tendencia terminaremos seguramente siendo una provincia de las “menos peores” entre la asquerosa ensalada de provincias feudales o gobernadas por CEOs que tiene nuestro país. La política, la verdadera, huye despavorida frente al pensamiento lineal, los fundamentalismos y la violencia institucional.
Volviendo a la pregunta inicial, creo que Rodolfo Suarez y su núcleo duro de halcones tienen la vida política asegurada. A pesar de la torpeza y la codicia que le conocimos por estos días, siempre habrá un núcleo de votantes que lo seguirá adonde quiera que vaya. Excepto que los ciudadanos tomen las riendas del asunto y decidan anticipar su voto no positivo para cualquier candidato que haya participado de esta estafa mayúscula con la modificación de la ley 7722. Ahí las piezas partidarias se moverán solas.
Los gobernadores suelen ir a la Nación a dormir el sueño de los justos, los demás pueden también ir a diputaciones o senadurías provinciales o nacionales, o ser designados en cargos vitalicios por los favores entregados, lo que sea, pero dudo que caigan definitivamente de la cuna de oro de la política si los ciudadanos mantenemos este patrón de comportamiento a la hora de votar.
Pero, ¿acaso estamos dispuestos a votar a los peronistas solo para hacerle saber a los radicales que estamos enojados? Eso no va a ocurrir, es mucho más complejo que el River-Boca de la política. El peronismo hizo su buena parte -por acción y por omisión- para que lleguemos a este lugar del cual nos lamentamos.
Ellos también impulsaron el fracking y la megaminería cuando fueron gobierno, solo que no se animaron a tanto, porque al final la raigambre peronista es el pueblo, sea lo que se entienda por esta palabra, mientras que la de la UCR actual son las elites, quizá ahí esté la diferencia a la hora de tomar decisiones trascendentales para la vida política nacional.
Entonces ¿qué opciones tenemos? Veo dos al menos, ambas son construcciones que hay que sostener hasta que se consoliden. La primera es decididamente comunicarles a nuestra casta política que no vamos a votar a nadie que haya participado del bochornoso acto de votación de la ley modificatoria de la ley 7722 ni de la represión siguiente.
Aunque no lo crean, el sistema político es por sobre todo, superviviente. La sola idea de perder escanios parlamentarios o dejar de gobernar es una fuerza poderosa que puede autoorganizarlo todo en la política. Los sistemas “autolimpiantes” -como en los hornos- no es lo suficientemente eficiente como para sacar toda la mugre, pero lo deja con una limpieza aceptable como para volver a cocinar, así que es muy probable que a partir de esta decisión comunicada de manera efectiva los partidos comiencen su proceso de depuración para presentarse más pulcros en las próximas elecciones dentro de dos años.
Eso sí, tenemos que cumplir con nuestra palabra. Quizá la nueva cara de estos partidos mayoritarios tampoco nos guste, pero habremos logrado nuestra primera meta, que es la invisibilización de quienes formaron parte de la estafa más grande que se haya visto en los últimos años en la minipolítica local. No quiere decir que esta lacra se haya retirado definitivamente, pero les aseguro que será un gran paso en ese sentido.
Lo segundo a mi parecer es generar opciones políticas. Opino que los partidos que ya están en el espectro político y que se ofrecen como alternativas de cambio han llegado a su techo electoral. Probablemente veremos a los autodenominados “progresistas” de Cambia Mendoza como el partido Socialista o Libres del Sur o los liberales como el PD separándose de la alianza que los llevó al gobierno y tratando de generar masa crítica para competir.
A ellos hay que recordarles que también fueron parte de todo esto. Deben entender de una vez por todas que somos dueños de las decisiones, pero también de las consecuencias de nuestros actos. No se puede andar por la vida pasando el río por las piedras y nunca salpicarse.
Los partidos de izquierda siempre fueron una opción, pero convengamos que ni ellos mismos tienen ganas de gobernar, y más bien su plataforma –hermosa pero utópica para nuestros tiempos- nos llevaría a un paraíso anárquico que seguramente terminaría mal, no porque las intenciones sean malas, sino porque el sistema no lo permitiría, así de simple y cruel es la selva de la política y los intereses globales.
Votamos a la izquierda porque son los mejores en este espectro necropolítico, son los coherentes con sus principios desde siempre, los queremos en la legislatura para presentar batalla y ser observadores de conciencia de los posibles actos de corrupción, pero sabemos que no pueden ofrecernos una alternativa de gobierno, a menos que se transformen desde la alternativa dogmática actual a otra más moderna con términos que incluyan a más personas, sin perder las convicciones básicas, pero dentro de un mundo que cambia constantemente y requiere de plasticidad y versatilidad para sobrevivir.
Entonces lo que podemos hacer los ciudadanos es intervenir en la política partidaria, buscando opciones rescatables y apoyándolas, creando partidos políticos nuevos con plataformas posibles, ideas claras, y derecho de admisión para aquellos que andan buscando siempre las opciones partidarias con posibilidades de ganar algo para sí. Los comienzos son difíciles, pero con voluntad, ética y profesionalismo, se puede.
Ya vimos que para gobernar una provincia más que ser un genio es necesario tener sentido común, equipos de trabajo con objetivos claros, capacidad para dialogar y arribar a consensos básicos, conocer la administración y escuchar a los que saben. Con los cráneos que hemos tenido y aún tenemos, lo podemos hacer mejor.